Por Erica Muñoz

Las nuevas tendencias generadas por la globalización, el Internet y la aparición del covid-19, impulsan en la educación una movilización sin precedente en los últimos tiempos, lo que en definitiva trae consigo cambios en la forma de transmitir los conocimientos. Estos eventos requieren indudablemente de un apoyo gubernamental, pero a la vez demanda de los docentes más creatividad¹ e innovación toda vez que serán los involucrados en tender puentes desde una educación anclada en la virtualidad, pero sin dejar de ser el vínculo que forma nuevas generaciones. Visibilizar este panorama nos hace pensar en el despertar desde las escuelas con un estudiante que desarrolle su pensamiento, donde “enseñar a pensar” sea el centro medular de la labor docente.

Venezuela enfrenta importantes debates sobre el desafío tecnológico en materia de educación, inmerso en un panorama político inestable en la consolidación de su democracia, con una alta inclinación en profundizar la desigualdad social y los ya altos niveles de pobreza. Prevalece el desorden estatal, la falta de financiamiento y dotación de un conjunto de elementos que proporcione un sistema tecnológico ajustado a la demanda, sumado al abandono a la investigación científica desde las universidades, elementos que inciden en la calidad educativa y enciende las alarmas en todo el continente debido al trinomio pobreza-desigualdad-educación que avanza a pasos agigantados e impide alcanzar los objetivos 2030.

No obstante, nuestra enseñanza adolece además de pensadores críticos y se encuentra dirigida a la transmisión de conocimientos del mundo exterior, contribuyendo poco para el autoconocimiento del ser. Seguimos sin cultivar los talentos y en menos medida en reflexionar sobre nosotros mismos, sobre el potencial casi ilimitado de nuestra mente, sobre el poder y valor de nuestra imaginación. Cabe preguntarnos ¿Cuáles son las habilidades que desarrolla el docente con relación a su potencial creador? ¿Cuáles son las habilidades que se desarrollan en el estudiante para enseñarlo a pensar?

La tecnología como apoyo educativo puede representar un respaldo al proceso creativo permitiendo a los estudiantes mantener una interacción constante, lo cual beneficia su curiosidad y pensamiento crítico. Aprender a dar un uso asertivo a estas herramientas fortalece su autonomía, ingenio y motivación por las actividades escolares. En este sentido, las competencias digitales creativas son consideradas hoy imprescindibles para el docente y el alumno, estas abren campos de intercambio de ideas con un acceso inmediato a la información, ampliando su capacidad intelectual y de solución a los problemas. Por ende, promover estos entornos de aprendizaje mediados por el uso de las tecnologías conlleva a experiencias novedosas donde el estudiante y el profesor potencian sus capacidades creativas.

Todo maestro tiene la potencialidad de ser inteligente y creativo, su mayor ocupación debe ser, hallar por sí mismo y con la ayuda de los demás, cómo llegar a serlo, y una vez logrado, estimular a sus alumnos a esa búsqueda, por sí mismos y con la ayuda de los demás. (Daudinot)

Estimular este pensamiento relacional y vinculante promueve una actitud natural de la inteligencia humana, da cuenta de la complejidad como elemento que visibiliza el todo y la unidad del ser². La creatividad se convierte en fuente esencial para desarrollar prácticas innovadoras en el ámbito de la profesión docente. Por ello, la enseñanza creativa digital cobra pertinencia, se distingue como novedosa y apropiada para el mundo actual. Encontramos, pues, una comunidad de estudiantes nativos digitales a los cuales los eventos educativos más atractivos son aquellos en donde se les incorpora el uso de los recursos tecnológicos, con el valor agregado de potenciar la interacción y multiplicar contenidos, así lo expresa Saturnino de la Torre (2003):

 “Un maestro poco creativo difícilmente formará alumnos creativos. Si estos alcanzan niveles altos de creatividad será a pesar de los docentes reproductivos… Lo normal es que cuando se tienen maestros creativos, estos proyectan actitudes, inquietudes, intereses, actuaciones creativas”..

Un pensamiento más creativo, divergente y flexible requiere cultivarse. El docente creativo digital implica en primera instancia conocer los recursos tecnológicos y saber usarlos, es decir, ser un docente activo-reflexivo, que utilice estas herramientas como mediador de los procesos de enseñanza, a través de métodos y estrategias que coadyuven a la integridad multidisciplinaria en los estudiantes y libere del miedo a expresarse.  Por ello, se propone que la actitud creadora de los docentes debe integrarse en forma adecuada en la definición de inteligencia, con miras a humanizar el proceso de enseñanza, que ayuden a los desbloqueos mentales y desarrolle el pensamiento divergente, todo ello desde una mirada sistémica.

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[1] Guilford (1971) expone que la creatividad es “la capacidad o aptitud para generar alternativas a partir de una información dada poniendo énfasis en la variedad, cantidad y relevancia de los resultados”
[2] Edgar Morín (1999). Existe una unidad humana. Existe una diversidad humana… Es la unidad humana la que lleva en sí los principios de sus múltiples diversidades. Comprender lo humano, es comprender su unidad en la diversidad, su diversidad en la unidad. Hay que concebir la unidad de lo múltiple, la multiplicidad del uno. La educación deberá ilustrar este principio de unidad/diversidad en todos los campos. “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”. (pag.22)

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