Han sido unos días particularmente ajetreados, haciendo muchas cosas y casi sin tiempo para la lectura y la escritura, dos de mis pasiones. En tales circunstancias, ¿cómo podemos centrarnos y escribir nuestro artículo de este sábado 19 agosto? Al momento de sentarme a teclear estas primeras líneas no tengo definido el tema a desarrollar. Así, pues, sólo nos queda seguir adelante, teniendo en mente el jocoso “Como vaya viniendo, vamos viendo”.

Me es odioso escribir acerca de un gobierno que, como se sabe, no tiene paz con la miseria. Estamos aludiendo a mandamases que asumen su extravagante rol para acometer todo tipo de dislate en contra de la oposición venezolana y cuyo verdadero propósito no es otro que acabar con lo bueno del país. Nuestra nación no  se detiene en su proceso de hundimiento y la actitud de la dictadura se limita a mirar para otro lado. Mayor grado de cinismo es imposible. Es obvio que, para ella, la oposición es una simple cosa con la que hay que acabar de una vez por todas, sin importar las severas implicaciones que eso tiene para el país. Pero dejemos el pesimismo hasta aquí. Hay otros asuntos y temas que también merecen ser tratados en la columna de hoy.

En este preciso instante viene a mi mente la figura de un artista de singular excepcionalidad al que, hay que decirlo, la suerte no le acompañó como debió ser. Me estoy refiriendo a Mario Abreu (1919-1993), un creador que siempre gozó de mi afecto y admiración. Acerca de tan gran autor escribí un texto de 133 páginas para ser publicado en la Biblioteca Biográfica Venezolana que fue patrocinada por este muy querido diario (El Nacional) y la Fundación Bancaribe. Lamentablemente, la crisis que comenzó a afectar a nuestro país paralizó el proyecto y también la posibilidad de que, tan relevante figura, fuera mejor conocida por nuestros compatriotas, dándole así el lugar que realmente se merece en nuestras Artes Plásticas. No me cabe ninguna duda que este divagar de hoy será de más relevancia que cualquier línea referida a la cofradía de los que hoy gobiernan en Venezuela.

Comencemos destacando que Perán Erminy, con su pluma vanguardista, le hizo a nuestra emblemática figura de la plástica un sentido reconocimiento inmediatamente después de su fallecimiento:

Mario Abreu fue, o es, una de las figuras cumbres del arte venezolano de este siglo. Su obra se adelantó en casi treinta años a las últimas vanguardias venezolanas de estos años noventa. Me refiero a las tendencias actuales hacia la desacralización del arte, a la ancestralización, a la búsqueda de lo originario, lo primordial y lo primario, a la revitalización de las fuentes míticas y arcaicas de nuestra cultura, a la vuelta a una relación armónica y plena con la naturaleza, de identificación con la naturaleza, a la revelación prioritaria y protagónica de lo metafórico y lo simbólico, a la reivindicación de la venezolanidad y de la latinoamericanidad, en fin, a todo lo que fueron los principios fundamentales que desde el año 60 desarrolló a fondo la obra de Mario Abreu, y que ahora comienzan a explorar unos cuantos, o muchos, jóvenes artistas venezolanos, que se han manifestado en exposiciones como Barro de América, Raíz Caribe y otras que se están presentando desde de las de Amazonia, de la Sala Mendoza (Erminy, Perán, “Mario Abreu el Saltaplanetas saltó al otro mundo”).

Maritza Jiménez, por su lado, también rindió su tributo al gran creador, rememorando las siguientes palabras del artista:

Yo he sido un solitario, creo que lo sigo siendo. He estado más en el camino de Reverón. A mí me han costado mucho las cosas. Hasta ahora no me ha sido fácil nada. He tenido una vida muy dura. Fui obrero, pulidor de vidrios, recolector de café. De todo eso vienen los ‘Objetos mágicos’, de una Venezuela reprimida y todos sus tabúes (“Mario Abreu se fue con la magia”, artículo publicado en el diario El Universal del 21 de febrero de 1993).

Sin duda, el divagar es de gran utilidad en días como hoy. Gracias a ello trataré de poner nuevamente en movimiento la publicación de mi libro sobre Mario Abreu. Espero todo el apoyo de mi hado protector.


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