Oriente Medio ha sido una zona muy dinámica y candente en el Sistema Internacional, con una ruptura psicológica y epistemológica que se ha producido en el mundo árabe que ha sacudido el orden autoritario hasta sus cimientos e introducido un nuevo lenguaje y una nueva era de continua política y revoluciones. Un libro escrito por Fawaz Gerges (The New Middle East: Protest and Revolution in the Arab World, Cambridge University Press 2014) quien es profesor de estudios de Oriente Medio en la London School of Economics, dice que el Oriente Medio también se ha conocido por ser la cuna del “nacimiento del terrorismo moderno”; durante los últimos 50 años, la región ha sido un centro de tensión e inseguridad. Tradicionalmente, las amenazas a la paz y la seguridad mundiales surgieron de guerras y crisis entre Estados regionales que participan en el sistema internacional. Actualmente, las amenazas a la seguridad global se consideran en el contexto del terrorismo global. El 11 de septiembre de 2001 introdujo un nuevo enfoque para hacer frente al terrorismo moderno. En este enfoque, Occidente está decidido a erradicar las causas fundamentales del nuevo terrorismo fuera de sus fronteras mediante la exploración de la correlación entre los problemas regionales y el nuevo terrorismo. En su conjunto, las raíces del nuevo terrorismo sin duda han estado asociadas a los problemas de Oriente Medio. Si se concibió un nuevo terrorismo en la región, es necesario considerar las características políticas, económicas, culturales y religiosas únicas que lo enmarcan, por un lado, y el enfoque del sistema global para abordar estos problemas, por el otro.

Otra teoría sobre el nacimiento del terrorismo moderno en el Oriente Medio escrita por Kayhan Barzegar (Middle East and “new terrorism”, Teherán, Journal on Science and World Affairs, Islamic Azad University, 2013), quien es profesor asistente de Relaciones Internacionales de la Universidad Islámica Azad en Teherán, Irán. Este afirmó que las raíces del nuevo terrorismo han estado indudablemente asociadas a los problemas de la región, afirmando que “si se concibió un nuevo terrorismo en la región, es necesario considerar las singulares características políticas, económicas, culturales y religiosas que lo enmarcan en por un lado, y el enfoque del sistema mundial para hacer frente a estos problemas, por el otro”. El eje del nuevo terrorismo es Oriente Medio, su fuerza motriz es el radicalismo islámico sunita y su representante es Al-Qaeda. Sus principales objetivos son desestabilizar la seguridad internacional, deslegitimar la cultura y los valores occidentales; y por lo tanto, crear un nuevo equilibrio de poder entre Occidente y el mundo islámico.

La Primavera Árabe fue probablemente la característica más significativa de la política global en el Oriente Medio en 2011. Uno tras otro, los regímenes autoritarios árabes decrépitos fueron reemplazados por nuevas fuerzas políticas. En un libro escrito por Christopher Philips, profesor titular de Estudios del Oriente Medio en la Universidad Queens de Londres, afirma que la velocidad de los acontecimientos fue tan grande que los jugadores externos sólo podían apresurarse para adaptarse a las realidades cambiantes, ya que el efecto dominó barrió la región. La Primavera Árabe buscó ganar estabilidad para los países árabes, sin embargo, algunos como Siria, Irak, Libia y Yemen están en guerra civil desde hace más de una década, causando daños incalculables en vidas humanas e infraestructura física. 15 millones de personas han huido de sus hogares, muchos a países frágiles o con problemas económicos como Jordania, Líbano, Djibouti y Túnez, lo que ha dado lugar a la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Los palestinos se están recuperando de ataques y bloqueos mortales. Con reclutas de todo el mundo, los grupos terroristas radicalizados y las facciones sectarias como DAESH están extendiendo la violencia por todo el mundo, amenazando la capacidad de algunos gobiernos para realizar funciones básicas en Siria e Irak. Los países que atraviesan transiciones políticas, como Egipto, Túnez, Marruecos y Jordania, enfrentan ataques periódicos y malestar político, lo que los lleva a abordar las preocupaciones de seguridad sobre el crecimiento inclusivo.

Intervención internacional

Desde el final de la Guerra Fría, el equilibrio de poder internacional ha cambiado a favor de los países occidentales, haciéndolo más frecuente para ellos. En los escritos de Yeuquin Liu, quien es investigador principal en los estudios de Asia Occidental y África en la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai, afirma que esa intervención comenzó imponiendo primero una guerra en Afganistán en 2001, luego en 2003 en Irak, todo como una forma de combatir el terrorismo y preservar la “democracia” en el Oriente Medio. En 2011, la OTAN lanzó una guerra en Libia, utilizando como excusa la “intervención humanitaria”; y bajo el manto de la “legitimidad”, se utilizaron medios militares para imponer cambios de régimen en Libia, Siria, Egipto, Irak y Túnez. La intervención occidental buscaba la legalidad de la intervención, ya sea para emprender una intervención militar o la llamada intervención “humanitaria” en la agitación política en MENA (Middle East and North Africa); Estados Unidos y otros países occidentales prestaron mucha atención a obtener una legitimidad reconocida internacionalmente.

Otra teoría escrita en un libro de Velerie Pacer (Russian Foreign Policy under Dimitri Medvedev, 2008-2012; London and New York; Routledge, Taylor & Francis Group; 2016), quien era candidata a doctorado en el University College of London, afirmaba que la legitimidad en el Oriente Medio se derivaba principalmente del mandato de las Naciones Unidas (ONU) y las disposiciones pertinentes del derecho internacional. Lo que luego hizo que Estados Unidos prestara atención y actuara en el marco de la ONU, presionando a Rusia y China para que apoyaran la intervención de Libia e impulsando la resolución que involucraba a Libia para que finalmente se aprobara en el Consejo, y así obtuvieron la legalidad del uso de la fuerza contra Libia. Cuando el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó las resoluciones de 1970 y 1973, Occidente utilizó instantáneamente la bandera del Consejo de Seguridad de la ONU para establecer la “zona de exclusión aérea” sobre Libia para “proteger a los civiles”, en nombre de la “responsabilidad de proteger”. Sin embargo, desde que Estados Unidos tuvo éxito en su cambio de régimen en Libia luego de derrocar a Gadafi, Norteamérica fracasó en derrocar al presidente sirio Bashar al-Assad, al tratar de convertirlo en un «modelo libio». El 4 de octubre de 2011 y el 4 de febrero de 2012 intentaron dos veces aprobar el proyecto de resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU para intervenir en los asuntos internos de Siria. Ante las dolorosas lecciones de la autorización de la ONU sobre la intervención militar en Libia, China y Rusia vetaron en dos ocasiones el borrador, que efectivamente impedía que los países occidentales siguieran interfiriendo en los asuntos internos y la soberanía de otros países y evitaba en el marco del Consejo de Seguridad, resoluciones mal interpretadas, distorsionadas o abusadas.

Putin criticó la operación dirigida por la OTAN contra Gadafi, pero Medvedev no vetó la operación. Putin dijo que la operación de Libia fue una lección aprendida sobre el veto de la intervención occidental en Oriente Medio, y dijo en 2012 que «nadie puede intentar implementar el ‘escenario libio’ en Siria».

Debido a la ubicación geográfica estratégica de Oriente Medio, ha sido objetivo de intervenciones extranjeras de varios países. La primera gran intervención en la agitación en Oriente Medio fue realizada por múltiples iniciadores y fuerzas impulsoras. Las organizaciones internacionales como la ONU, las organizaciones regionales (OTAN, la Liga Árabe, la Unión Africana y el CCG), Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y otras potencias occidentales, así como países de la región como Turquía, Irán, etc. La intervención más intensa es la vía militar, como el envío directo de tropas de la OTAN para bombardear Libia. La segunda más intensa sería el método de que los países de la región enviaran tropas para solucionar los disturbios. Por ejemplo, ante los disturbios chiítas en Bahrein, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos desplegaron más de 1.000 soldados para sofocar los disturbios. La tercera forma más intensa es que la Liga Árabe y el CCG promuevan la renuncia del presidente del país desestabilizado, y luego llevar a cabo la reestructuración del nuevo régimen, como en Yemen.

La ideología de Putin

Durante la era “poscomunista-soviética”, Putin ha realizado cambios significativos en Rusia, mediante una importante modernización militar ambiciosa, una agresiva política de acercamiento y recuperación de influencia en la vecindad postsoviética, la intervención en el Oriente Medio, la construcción de una red de propaganda global, la creación de nuevas alianzas más allá de Eurasia y en subsiguiente apoyo a esos aliados en el extranjero; todo previendo una inminente confrontación con Occidente. Putin también crea una narración histórica de Rusia y de su propio ascenso al poder, reconstruyendo temas particulares de la historia rusa como el nacionalismo, reviviendo 1945 como una celebración de la gran victoria en la Segunda Guerra Mundial. También creía en la esencia de 1989 y la desintegración de la URSS, ya que lo reivindicó como la “mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, también dijo que “Rusia vivió en el caos durante 10 años”, refiriéndose a la década de 1990, hasta que llegó al poder recentralizando Rusia, reafirmando la estabilidad y la autoridad.

En el “putinismo” impartido como curso de posgrado en la London School of Economics por la profesora Anne Appelbaum, se dice que  intenta ser una ideología coherente, que es una forma de autocracia que es conservadora, populista y personalista. Como tal, difiere en aspectos clave de las dictaduras desarrollistas o transformadoras. Es conservador no solo en su promoción, dentro y fuera del país, de una agenda social tradicionalista, sino también por el significado literal del término: el putinismo prioriza ampliamente el mantenimiento del statu quo al tiempo que muestra hostilidad hacia posibles fuentes de inestabilidad. También la ideología putinista determina la superestructura, y no hay duda sobre el hecho de que la democracia cuidadosamente administrada de Rusia está impulsada, financiada y respaldada por una economía también cuidadosamente administrada. Es, y ha sido desde 1991, un error llamar a este sistema «capitalista», aunque posee algunas instituciones aparentemente capitalistas, como una bolsa de valores y bancos, además de un libre mercado. El parecido es superficial. En verdad, Rusia no es una sociedad capitalista en absoluto. Es una economía petrolera que busca rentas, que se parece mucho más a Arabia Saudita que a Estados Unidos o Europa occidental.

En escritos de Steven Fish se dice que el factor principal del “putinisimo” como ideología es el «populismo». El populismo del putinismo se superpone con su conservadurismo en la forma de esfuerzos que complacen a la multitud para resistir lo que los líderes rusos presentan como el avance del liberalismo decadente en temas como los derechos de los homosexuales y la igualdad de las mujeres. Sin embargo, el conservadurismo del putinismo también limita su uso de otras herramientas en el arsenal populista, como el gasto social imprudente. El populismo y el conservadurismo también son un elemento de la economía del putinismo. Dado que Putin adopta la táctica prudente del gobernante petrolero de distribuir una porción a sectores de la sociedad potencialmente inquietos, y en particular a los muchos jubilados de Rusia. Putin también favorece la sostenibilidad del gasto social por encima de maximizar los desembolsos a corto plazo para los seguidores. Además de utilizar las restricciones presupuestarias para restringir el juego global de Putin para restaurar el estatus de gran potencia de Rusia, al influenciar en las elecciones y gobiernos en países aliados, proyectar propaganda en RT y Sputnik, y el gasto militar en los antiguos Estados soviéticos y Oriente Medio.

La próxima semana analizaremos el discurso del llamado “putinismo” hacia el Oriente Medio y la influencia de su política exterior en la región.

@J__Benavides


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