Hace cuatro años advertíamos que simplemente imponer sanciones no sería suficiente y que debíamos aprender de la experiencia de países como Zimbabue o Cuba, donde a pesar de la muerte de sus gobernantes (Mugabe y Fidel), sus aliados continuaban en el poder después de más de 40 y 60 años respectivamente.

Un ejemplo claro de que la economía no puede derrocar a un régimen es el caso de Robert Mugabe, quien fue apartado del poder solo para que otros militares corruptos tomaran su lugar.

Hoy en día, una pequeña élite, la mayoría en un «exilio» dorado, sigue confiando en que las sanciones y la comunidad internacional resolverán la crisis que carcome a Venezuela. Sin embargo, alrededor de estas medidas coercitivas, abunda la demagogia y la corrupción de dos cúpulas que solo velan por sus intereses.

Es urgente que prive la racionalidad y la sensatez política para llegar a un acuerdo beneficioso que pueda frenar la crisis económica, política y social que afecta a todo el país, tanto a opositores como a oficialistas.

En Unidad Visión Venezuela, creemos firmemente que solo la persistencia de ciudadanos organizados y movilizados logrará los cambios necesarios.

Es crucial comprender que ninguno de los polos políticos puede acabar o aplastar al otro, ya que esto solo impide la gobernabilidad y genera agudización del conflicto y la inestabilidad política, perjudicando en última instancia a nuestro pueblo que lucha por sobrevivir cada día.

Debemos reconocer que las sanciones no son las culpables de los problemas eléctricos, los malos servicios públicos ni el asalto al erario público por parte del chavismo-madurismo.

Las sanciones no son un triunfo; el verdadero éxito llegará cuando restauremos la democracia, superemos el aislamiento y se levanten todas las sanciones, al tiempo que le demos un viraje de 180° a la «política» económica del «socialismo del siglo XXI» que nos ha sumido en la peor crisis de nuestra historia. Nuestro enfoque debe estar en soluciones que nos permitan salir de este atolladero, conscientes de que la economía es la principal preocupación de la gente.

Las medidas coercitivas no representan el enfoque más efectivo, pues su imposición ha agudizado la dependencia, el clientelismo y el control social. Es importante tener en cuenta que al “asfixiar” a Maduro con sanciones, también el pueblo se ha visto perjudicado, en la medida que él ha resistido el impacto de las mismas, debido a  su inmunidad presidencial. Por tanto, debemos considerar alternativas más constructivas y diplomáticas para abordar la situación, buscando soluciones que promuevan la justicia sin afectar el bienestar de un pueblo ya maltratado por sus propios gobernantes.

La mayoría de los venezolanos no están pendientes del gobierno o la oposición, ni de cómo las sanciones benefician o perjudican a unos u otros. Su preocupación radica en cómo reinventarse y sobrevivir al alto costo de la vida, a los problemas con la electricidad, la falta de agua y servicios básicos (como la falta de acceso a Internet).

Desde un inicio, hemos sostenido de manera responsable y objetiva que las sanciones no cambiarán el gobierno. Tenemos ejemplos de esto en países como Cuba, Irán, Corea del Norte, Rusia y muchos más. Es inverosímil que, a pesar de conocer el pésimo resultado de las medidas coercitivas, algunos sigan insistiendo en sacrificar al venezolano de a pie en su aplicación.

Es momento de buscar soluciones reales y efectivas, donde la política y la economía se unan para llevar al país hacia un futuro más próspero y justo, donde las necesidades del pueblo prevalezcan sobre los intereses individuales. Solo con la colaboración de todos los venezolanos será posible superar esta crisis y construir una nación más fuerte y unida.

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