Finalmente ganó Gustavo Petro la presidencia de Colombia. Fue una elección histórica, en términos de romper con los partidos tradicionales. Ninguna de las dos opciones los representaba. Sin duda se expresa un agotamiento y fracaso de las élites políticas que toda la vida han gobernado en este país, pero esta expresión no es nueva; ya en tiempos de Jorge Eliezer Gaitán, el pueblo colombiano buscaba reivindicaciones sociales en su derecho a la tierra, a la educación, a la justicia y el trabajo. Estas aspiraciones fueron truncadas con el asesinato de este líder político, ante su inminente victoria electoral.

El asesinato de Gaitán abrió decenas de años de guerra civil en Colombia. Las demandas sociales eran atendidas a balazos. La polarización llevó al país al extremo del exterminio. Decenas de miles murieron en estos años, millones fueron afectados. Que se hayan alcanzado acuerdos de paz entre las FARC (principal guerrilla colombiana) y el gobierno de Juan Manuel Santos ha permitido que emerjan las demandas sociales y retorne, en cierta medida, la lucha al terreno institucional. Sin este acuerdo de paz hubiese sido imposible la victoria de Petro.

Hay que decir que este acuerdo se da, muy a pesar del rechazo de la élite colombiana más reaccionaria, organizada en torno al liderazgo de Álvaro Uribe Vélez, el expresidente acusado en Estados Unidos y Europa de narcotráfico y vínculos con el paramilitarismo colombiano. Ahora esta élite debe presenciar que en la presidencia de la república esté un exguerrillero del M19, hombre que viene de la izquierda y hoy se ubica en la socialdemocracia de izquierda.

¿Aceptará esta élite uribista el mandato de Petro, o hará lo que siempre ha hecho, tratar de resolverlo a balazos?

Por otro lado, Petro, con fuertes vínculos con la izquierda dogmática que aún ve el mundo a través de la polarización de los campos de batalla entre la URSS y el imperialismo norteamericano (Campismo), exigirá a Petro medidas radicales para “instaurar por decreto el socialismo”, tipo Lenin, Mao o Fidel. Esta izquierda es incapaz de entender el contexto que le ha tocado a Petro transitar. No milita en el éxito de su gobierno, sino en el cumplimiento de su catecismo identitario para acceder a los altares de la historia.

Colombia, al igual que Venezuela en 1998, se enfrentará a corrientes fundamentalistas que tratarán de polarizar a toda la sociedad y convertir la política en campo de batalla, desde el parlamento hasta el último rincón del país. Estas corrientes, que no representan a las grandes mayorías, insistirán en la prepolítica identitaria, de negar todo lo que venga del “enemigo” y apoyar todo lo que venga de mi sector, así sea incorrecto. Esto ya lo vivimos en Venezuela y entusiastamente nos sumamos a falsos dilemas identitarios, más típicos de debates morales que de intereses por el bienestar de la nación.

Petro, al igual que los republicanos en la España de 1936, o Allende en el 73, enfrentará a corrientes que le exigirán y tratarán por su cuenta de radicalizar todo y le tocará enfrentarlas, si quiere avanzar en ese proceso tan complejo de transición democrática en Colombia, porque en Colombia siempre ha gobernado una élite. Petro debe saber entender los tiempos del cambio, las fuerzas del cambio y las ideas del cambio para Colombia. Hasta ahora ha demostrado entenderlo.

Por su parte, la élite colombiana que siempre ha gobernado se debate entre aceptar el mandato de Petro o volver a tiempos pretéritos. Los sectores más responsables y patrióticos saben perfectamente que intentar con Petro una solución de fuerza implicaría un baño de sangre para Colombia y a tiempo indeterminado, por esta razón deben controlar a los sectores más reaccionarios y autoritarios, para que no lleven al país hacia ese destino. Hay que evitar que se impongan los discursos polarizantes.

Finalmente, entra en la ecuación el gobierno de Estados Unidos, que tuvo responsabilidad directa en la guerra civil colombiana. ¿Habrá comprendido que ya no es el hegemón mundial y no puede imponer gobiernos afines a ellos, y que, por el contrario, debe aprender a convivir y respetar a gobiernos no afines a sus intereses porque se trata de naciones soberanas y no de su patio trasero?

Actores como el gobernador de Florida, con esos discursos de la Guerra Fría y del oscuro macartismo, deben ser desmontados y superados. Estados Unidos requiere una dirigencia responsable que enfrente a estos “Trucutrús” polarizantes, pues lo que ocurre en Colombia es demasiado delicado e importante para ser abortado por estos irresponsables.

El dilema de Colombia es si su dirigencia política y social, tanto de derecha como de izquierda, tendrán la madurez para entender el papel histórico que les corresponde desarrollar para convertir a Colombia en una nación plenamente democrática, que supere su pobreza, que democratice la tierra, que detenga las matanzas y la solución de las balas por la solución del diálogo y el acuerdo. Una Colombia que incremente su desarrollo nacional sustentable pero con justicia y libertad. Esa es la Colombia que necesitamos todos en la región, que sirva de faro en tiempos de populismo y autoritarismo de todos los signos.

Petro, al igual que Gabriel Boric en Chile, debe sumarse a las corrientes demócratas que luchan por la justicia social sin sacrificar la libertad y el desarrollo sustentable de sus naciones, pero a su vez, construyendo ejemplos de gestión que estimulen cambios en naciones como Venezuela, Brasil, Nicaragua, Cuba, Haití, hacia futuros de prosperidad democrática.

Por último, los venezolanos debemos dejar de creernos el ombligo del mundo. Después de tantos años de polarización que casi destruye a nuestra república, ¿vamos a insistir con recetas polarizantes? ¿Es que no hemos aprendido nada en estos años?

Pidamos por la protección de la diáspora venezolana en Colombia y por la protección de los perseguidos políticos, pidamos que Petro mantenga su solidaridad con las causas democráticas de Venezuela y el mundo, que no sirva de soporte al fortalecimiento de la autocracia venezolana, pero no juguemos a polarizar a Colombia, que es lo peor que le podemos hacer a nuestros hermanos. Su éxito tributa a nuestro éxito.


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