Marshall Billingslea, exsubsecretario de Financiamiento del Terrorismo del Departamento del Tesoro de Estados Unidos durante la administración de Donald Trump (2017-2021), siempre afirmó que el comerciante colombiano Alex Saab era “uno de los principales testaferros de Nicolás Maduro”.

Por otro lado, la desclasificación del documento, el pasado miércoles por parte del juez federal Robert Scola, reveló que Saab era un informante de la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) y del FBI (la policía judicial de Estados Unidos).

Según los papeles desclasificados, la colaboración de Saab con las agencias de inteligencia estadounidenses comenzó en agosto de 2016. Cuando, junto con su abogado colombiano Abelardo de la Espriella, se reunió con agentes especiales de la DEA y el FBI en Bogotá para proporcionar información detallada sobre la forma en que recibía y blanqueaba los pagos de los contratos para la construcción de viviendas populares en Venezuela, pertenecientes a la Gran Misión Vivienda. Entre los datos que entregó, reveló el diario El Tiempo de Colombia, se encuentran: “Nombres, montos, cuentas, pero también cargos y rangos de los miembros del régimen a los que les pagó por años”.

Asimismo, el periódico informó que previo a la cita en la capital colombiana había habido otra reunión en las Bahamas con ambas agencias, a la cual Saab asistió con dos abogados estadounidenses y que tenía como propósito determinar su intención de colaborar.

Los Saab siempre fueron un objetivo para la inteligencia estadounidense. Gerardo Reyes cuenta en su libro sobre Alex Saab que el padre, Luis Amir Saab Rada, tuvo varios desencuentros con las autoridades estadounidenses cuando aplicó para la visa americana. A cambio le solicitaban que se uniera a ellos. “Necesitamos que usted sea un informante, que nos mantenga al tanto de cualquier asunto sospechoso que suceda a su alrededor, con sus amigos, todo, todo lo que sepa (…) lavado de activos, exportaciones ficticias y vínculos con Hezbolá, el partido político chiita islamista del Líbano que Estados Unidos mantiene en su lista de organizaciones terroristas”. Agrega que el cónsul de Estados Unidos le dijo a don Luis Saab que “en Maicao había muchos paisanos lavadores de dólares, que él podía suministrar sus nombres”.

Pero “el viejo” se negó a colaborar, por lo que nunca pudo viajar a Estados Unidos para ver a la familia que está en ese país.

El libro muestra que los Saab han estado siempre en la mira de la justicia norteamericana por su vinculación con el terrorismo islámico, el narcotráfico y el lavado de dinero.

El mismo año que Saab se reúne con los agentes federales de Estados Unidos en Bogotá,  a uno de sus hijos le es negada la visa estadounidense porque se había supuestamente beneficiado de la actividad ilegal de su padre (lavado de dinero), según documento obtenido por la cadena de televisión Univisión.

Volvía a repetirse la historia en la segunda generación, la visa estadounidense era negada. Pero este caso era determinante para Alex Saab porque si alguna pasión tiene es el amor por sus hijos, según sus amigos.

Saab colabora con la DEA a tal punto que le entregó las ganancias obtenidas de las actividades ilícitas como un coagente comprometido, en varias transacciones: por 3,2 millones de dólares; 3,3 millones; 3,1 millones y 2,9 millones, entre el 28 de noviembre de 2017 y el 5 de febrero de 2019.

Sin embargo, el “colaborador y fuente activa de la DEA” siguió nadando entre las aguas tormentosas de la corrupción venezolana y la política de máxima presión de la administración Trump hasta llegar a un punto irreversible en el que la supervivencia de la organización criminal trasnacional de Miraflores dependía de sus improvisaciones furtivas”. Todo pasaba por Saab.

Basta recordar la anécdota de la exsenadora colombiana Piedad Córdoba, contada en el libro de Reyes: “Un día le recomendó́ a su gran amiga la primera dama de Venezuela, Cilia Flores, a un conocido que quería comprar oro. Eso todo lo maneja Alex, le dijo Flores.

Por ello, los agentes federales empezaron a pedir información sobre miembros de la cúpula del régimen: Tareck el Aissami, el vicepresidente de Venezuela en ese momento; Diosdado Cabello y Nicolás Maduro (noviembre de 2017).

Al no obtenerla, el 4 abril de 2019 Saab recibió una fecha límite para entregar la información que ofreció y se le advirtió que si no la suministraba antes del 30 de mayo dejaría de ser informante y sería acusado penalmente por el lavado de dinero.

Pasadas tres semanas de la fecha tope, el 25 de julio de 2019, el caso de Saab llegó a una corte del Distrito Sur de Florida y entró a la Lista Clinton. En ese momento, el abogado que lo había salvado de la justicia ecuatoriana, colombiana y mexicana De la Espriella, renunció públicamente a representarlo. Sabía que era un caso muy difícil porque había participado en las reuniones con la DEA, el FBI y fiscales estadounidenses en las que el barranquillero se autoincriminó.

En este momento, si sigue declarándose inocente ante el juez Scola por el blanqueo de 350 millones de dólares, continuarán saliendo los detalles de su colaboración con la DEA. Si se declara culpable y colabora con la justicia estadounidense con la información que maneja como uno de los testaferros de Maduro podrá conseguir una reducción de la sentencia y convertirse en un factor de la caída de la organización criminal transnacional de Miraflores. Porque la posible sentencia en el primer caso sería de varios lustros en una prisión federal, mientras que en la segunda podría gozar de un beneficio similar al que obtuvo Alejandro Andrade.

No le queda mucho tiempo para resolver su dilema. Alex Saab: testaferro de Maduro o colaborador de la justicia estadounidense.


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