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El referéndum revocatorio del mandato presidencial es un derecho constitucional del pueblo venezolano. Como tal, es innegociable. Pero sí es absolutamente exigible su aplicación. En la nueva ronda de conversaciones entre el gobierno de facto y la representación legítima de la oposición, el tema del referéndum revocatorio es crucial. Debería ser el punto fuerte de la oposición en su demanda de una salida constitucional, pacífica y democrática del drama nacional. La misma que tantas veces se ha propuesto como la única solución posible. El referéndum revocatorio sería también el asunto de más fácil manejo para el liderazgo opositor, dadas las circunstancias de división y dispersión en que se encuentra. No generaría ninguna oposición ni abstención. No sería la solución final del problema nacional, pero sí el primer paso en firme que se daría en esa dirección.

Se dice que la potestad ciudadana de revocar los cargos públicos de elección popular en Venezuela al cumplir sus ocupantes la mitad del período fue propuesta por el  propio Chávez a la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, encargada de elaborar la nueva carta magna de la República. Esa disposición, aceptada e incluida en la ley fundamental, fue uno de los mandatos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que permitió a Chávez decir, con toda exaltación y jactancia, que era la mejor del mundo porque contenía providencias muy avanzadas y únicas en su género.

No obstante, esa aventajada disposición constitucional solo se pudo ejercer, y en forma  muy restringida, una vez en los 23 años de predominio chavista. Ocurrió en agosto de 2004 contra el propio Chávez, quien lo manipuló aviesamente durante casi un año, anulando centenares de miles de firmas de ciudadanos que tuvieron que ratificarlas bajo amenazas y presiones en un nuevo proceso organizado por el Poder Electoral, totalmente controlado por él, mientras se montaban a toda prisa las misiones y los numerosos programas de ayudas directas que permitieron cambiar la correlación de fuerzas a su favor. De haberse realizado el referéndum revocatorio en la forma adecuada y en el tiempo correcto, Chávez hubiera tenido que abandonar el poder ese mismo año.

Su sucesor, Nicolás Maduro, no perdió tiempo con ese tipo de manipulaciones, las cuales, en realidad, no podría haber realizado por falta de recursos económicos, que a Chávez le sobraban pero que a él le faltaban. Por eso fue directo al grano impidiendo la celebración del referéndum revocatorio de su mandato mediante absurdas medidas judiciales que, además de constituir un exabrupto jurídico, significaron de hecho un golpe de Estado.

Suponemos que en el nuevo diálogo con el oficialismo la representación opositora presentará el tema del referéndum revocatorio de Maduro, que puede ser activado a partir del mes de enero de 2022, fecha en la que se cumple la mitad del mandato presidencial que usurpa. Suponemos igualmente que la oposición exigirá como punto fundamental e indiscutible que Maduro no imposibilite su realización, como lo hizo en 2016, y que el referéndum se realice con todas las de ley, bajo la presencia y el aval de los países facilitadores del diálogo y del resto de las naciones que apoyan una salida democrática en Venezuela. Los representantes de la oposición con este planteamiento no estarían demandando ninguna concesión especial al régimen madurista. Simplemente estarían exigiendo el respeto de un derecho constitucional y punto.

Por lo demás, y esto es lo más importante, el referéndum revocatorio podría ser, como dijimos antes, el primer paso en firme para solucionar el drama nacional. Si Maduro se somete al mismo, como es su obligación, y lo pierde como es previsible, se podría formar de inmediato un gobierno de integración nacional que sirva de transición a la democracia y que inicie la recuperación de parte importante de lo que el país ha perdido a lo largo del desbarajuste chavista: la paz, la tranquilidad, la democracia, la institucionalidad, el reintegro de Venezuela al mundo occidental al que pertenece, el crédito internacional, el retorno de las inversiones y de los millones de compatriotas que se han ido, en fin, el cese de la profunda regresión que nos ha conducido a la ruina.

 


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