El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, el Pabellón Nacional volverá a iluminar en sus franjas con el amarillo del sol y las hojas del araguaney, el azul brotará con los cerúleos del mar y el firmamento, y el rojo brillará por los pétalos de las rosas, y será izada desde la excentricidad del Ávila, en la magia del Roraima y las nevadas del pico Bolívar para conformar el oxigonio de la vida, la libertad y la esperanza.

El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, Canaima volverá a reverdecer en su naturaleza más profunda,  y cada salto desde la majestuosidad del Ángel hasta el delta del Orinoco marcarán nuevamente en sus cascadas y cauces, el oximoron del día y de la noche conjugado en un permanente despertar de sonrisas indígenas,  llaneras,  andinas y orientales.

El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, los sueños de los niños volverán a ser realidad en la escritura de su presente y el porvenir de su existencia, porque los tentáculos de la maldad quedarán diluidos ante la preeminencia de la verdad, la justicia y el amor.

El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, nuestras costas volverán a sentir en sus playas toda la dimensión y geometría de la hermosa mujer venezolana, quienes nuevamente serán ataviadas con la plenitud de los colores en cada espacio del norte, del sur, del este y oeste, mientras el oleaje y el atardecer revivan los hilos desde la sima del mar hasta la cima del arco iris.

El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, los sentidos de la gaita zuliana, el galerón margariteño, el tambor barloventeño, el joropo llanero y el vals andino sonarán con el canto de los pájaros, para sembrar otra vez desde la ternura de una madre, las afinidades más puras que nos permitan unirnos nuevamente como un solo pueblo.

El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, nuestros médanos, valles, montañas, selvas, sábanas, pueblos y ciudades sentirán que ha llegado el fin de la sequía humana, la negación pensativa, el sacrilegio de la justicia y la crucifixión de la democracia.

El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, habrá fenecido la semántica y la acción de la devastación política, el neoholocausto, el latrocinio, la venganza, el hambre, la pobreza, la emigración y la muerte.

El día en que Nicolás Maduro abandone el poder, Caracas levantará en señal de renacimiento histórico la única espada del Libertador, mientras desde el Campo de Carabobo y el lago de Maracaibo sonarán las estrofas del Himno Nacional, donde las voces de los venezolanos entonarán desde el alma un «Gloria al Bravo Pueblo» que redimirá la oscuridad de un pasado,  ante el florecimiento de la patria y el devenir de otra Venezuela.

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