No tiene mucho de nuevo el reordenamiento decidido por el Foro de Sao Paulo, Grupo Puebla, eje Castro-Maduro y demás zarandajas. Tampoco en lo de intentar y fracasar donde más ilusiones tenían, con la excepción de Venezuela.

El viejo orden lo habían intentado levantar a golpes sangrientos de poco éxito. Fidel y quien estuviese en el Kremlin, sin hacer referencia a misiles, evacuados con apuro por los soviéticos, fue un asunto entre el inexperto, presionado John F. Kennedy y un remoto Nikita Kruschev. Castro se enteró, se sintió parte, en la cúspide del poderío mundial imperial soviético; después al retirarlos sin preguntarle, se dio cuenta de lo que era un dependiente servil de Moscú.

Tras fracasos, agitando África perdiendo sangre y vidas, comprobar que los surafricanos estaban más cerca y decididos por aquellas tierras, tuvo que salir del Caribe con misiles entre las piernas. El primer secretario del Comité Central del Partido Comunista decidió que el latoso discurseador cubano, estaba más cerca de trópicos caribeños y frustraciones andinas, dejando estos horizontes para dedicarse a sus propios peligros. El apremio expansivo chino por el levante y el poderío europeo con financiamiento y liderazgo estadounidense por el poniente.

Fidel entusiasmó a muchachos, entrenó guerrilleros, analizó planes desequilibrados en selvas más densas e implacables que las propias, pero sin prever partidos políticos democráticos sólidamente enraizados en sus pueblos.

Prepotente e iluso en su propia cárcel nacional, no logró entender, menos digerir, que las masas campesinas latinoamericanas pedían justicia social que entendían por atención a servicios, obras públicas y dineros gubernamentales, pero no pensaban ni importaba la diferencia entre izquierda derecha, ni eran ni serían comunistas como los jefes rusos, chinos y cubanos.

Fidel jamás comprendió del todo que él había sido parte de una ilusión reinterpretada, -fácil ser de comunista izquierdoso cuando se escribe en Manhattan, Londres o París-, habían derrotado a un ejército desmotivado enviado por una tiranía de baja moralidad, mientras los guerrilleros motivados luchaban en las montañas.

Aldeanos, obreros y trabajadores reconvertidos por el castrismo podían aprovechar símbolos marxistas, pero terminaban convertidos en terroristas, extorsionadores como Sendero Luminoso y Tupamaros, asociados y enriquecidos por el narcotráfico, FARC y ELN colombianos, o simplemente derrotados por el ejército. No entendió que Salvador Allende no llegó al Palacio de la Moneda porque los chilenos fueran comunistas, sino debido a la terquedad de Radomiro Tomic, prefirió cederle el poder antes que a sus adversarios socialistas democráticos, error político que costó 3 años de desastre socioeconómico y 17 de firme e implacable dictadura militar.

Fidel, cuyo sostenedor financiero se le había derrumbado junto con su vergonzoso muro, le apareció un brasilero que pensaba como sindicalista, actuaba como líder obrero y gobernaba con respeto a una democracia que a los cariocas les había costado sangre y desasosiego. Se puede acusar de lo que se quiera a Luiz Inácio da Silva, pero ese popular Lula respetó la democracia, una cosa es engañar, permitir la corrupción, y otra, tiranizar.

Y la elevación democrática, emocional en Venezuela de un militar derrotado, pero triunfante en populismo gracias a la confusión, en un país con problemas, pero rebosante de petróleo. Y Castro, cuyo talento no puede negarse, logró envolver al joven llanero cuyo sueño era jugar béisbol, haciéndole creer que sería su gran sucesor, abriendo la caja fuerte venezolana.

Chávez, seducido con artimañas castristas aprendidas en décadas de fracasos y carencias, permitió e incluso incentivó la aplicación de las teorías castromarxistas en Venezuela; los resultados son evidentes: el desastre es notorio e inocultable.

Fue Lula, político y sindicalista experimentado, quien dio alas al Foro de Sao Paulo, y el dinero en manos de Chávez lo financió. Castro consiguió casi al mismo tiempo, proyección, peso latinoamericano y financiamiento para mantenerse en el poder a costa del trabajo de sus médicos, asesores para actividades deportivas, consultores militares, consejeros policiales, Chávez el sueño de ser eterno y a la muerte de Castro su heredero en liderazgo internacional.

El Foro de Sao Paulo fue un fracaso, como todo lo comunista; Fidel no se murió para dejar a Chávez de heredero, fue al revés; los Castro heredaron el país que, entre ellos, Chávez y su propio sucesor, Maduro, llevaron al desastre con demasiadas complicidades interesadas.

Fue la Venezuela del usurpador que abrió las puertas nuevamente al Foro de Sao Paulo, y allí se decidió el ataque inmisericorde, ahora más violento, al sistema democrático continental, lleno de fallas e ingenuidades, injusticias y retrasos descuidados, pero siempre enraizado en los hábitos populares.

Han estado desestabilizando, destruyendo Chile, agitando Ecuador, estremeciendo Perú, pero no están ganando porque la revolución y violencia solo germinan en la podredumbre, como sucedió en la Rusia avejentada, tradicionalista e injusta de los zares, en la Nicaragua atragantada por los Somoza, en la Cuba desmoralizada de Batista.

Agitaron Colombia y tampoco lograron más que represión de un ejército respetado, apreciado por su pueblo y la frustración de colombianos que ahora empiezan a dialogar entre ellos, con un presidente joven y preparado para ajustes. En Ecuador y Bolivia fueron sectores menos favorecidos por la fortuna los que pusieron punto final a los incendios y desorden, en Quito los indígenas negociaron con el gobierno, en Bolivia solo algunos productores y traficantes de coca defienden a un Evo Morales cuyos propios militantes votaron por nuevas elecciones sin él.

El Foro de Sao Paulo conduce un programa de terrorismo en latinoamericana y, como siempre, suenan mucho y consiguen poco, incendiar metros y autobuses es inversión de renta corta. Debe estar muy preocupado un régimen que alardea mucho de comunismo y alimenta poco a sus ciudadanos, porque está comprobadamente inmerso en ese plan cuyo fracaso ya se nota, y que no sabe cómo convencer a su propia gente de que las cosas van bien.

Fidel Castro murió y lo enterraron, Hugo Chávez falleció y sepultaron, a Maduro y alrededores les cierran vías de salida, el Foro de Sao Paulo es solo otro nefasto, maligno programa de escándalos y fracaso.

@ArmandoMartini


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