La política es una actividad de lucha y de donación al mundo social como proyecto colectivo. Y es exactamente en ese carácter o dimensión que la política se encuentra en fuerte crisis en Venezuela –si no en franca orfandad y retirada– entre nosotros, la política, en efecto –la política entendida como ese espacio de tensión que se abre cuando no nos ha ganado la sensación de inexorabilidad de lo que se nos presenta como dado, la política concebida como terreno de discusión de proyectos y de lucha por el sentido–, parece hoy haber mutado, junto a otras tres importantes transformaciones ocurridas en la contemporaneidad, como son la intermitencia de la democracia como apuesta por la participación deliberativa y activa de los ciudadanos en los asuntos que les conciernen por un lado, el quiebre del Estado como actor central del juego de los poderes hoy venido a menos como garante del bien común, y como referencia material y simbólica universal de la modernidad y, finalmente, la emergencia de pandemias con efectos globales que trastocan a las democracias y los gobiernos, a la salud, la economía, las expectativas y la convivencia ciudadana, como ocurre con el coronavirus.

De manera que los signos de hoy son el malestar de la política, el vaciamiento de la democracia como ideal de vida y como tipo de ordenamiento político, y finalmente, encontramos al propio Estado que parece también estar en retirada en varios ámbitos dejando en su lugar ciertos vacíos que intentan ser ocupados por otros actores y que por supuesto implican transformaciones importantes.

Estos retrocesos –el de la política como proyecto y deliberación, el de la democracia como ideal y gobierno, y del Estado respectivamente–, sobre cuya estela estamos tratando de situar nosotros el análisis que aquí nos interesa y nos preocupa, el de la política misma. La revalorización de la política solo será posible de la mano de la revalorización de la democracia y por ende de la política democrática, porque no habrá política en ningún sentido más o menos riguroso de la palabra si no nos decidimos a asumir colectivamente nuestro destino; también plantear y retomar las utopías, entendidas como las capacidades para imaginar otros futuros, otros escenarios, otros horizontes distintos de los actuales y con mayores niveles de ciudadanía y prosperidad en esta época poscovid-19.

El horizonte actual de la política y la democracia es complejo y confuso y se entremezcla con crisis ecológicas, migraciones, xenofobia, flujos financieros, desempleo, terrorismos variados, nuevas esclavitudes, la reducción del Estado y sus efectos, además, incremento de la pobreza, desempleo, nuevos virus y pandemias que requieren respuestas y soluciones en beneficio de nuestros ciudadanos, de nuestras urbes y ethos, donde la política debe recobrar su papel de nobleza y servicio, y hacerlo precisamente a través de la democracia y del andamiaje institucional que la sustenta en el caso venezolano en franco declive.

La radiografía que hoy podemos hacer de la democracia y fundamentalmente de la política no es nada halagadora, y allí precisamente está el germen de la esperanza, la crítica y su replanteamiento hoy. Los tiempos de crisis son tiempos de oportunidades. Uno de los temas recurrentes para muchos analistas y pensadores contemporáneos lo constituye inequívocamente la metamorfosis y los cambios que asume la política en la última década. Dichos problemas traen aparejado una serie de retos e incertidumbres de diversa índole para el ciudadano, para la democracia y para las propias sociedades sumergidas en proceso de modernización y algunas de cambios profundos en materia cultural, tecnológica y económica.

Venezuela se constituye en un gran laboratorio donde pululan una gama amplia de fenómenos y situaciones, muchas degradantes y a contrapelo del progreso, la civilidad y la condición humana. Sin embargo, en estos tiempos pardos (donde el país que tuvimos otrora época estable y floreciente) y de una complejidad única estamos obligados a no claudicar y no perder de vista la necesidad de nuevos  proyectos, actores y lógicas que le devuelvan cohesión, sentido y esperanza a Venezuela y a los venezolanos frente a la orfandad de la política y de los políticos que hoy nos define.

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