Hay una campaña constante de difamación contra el gobierno revolucionario que manda en Venezuela desde el siglo pasado. Un gobierno (un régimen le dicen también, como si hubiera un afán de prolongarse en el tiempo) que ha garantizado a todas y todos los ciudadanos y ciudadanas la estricta aplicación de la ley con el objeto supremo de mantener vigente el derecho a callar.

Callar es garantía de tranquilidad republicana. Lo contrario, contra lo que se está en alerta permanente, es pura y simplemente desestabilización.

Por eso ha comparecido ante la patriótica Asamblea Nacional, el honorable diputado Diosdado Cabello para preguntarle a los atentos y atentas diputados y diputadas si habían escuchado hablar de las ONG. A lo que todos y todas han respondido con un rítmico movimiento de la cabeza de arriba abajo, de abajo arriba, de arriba a abajo…

La segunda pregunta del avispado diputado era si sus colegas (y colegos) habían caído en cuenta (y en cuento) de que las fulanas ONG habían adquirido fuerza desde la llegada al poder del compañero revolucionario Hugo Chávez (allá por el siglo pasado, esto no lo dijo). Los abnegados y abnegadas diputados y diputadas volvieron al arriba abajo, abajo arriba, arriba abajo.

En otra suerte de considerando y consideranda, el preocupado diputado clarificó ante los atónitos y atónitas oyentes, oyentos y oyentas que ONG significa organizaciones no gubernamentales  (evitaron usar la cabeza con  la señal de costumbre) y es cierto que el gobierno bolivariano no las financia (si se suspendieran las sanciones lo haría, casi que dice eso) pero los reales los pone el imperialismo yanqui, por tanto no son no gubernamentales y aquí si se desató el movimiento de las cabezas.

Acto seguido, desde las alturas del hemiciclo y hemicicla parlamentario y parlamentaria se procedió a votar en primera discusión (es decir, en un primer asentimiento de cabezas) el proyecto de ley de «fiscalización, regularización, actuación y financiamiento de las ONG y afines» (a-fines de callarlas), sírvanse manifestarlo con la señal de costumbre y el presidente de la AN levantó su mano derecha (curioso,¿no?)

Los diputados y diputadas comprendieron que por tratarse de la preservación de ese caro derecho a no decir nada no bastaba con asentir con la cabeza sino que además había que levantar el brazo, lo que todos y todas hicieron sin decir ni mu. (A quienes llegaron tarde, la sesión se puede ver por Youtube en todo su esplendor y esplendar).

Las ONG en Venezuela tienen la pésima costumbre, como si existiera el derecho a hablar, de andar difundiendo cosas desagradables como por ejemplo: la desnutrición de los venezolanos y también de las venezolanas, de los niños y adolescentes, y también de las niñas y adolescentas; hablan, como si eso estuviera permitido, de la pobreza; hablan, como si esto no implicara riesgos, de la tortura en las cárceles; hablan, como si fueran ciudadanas y ciudadanos, de los crímenes machistas y de machitos; hablan de escuelas inundadas, de hospitales sin anestesia ni gasa…, como si existiera el derecho a decir la verdad o una partecita de ella.

Y hay algunas ONG que dicen, por ejemplo, que en Venezuela en lo que fue el año 2022 ―ya seguro estarán registrando este año 2023, y esas citaciones delivery que el gobierno hace llegar a los hogares con reconocida diligencia― cerraron 80 emisoras de radio y en total desde 2003 a la fecha 284 (lo que confirma que llevan la cuenta, y el cuento, desde que llegó el compañero revolucionario al poder). Si se mandan a callar, por algo será.


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