consulta popular
Foto: Yuri Cortez / AFP

No aluden estas líneas, como sugiere el encabezado y aunque estemos en un mes de alta graduación alcohólica, al último trago de una francachela ni al one for the road del duro detective privado o el matón perdonavidas, imaginados por algún paperback writer de tres al cuarto; se refieren sí a la condición postrera de estas divagaciones en el pandémico y agonizante annus horribilis 2020, pergeñadas el jueves 17 de diciembre, Día Internacional para poner fin a la Violencia contra las Trabajadoras Sexuales —¡no agredáis a la putas, joder!— y aniversario CXC de la muerte del Libertador.

Ha sido este diciembre (a)normalizado a juro, mediante un ucase del dictaduro, tristemente enlutado a causa del naufragio del peñero Mi recuerdo y el trágico final de sus ocupantes. Conviene, pues, dejar en paz al lector y poner la pluma en reposo hasta el domingo 10 de enero, cuando haya comenzado nuevamente el acuartelamiento, perdón, la cuarentena. Para entonces, tal vez sepamos exactamente cuántos compatriotas perdieron la vida en su accidentada huida del infierno escarlata, desafiando el encrespado oleaje del mar de la felicidad, en busca del paraíso perdido en Trinidad y Tobago, donde, se conjetura, se les impidió desembarcar. El atroz suceso producido en socialismo es pavorosamente simétrico a la tragedia de Vargas acaecida hace 21 años, un desastre natural mal gestionado y propagandísticamente aprovechado, ¡ah, Goebbels!, a objeto de emular a Simón Antonio de la Santísima Trinidad y soltar una boutade del tipo «si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella, etc., etc.», obertura del (des)concertante y catastrófico drama castrochavista, cuya coda se ha extendido más de la cuenta en un obstinato (aparentemente sin fin) a cargo del valido Nicolás.

A fin de esquivar ambigüedades, estuve a punto de titular esta descarga Con un pie en el estribo, castiza expresión de la cual echó mano Miguel de Cervantes en la dedicatoria a Pedro Fernández de Castro, duque de Lemos, de su novela  Los trabajos de Persiles y Sigismunda —Puesto ya el pie en el estribo,/con las ansias de la muerte,/gran señor; ésta te escribo—, pero desistí porque, a pesar de tratarse de una frase hecha (o precisamente por ello), Víctor Valera Mora, el Chino, la usó a guisa de nombre de un poemario suyo publicado en 1972, y no quise arriesgarme a ser acusado de plagiar incendiarias irreverencias o travesuras de un enfant terrible y monstruo sagrado de la «poesía comprometida» venerado acríticamente en el parnaso bolivariano. Y de momento, ¡basta! Pongámosle freno a las digresiones y revisemos someramente un par de eventos definitorios de las dificultades a sortear no más comenzando el año 2021.

No creo, cual terminan pensando quienes en estos tiempos de reclusión y a falta de la conversación y el intercambio de opiniones en los lugares acostumbrados —la oficina, el club, el parque o el bar de la esquina— eligen forjar una realidad a la medida de sus antojos y prestan mayor atención a los mensajes cargados de desinformación y fake news de la comunicación alternativa, que el arma secreta del nicochavismo es la atomizada oposición. Se piensa, claro, en un antichavismo atomizado, incapaz de ponerse de acuerdo en torno a un único objetivo y de diseñar una estrategia para alcanzarlo; empero, a pesar de los pesares, la disidencia democrática (G4) logró motivar a casi 7 de millones de venezolanas a alzar su voz en la consulta popular. Semejante hito se traduce en una lección ejemplarizante a ser aprendida por la oposición pasteurizada: unificar criterios y multiplicar energías demanda superar reparos y cuestionamientos derivados de las aspiraciones subalternas de dirigentes burocráticos con mediocre poder de convocatoria y sin cualidades ni vocación de estadistas.

«Un político piensa en las próximas elecciones; un estadista, en las próximas generaciones». Traemos a colación la muy celebrada sentencia de Otto Von Bismarck (1815-1898) a propósito de afirmaciones de Leopoldo López, en entrevista realizada durante su visita a Bogotá: «Nos toca cohesionar y fortalecer la presión alrededor de un objetivo que nos unifique. Y ese objetivo que nos unifica, tanto a los venezolanos como a la comunidad internacional, es ejercer toda la presión diplomática, económica, comunicacional, para lograr unas elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables». ¿Pueden, en las actuales circunstancias, ser las elecciones un fin en sí mismas? Personalmente no lo creo, entre otras cosas, porque así consideradas postulan negociar con quienes las han envilecido, convirtiéndolas en tabla de salvación y mecanismo de perpetuación en el poder. Tal electoralismo probablemente sea una desviación o acaso un reflejo condicionado por la alternancia practicada durante la mal llamada cuarta república, es decir cuando vivíamos en democracia, existía separación de poderes y el arbitraje comicial lo ejercían independientes de acrisolada solvencia. Pero, votaciones ¿cómo? ¿Al modo bielorruso? Si esta descarga fuese ilustrada, insertaríamos una mano mostrando la seña del mudo, ¡mii!, o dos con el no menos elocuente ¡por aquí se va pa’ San Diego!

La obsesión sufragista del exalcalde de Chacao intrincó la hoja de ruta del interinato. El mantra era quizá excesivo. Hubiese bastado con exigir el cese de la usurpación y postergar, para cuando llegásemos a ese puente y estuviesen dadas las llamadas condiciones objetivas, las «elecciones presidenciales libres, justas y verificables». ¿Puede la votitis aguda de algunos bien pensantes imponerse a la botitis crónica del ilegítimo mandante? A la luz de lo sucedido el 6D no pareciera factible; sin embargo, hay en el discurso del fundador de Voluntad Popular un encomiable y reiterado llamado a la unidad en torno a un objetivo y una estrategia —no dos y mucho menos tres— como condición sine qua non para transitar exitosamente el sendero del cambio: «La estrategia, lo repito una y otra vez, la unidad alrededor de un objetivo común, libertad y elecciones. Y esa estrategia pasa por unificar a los sectores democráticos dentro de Venezuela y a la comunidad internacional (subrayado nuestro)».

Cada quien tiene derecho de objetar las opiniones de López y la actuación de Guaidó al frente del interinato. Pero la intolerancia y malcriadez de Henrique y María Corina son irritantes —la rivalidad es a veces constructiva, la envidia, al contrario, destructiva; no en vano es uno de los 7 pecados capitales—. La Machado reclama al interinato no haber hecho lo suficiente para propiciar una intervención (¿?); Capriles, en rol de sepulturero, dio por muerto político a Juan Guaidó; no obstante, y cómo debe ser, el aún presidente encargado y reconocido por casi 60 países, al calibrar la situación del país, manifestó su disposición a mantener la conducta y minuta del Parlamento, pese a estar a punto de ser relevado por un espurio cónclave ficcional teñido de rojo bolivariano. A estas alturas, pienso, su liderazgo ha sido reivindicado con la masiva concurrencia virtual y presencial al plebiscito organizado y convocado por él y la resistente y auténtica Asamblea Nacional. Al respecto y ya casi para terminar, es pertinente (y suficiente) leer un fragmento de un reciente comunicado de la Secretaría de Estado norteamericana. Cito in extenso: «La consulta popular fue un proyecto democrático audaz, se coordinó un voto transparente, tanto presencial como virtual. A pesar de todos los desafíos de vivir en Venezuela (escasez de gas, cortes eléctricos y hostigamiento por parte del régimen, así como sitios web bloqueados o eliminados, uso de la violencia para intimidar, represión y persecución), fue un logro sin precedentes. Esta manifestación representa el poder de millones de venezolanos que se organizaron y pronunciaron por el cambio, y renueva la lucha para realizar elecciones presidenciales y parlamentarias libres y justas a Venezuela. Estados Unidos seguirá apoyando al pueblo venezolano en su lucha por devolver a su país la democracia y la prosperidad, y seguiremos reconociendo la legitimidad de la última institución democrática en ese país, la Asamblea Nacional electa libremente en 2015». Semejante espaldarazo es un respiro para quienes hemos depositado nuestra confianza en Guaidó, quien sin duda ha cometido errores y en más de una ocasión ha fallado por omisión; empero, de los errores se aprende. Solo el Papa es (o era) infalible y un líder no es réplica de la Inmaculada Concepción. Ojalá el Niño Jesús nos trajese de regalo una anagnórisis y la ultraoposición al G-4 reconociese a Guaidó como el líder de la unidad necesaria. Mas, deseos no empreñan, tal sostuvo el Dr. Lusinchi. Y, deseándoles a los lectores las convencionales e ineludibles felicidad en Navidad y prosperidad en el nuevo año, apuro el del estribo con un hasta luego. Nos vemos en enero.

 


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