Organización cambiará formato de debates entre Trump y Biden para evitar caos
Foto EFE

El martes 29 de septiembre en la noche se produjo el primer debate entre el exvicepresidente Joe Biden y el presidente Trump. De muchos asuntos que podrían analizarse, vamos a espigar tres.

Primero, las encuestas revelan con nitidez un ganador: Joe Biden. Según un sondeo de CNN, 6 de cada 10 observadores del debate dieron a Biden como el triunfador y solo 28% de los observadores pensó eso de Trump. No hay duda de que Biden superó a Trump, quien no hizo más que sabotear el evento, sin advertir que, de hecho, se perjudicó a sí mismo y, desde luego, al ejercicio de la democracia.

En segundo lugar, deben considerarse otras aspectos, más allá de las encuestas de desempeño en el debate. Las tendencias posteriores al encuentro reafirmaron el liderazgo que ya tenía Biden. La encuesta aludida, realizada por SSRS para CNN, revela que el debate no cambió significativamente las preferencias previas del electorado (por Trump o por Biden), ni movió de manera significativa a los votantes indecisos. Sin embargo, los datos muestran una ligera inclinación contra Trump, tras su actitud en el debate; y el dato que resalta en las mediciones es que las personas que creen que Biden ganará las elecciones (independientemente de su preferencia) saltó de 53% a 60%, después de ver el debate.

Más importante aún, dado que los debates evidencian el carácter de los participantes, este ofreció otra prueba monumental de que Trump no tiene cualidades de estadista y que Biden, en cambio, tiene el talante presidencial. Biden, enfrentando con éxito el sabotaje de Trump, habló directamente a la audiencia en varias ocasiones y mostró su empatía por los estadounidenses, en medio de la crisis que vivimos. Específicamente, describió de forma somera su plan para proteger y expandir la Ley de Cuidados Asequibles (Obamacare) y esbozó su plan para conciliar la recuperación de la economía con la protección de la salud y la vida de las personas frente al COVID-19. Trump, por su parte, mostró lo que sus acciones han demostrado: a él no le importa la gente, se trata de él y de imponer su agenda personal (y la de quienes tienen poder económico a su alrededor) a través de su presidencia.

Debe enfatizarse, una y otra vez, que Trump no condenó, en el debate, a los grupos que promueven la supremacía blanca. Más bien, les pidió que “se mantuvieran al margen y atentos” (stand-back and stand-by, fueron sus palabras). Una posición contraria a los valores americanos.

Este llamado a los supremacistas blancos para que simplemente «se mantengan en espera» es muy preocupante en sí mismo, pero particularmente peligroso a la luz de las declaraciones de Trump de no comprometerse a reconocer el resultado de las elecciones ni garantizar una transferencia pacífica del poder, como es la tradición estadounidense. El Senado ya había aprobado una resolución unánime, la semana pasada, respondiendo a semejante absurdo. No obstante, insistió en ello durante el debate.

La alarmante afirmación de Trump carece de fundamento. La posibilidad de fraude o error en los votos por correo es de menos de 0,0025% (prácticamente inexistente) según todos los estudios bipartidistas. El propio director del FBI del gobierno de Trump ha negado rotunda y categóricamente esa posibilidad hasta la fecha. El voto postal es una alternativa legítima y legal del votante, esencial en pandemia y, según las encuestas, el método preferido de votación para los electores demócratas y los adultos mayores. Esto abre la posibilidad de que Trump esté incurriendo en otro «silbido canino» a los supremacistas blancos (para que estén listos si él aprieta el gatillo de no seguir el camino institucional), antes de que se obtengan los resultados finales, contando, según la ley, todas las boletas enviadas por correo.

El pueblo estadounidense se merece algo mucho mejor de lo que vimos en el primer debate presidencial. Y no hay duda de que, con base en lo que acaba de ocurrir, corresponde exclusivamente al presidente Trump ponerse a la altura de las normas democráticas.

El mundo también está mirando estos debates y preguntándose si el pueblo estadounidense impulsará cambios a la Casa Blanca, si reclamará el liderazgo moral en los asuntos internacionales, o si la presidencia de Trump es una indicación fatal de un declive en la posición de Estados Unidos frente a los asuntos globales.

Las encuestas recogen las reacciones de los consultados, lo que dicen ante una pregunta, pero no registran las impresiones que han empezado a tomar cuerpo en la psicología colectiva. El debate del martes no dejó lugar a dudas. El país y el mundo saben quién es quién. Cualquier decisión se tomará sobre la base de unas opciones muy claras.

Al momento de escribir esta nota, se ha confirmado que Trump está contagiado con COVID-19. El diagnóstico proyecta una sombra de incertidumbre sobre muchas cosas, pero, de seguro, sobre los dos futuros debates, dado que el presidente entra en cuarentena y habrá que esperar cómo evoluciona su salud. En cualquier caso, con más debates o sin ellos, esperemos que triunfe la democracia y gane la esperanza frente al oscurantismo encarnado por Trump.

@Lecumberry

 


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