Por Freddy Millán Borges

El daño antropológico, tal como referimos en la entrega anterior, en una categoría desarrollada por los pensadores cubanos Aguilar León, Valdez Hernández, Müller, entre otros, desde el humanismo cristiano, para comprender el fenómeno del empobrecimiento material y espiritual, sin reacción ante una crisis sin precedentes en Cuba, luego inoculado en Venezuela de la mano del populismo militarista hasta la crisis humanitaria actual, que nos tiene entre los países más pobres del mundo; un petroestado quebrado, en hiperinflación, en default de deuda y en estampida migratoria.

En medio de las perturbaciones no deja de crear polémicas el término, con resistencias y reservas, frente a distintas posturas que van desde el liberalismo individualista hasta el marxismo colectivista. Nacido en el pensamiento cristiano, en perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia y con influencia del personalismo comunitario, el daño antropológico se ha concebido como una enfermedad antropológica que afecta la persona humana en sus dimensiones personal y comunitaria, llevándola a lo que Jaspers denominó situaciones límite, afectándola en sus condiciones espirituales, éticas, psíquicas, cognitivas y relacionales.

¿Cómo llegamos a esta situación? Es una pregunta que se formula en distintos niveles y espacios en los que somos convocamos a pensar. La sociedad venezolana fue seducida por un discurso demagógico; muerta la ilusión de prosperidad, prolongando el rentismo, el hipercriticismo, el esnobismo, la antipolítica, en agitación de los resentimientos sin comparar y menos analizar lo que ocurría en la región latinoamericana, viabilizado y ampliamente difundido por los medios de comunicación social.

El fenómeno que desembarca en Venezuela, como el resultado de una operación de control sociopolítico, entraña un carácter multidimensional. Asdrúbal Aguiar (2021) señala:

De «daño antropológico» hablan los entendidos hace algún tiempo, para referirse, tomando como ejemplo a la experiencia cubana, al “embargo de los proyectos de vida independientes”, al desmigajamiento del alma y el desaliento existencial, bajo los paternalismos destructores, ayer del comunismo, luego del socialismo del siglo XXI en Venezuela, sucesivamente del progresismo “poblano” en avance… Cabe tener presente y como ejemplo que “en la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo”, como lo advierte Juan Pablo II en su Encíclica Centesimus Annnus (1991).

Rafael Uzcátegui (2020), defensor de los derechos humanos desde Provea, destaca cómo los jesuitas del Centro Gumilla han asumido el concepto de daño antropológico, contextualizado en nuestra realidad y como sus características: “…han orbitado en torno a la implosión del proyecto de vida de la mayoría de los venezolanos, de cómo su manera de ser, estar y proyectarse en el territorio se ha trastocado irreversiblemente para mal”.

Los venezolanos sumidos en el insilio, la sobrevivencia y sin conseguir referentes, se han centrado en la solución individual y perentoria de sus necesidades básicas, descritas por Maslow en su pirámide de motivación humana. El quiebre de la alteridad, negarse a las noticias, a las predicciones sobre el curso de los acontecimientos con mayor deterioro; han impulsado un duelo con estados de negación, ira, resentimiento y descreimiento contra la dirigencia que alimentó la esperanza de salida rápida.

En los imaginarios sociales, como los explica Castoriadis, se han formado un conjunto de mitos sobre la invencibilidad; la infalibilidad, el militarismo, el control de las comunicaciones, las conversaciones privadas, la intimidad y hasta del pensamiento en esquemas de lo que Orwell llamó el Big Brother y Foucault el panóptico, desatando una paranoia, que antes se observó en regímenes totalitarios como el soviético, el coreano del norte y el cubano. Sentimos una paralización por la aparición del fenómeno de la tercerización, patentizada bajo la premisa de “solos no podemos” y la fantasiosa espera de una intervención de poderosos factores externos, con los venezolanos de espectadores. La retórica demagógica sigue siendo consumida acríticamente y en un escenario de anomia.

En los últimos años hemos vivenciado el envilecimiento en el uso del lenguaje, como la expresión de la neolengua y la posverdad.  El economista y profesor universitario Carlos Ñáñez (2020) ha venido estudiando el fenómeno del daño antropológico insistiendo en la ausencia de referentes para el habla con talante democrático, el desprecio por la academia como espacio de discusión, formación (bildung), la divergencia, del razonamiento lógico, la libertad y el progreso, que desapropia a la persona de su autonomía, alineada por la propaganda, las prebendas que lo empobrecen más, sin desarrollar conciencia de resistencia ante la tragedia.

El daño antropológico funciona como una enfermedad en lo interno de la antropología, que afecta la estructura de la persona humana, en el criterio filosófico, antropológico, pedagógico e incluso teológico de la santa y mártir del holocausto, Edith Stein (2002); en su integralidad o en parte de sus dimensiones, lo que hace imperativo su sanación, para superar esta situación que no puede asumirse como una condena eterna y que en lo educativo tiene su principal fundamento.

En tal sentido hemos expuesto la necesidad del giro antropológico de la educación, en este medio. (Millán Borges, 2020) A través de la trilogía conceptual: 1) Comprender – 2) Concienciar- 3) Transformar. O sea, debemos construir una praxis transformadora, que tenga a la educación como prioridad y que consolide en el plano ético-político: “la reciudanización y democratización de la vida pública integral, la revitalización de la sociedad civil y fortalecimiento de los cuerpos intermedios y la construcción de un acuerdo fundamental en todos los aspectos estructurales”.

Sanar el daño antropológico supone formación y acción política organizada, a través de la pedagogía política, la docencia social que se manifieste, según Paola Bautista de Alemán (2021) en construir espacios de ciudadanía y reivindicar la política. Asumir la ciudadanía que como se mostró en varias oportunidades, con un mensaje que logró motivar, movilizar, pero que luego la represión y los errores de conducción hicieron naufragar. Se necesita hacer un esfuerzo de organización en las bases, de cercanía y acción ciudadana limitada hoy a las iglesias, algunas ONG, así como intermitentes manifestaciones de las organizaciones políticas que acompañen el reclamo popular y la gestión de las reivindicaciones sociales.

La política es la expresión ética de la ciudadanía para el ejercicio pleno de la democracia, el logro del bien común y la plena realización de la persona humana en plenitud y generosidad. Urge la democratización de la vida pública, a través de la participación consciente y solidaria, que incluya a los partidos políticos, los sindicatos, las universidades, los gremios profesionales y toda forma de socialización política, que no se eternice en micro dictaduras y neoautoritarismos.

La sociedad civil tiene que asumirse como la expresión transformadora de un nuevo pacto social, nacido de un consenso de las prioridades para la reconstrucción del país, en los planos económico, social, político-institucional, cultural y ético, aprovechando distintos proyectos elaborados para Venezuela por venezolanos, tal como dice Nelson Chitty La Roche, abandonando la pasividad, la huelga electoral y accionando el revocatorio que nos permita ingresar en el hasta ahora negado, siglo XXI.

Referencias

Aguiar. A (2021) El daño antropológico global y progresista. El Nacional. Disponible: https://www.elnacional.com/opinion/el-dano-antropologico-global-y-progresista/

Bautista de Alemán. P. (2021) “Reflexiones sobre el daño antropológico en Venezuela”. Democratización, 12, pp. 41-55. Disponible: Democratizacion nro 12 Abr 2021.pdf Paola Bautista de Alemán.pdf

Millán Borges. F (2020) El giro antropológico de la educación. El Nacional. Disponible: https://www.elnacional.com/opinion/el-giro-antropologico-de-la-educacion/

Ñáñez. C (2020) El daño antropológico: la verdadera herencia del chavismo. Disponible: https://www.costadelsolfm.org/2020/11/26/carlos-nanez-el-dano-antropologico-la-verdadera-herencia-del-chavismo/

Stein. E. (2002) La estructura de la persona humana. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.

Uzcátegui (2020) El daño antropológico a los venezolanos. Disponible: https://www.derechos.org.ve/opinion/el-dano-antropologico-a-los-venezolanos

 

 


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