La riqueza mundial nunca ha sido tan grande como es ahora. El desarrollo de la humanidad nunca había logrado metas como las que se han logrado actualmente.

Se puede argumentar que existen grandes dosis de desigualdad y de desequilibrios económicos. Sin duda hay países realmente pobres en comparación con otros más ricos y, además, dentro de todos los países las diferencias de clases sociales hacen que la desigualdad constituya realmente un problema.

Sin embargo, la desigualdad viene dada, entre otras cosas, porque hay gente rica. Una situación en la que todos fuéramos pobres haría que la desigualdad no existiera, y, sin embargo, no se solucionarían nuestros problemas.

Además, existen mecanismos para luchar contra la desigualdad como son sistemas fiscales redistributivos y el estado del bienestar, que hacen que la desigualdad sea menor.

La conclusión, en cualquier caso es que, en general, existe un exceso de pesimismo habitualmente sobre la situación económica.

Algunos de los ejemplos de dicho pesimismo son las predicciones, que suelen estar equivocadas, sobre la quiebra del sistema de pensiones, o que algún país asiático, ya sea China, Corea o Japón, se va a hacer con todos los mercados, desplazando a las empresas locales.

También existe el temor a que las computadoras desplacen al ser humano en el trabajo, afirmando que todos nos quedaríamos sin nuestro puesto de trabajo, cuando en realidad esto debería ser visto como una oportunidad, una manera de liberarnos de la maldición bíblica del trabajo, en forma de reducciones de jornada laboral manteniendo el mismo sueldo.

Por último, llegamos a la situación provocada por el covid-19 en la economía. Sin duda, es cierto que algunos sectores han visto paralizada su actividad, como el sector del turismo o las líneas aéreas. Pero la economía mundial ha reaccionado de manera espectacular, con acciones como el teletrabajo, y el crecimiento en importancia de las empresas de las nuevas tecnologías. Además, muchas personas han tenido que reinventarse en su actividad económica habitual.

En definitiva, se ha producido el efecto de que aquellas actividades que pueden ser consideradas como menos importantes han parado su actividad, mientras que las que sustentan las bases de la economía han seguido funcionando.

La vacuna del covid-19 parece cercana y los tratamientos de la enfermedad parecen mejorar. Sin duda hay sectores que lo han pasado mal, pero la solidaridad, a través de la actuación del Estado, también ha hecho que estas dificultades sean menores.

Un cierto optimismo debería aparecer, y desde luego, un reconocimiento a todas aquellas personas que, de manera entregada y valiente, han conseguido que la victoria de esta batalla esté más cerca de lo que se podría pensar en un principio.

Sin duda hay dificultades, como el desequilibrio en las cuentas de los Estados y la ingente deuda mundial. Estos eran desequilibrios que ya existían previos a la crisis sanitaria y que se han acentuado con la misma.

La llamada del FMI a una mayor participación del Estado en la tarea de la reconstrucción de la economía una vez sea superada la pandemia, hace, también, tener expectativas de una recuperación eficaz.

En definitiva, no debemos dejarnos llevar por ese pesimismo casi crónico que suele existir en torno a la economía, donde dibujamos amenazas donde probablemente no las haya. Todo esto sin dejar de ser consciente de los problemas y retos a los que aún nos enfrentamos.


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