Por Maria Margarita Galindo

La pandemia del coronavirus nos dejará lamentablemente muchas pérdidas humanas y nos dejará en evidencia las grandes debilidades de esta sociedad que se hace llamar moderna, pero que en la praxis ha demostrado ser todo lo contrario.

El mundo está globalizado y digitalizado, pero la mayoría de la sociedad, incluso la de las naciones desarrolladas y ajenas con esta generación tecnológica, presenta grandes  deficiencias ante este tipo de realidad, sobre todo los países más pobres han mostrado el gran atraso de sus sistemas educativos. El mundo nos está diciendo que el concepto de presencialidad evolucionó y, por ende, no necesitamos estar en un mismo espacio físico para comunicarnos.

Ante tal realidad, nuestros países deben considerar como una política pública esencial la virtualización de sus sistemas educativos, y con esto no digo que apartemos el contacto social necesario para nuestro desarrollo; me refiero en esencia a que la educación debe estar presente en todos los ámbitos de vida de un ser humano.

La educación debe romper la barrera de lo físico, el conocimiento no puede tener una frontera. Debemos apostar por sistemas educativos realmente modernos, adaptables con las situaciones no previstas que surjan del diario vivir, de contextos en los que esa tecnología permita un quehacer pragmático que a su vez se encuentre fortalecido por lo humano en sus concepciones geo-históricas, sociales y culturales.

El coronavirus a través de las necesarias cuarentenas prácticamente ha apagado el mundo, sin distinción de clase social o poder político alguno. La educación ha sido golpeada especialmente en los países latinoamericanos, que se han caracterizado por una educación tradicionalista con sistemas obsoletos. Lo único que algunos países han considerado en cuanto a tecnología es el uso de portátiles, iniciativas que fracasaron como ocurrió en Venezuela con el programa Canaima, cuyas «computadoras» hoy yacen en los cementerios de las chatarras tecnológicas o, en el mejor de los casos, son vendidas por unos pocos dólares, a lo que recurren docentes o estudiantes empobrecidos como forma de sobrevivencia alimenticia.

No tenemos un sistema de Internet que garantice conexión rápida y eficiente. Nuestro sistema eléctrico está en quiebra y lo más trágico es que nuestras universidades siguen formando profesionales de la docencia preparados para dar clases en aulas físicas y no virtuales. ¿Por qué si el mundo evoluciona, y lo decimos a diario en nuestros discursos, nuestros países siguen formando el mismo docente de hace 50 años, el cual no era un mundo arropado por la tecnología y la virtualidad actual? ¿Por qué si hasta el diseño de automóviles evolucionó, nuestros sistemas educativos han permanecido estáticos? Es el comienzo de un nuevo y necesario debate sobre la educación, máxime en tiempos de esta coyuntura histórica en la cual nos ha sumido el llamado covid-19.

Este mundo reclama un sistema educativo moderno que empieza por formar a nuestros docentes. En estos momentos gran parte de la población cuenta con equipos telefónicos de alta generación. ¿Cuántos de estos tienen un fin educativo en sus aplicaciones para  la interacción pedagógica y del conocimiento entre docentes y estudiantes? ¿Por qué no inyectar un componente pedagógico en herramientas tan útiles como Skipe, Zello, Aula Virtual, entre otras? ¿Por qué no apoyarse en aplicaciones educativas para despertar el interés educativo de nuestros estudiantes? Muchas veces nuestras aulas muestran una generación de estudiantes opuesta a un docente que lucha por mantener su práctica educativa sin cambios ni adaptaciones.

El coronavirus está mostrando que la educación es el arma más poderosa del mundo. Si no educamos a nuestra sociedad estamos perdidos. La prevención solo se logra a través de la educación. La educación es la que siembra los valores de la conciencia individual y colectiva porque ella nos hace seres disciplinados. La educación de nuestros científicos y toda una sociedad es lo que nos llevará al abordaje y cura de este y otros males, y aquellos por venir que asedian nuestro planeta.

Que los padres tengan miedo en que sus hijos se queden sin educación es parte del atraso del sistema educativo presente en nuestras naciones. Es la evidencia más real de que algo está fallando. Es tiempo de reflexionar y actuar en el replanteamiento de una educación realmente del siglo XXI, porque el siglo avanza, corre y la educación retrocede, ese no es el camino y esta pandemia nos está diciendo muchas cosas y entre ellas, que nuestro sistema educativo es cosa del pasado.

En tiempo de coronavirus tenemos dos sugerencias en pro de construcción de políticas publicas coherentes con la realidad mundial: 1) A nuestros países les corresponde hacer una valoración de nuestros estándares de conexión a Internet, es indispensable llegar a todos los espacios para así garantizar el libre acceso a la red digital y toda la estructura necesaria para poder disponer de una educación virtual apropiada y de calidad. 2) Formar a nuestros docentes desde el espectro del conocimiento y uso de herramientas tecnológicas, necesitamos más Universidades Pedagógicas Inteligentes (UPI) que formen docentes investigadores, que utilicen su intelecto de manera complementaria e integral, y que sean capaces de adaptarse ante un mundo en constante evolución y desarrollo.

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