Los días pasan en una secuencia de iguales. Todos sintonizamos en la misma banda de frecuencia. El covid-19 nos tiene amarrado a él. Cualquier otro quehacer queda en un plano secundario, terciario, escondido de nuestra prioridad o preocupación principal. En ese singular escenario, las noticias verdaderas y falsas fluyen con igual insistencia por todas las vías imaginables. Ese es el día a día en la vida de los venezolanos.

En paralelo a nosotros, los máximos líderes del planeta lanzan sus recomendaciones y puntos de vistas con el principal propósito de bajar la tensión. Pero lo que dicen tiene diferentes hilos conductores y puntos de vista disímiles. Como consecuencia de ello, las medidas y políticas que se ponen en práctica tienen sellos propios: cada quien está matando los piojos a su manera. Así lo han puesto en evidencia Corea del Sur, Taiwán, Estados Unidos, México, Panamá, Colombia, Brasil, España, Italia, Alemania, Rusia y China, entre otros.

De acuerdo con una nota de prensa de El País de España, la estrategia contra el coronavirus de Taiwán utiliza una combinación de vigilancia temprana, medidas proactivas e intercambio de información con el público, así como la aplicación de tecnología en forma de análisis de “big data” y plataformas en línea; todo ello en contraste con las medidas draconianas que adoptó China. Con poco más de 23 millones de habitantes y a poca distancia de China continental, la isla de Taiwán registró solo 195 casos y 2 muertes por el brote.

Al contrario, en Venezuela se aplican políticas con cierto aroma chino pero sin contar con las fortalezas económicas, los sistemas de control de la población, ni la experticia dictatorial de Mao Tse-tung —el “Gran Timonel” de la china comunista— y sus sucesores. La rapidez con que los chinos levantaron enormes centros hospitalarios para atender al creciente número de infectados, no puede ser replicada en nuestro agobiado, paupérrimo y desvencijado país.

Lo único que en cierta medida nos protege es la poca afluencia de extranjeros que hemos tenido en los últimos años, gracias a las desastrosas políticas económicas que fueron puestas en práctica por la “revolución bonita”. El turismo y las inversiones de otros países no es, desde hace años, lo que era antes. Ese aislamiento puede que juegue a nuestro favor en estos dramáticos momentos, es algo que está por verse. Pero ojo, no podemos dejar de estar alertas frente a un gobierno que tratará de imponerse a nuestra comunidad científica y médica sobre lo que hay que hacer y declarar en beneficio de la revolución.

Al drama pandémico, de por sí grave, se añade otro más peliagudo: sus efectos sobre la economía mundial. De la noche a la mañana, las aerolíneas del mundo suspendieron sus operaciones y muchos países han cerrados sus fronteras. Junto con eso, un gran número de empresas y negocios detuvieron sus actividades comerciales. Las consecuencias recesivas son entonces impredecibles.

Lo que ahora ocurre en los centros bursátiles es también espeluznante. Hay una sobrerreacción que puede terminar con facturas impagables que afectarán a ricos y pobres. Las recientes acciones económicas que puso en práctica Estados Unidos han dado un vuelco esperanzador a la primera potencia mundial que irradia a muchos otros países. Pero queda aún la interrogante: ¿Serán suficientes? Estamos pues inmersos en una crisis en las que todos podemos terminar como perdedores, en la bancarrota.

Es inevitable entonces que la ansiedad, en grado menor o mayor, se apodere de todos nosotros. Es en ese punto en el que la solidaridad debe hacer acto de presencia; en el que todos deben contribuir, en la medida de sus capacidades y posibilidades, a superar la terrible crisis que ahora afecta al mundo entero. Distanciados unos de otros vamos todos al fondo del precipicio, pero trabajando juntos podremos superar tan terrible bache y salir airosos. Ese es el reto que tenemos por delante.

@EddyReyesT


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