Hasta el presente los venezolanos hemos respondido como sociedad en forma ejemplar, a las exigencias sanitarias de realización colectiva cuya ejecución ha sido indispensable, para detener el proceso invasivo de la pandemia generada por el virus covid-19 en Venezuela, realidad extraordinariamente positiva y plenamente identificada por las bajísima cifras de contagios y defunciones acaecidas.

Sin embargo, resulta muy importante recordar que nuestra realidad nacional para el momento en el cual se produjo la invasión de los virus provenientes del Oriente, marzo de 2020,  nuestra nación Venezuela se encontraba atrapada en el más grave y profundo proceso de deterioro económico, político y social conocido en el último siglo, conflicto caracterizado por  inmensas y abrumadoras carencias.

Una profunda, extensa y sostenida implosión económica, generada  por el agotamiento del principal recurso material de la Republica, como ha sido la inducción de la  quiebra de Pdvsa, extraordinario e inexplicable fenómeno que hizo imposible asimilar la caída de los precios del petróleo, expresión no deseable pero nada sorprendente del comportamiento del mercado, aparatosa caída que ha empobrecido brutalmente a la sociedad.

Y en paralelo las políticas económicas del Estado chavo-madurista fueron dedicadas durante 20 años a castigar los desarrollos logrados por la empresa privada y la iniciativa individual, echando abajo éxitos obtenidos en la sustitución de importaciones, planes y realizaciones que hicieron posible el crecimiento del empleo y mejores salarios para los venezolanos.

Y en consecuencia desde el Estado y a través de sus políticas públicas, se construyó un gravísimo  fenómeno de  implosión del aparato productivo, que nos ha conducido a una severa recesión y a una gigantesca inflación, con sus trágicos resultados de escasez y pérdida de la capacidad adquisitiva del bolívar, y sus dramáticos resultados miseria y violencia.

Comprendemos que la cuarentena debe extenderse conjuntamente con las recomendaciones sanitarias, el tiempo que fuera necesario para consolidar el éxito del tratamiento de la epidemia, contingencia que debe ser comprendida dada su importancia y su trascendencia.

Pero sería una irresponsabilidad de nuestra parte ignorar que más allá de la epidemia, la prioridad de nuestras dificultades como sociedad se encuentra en el inmenso deterioro de nuestra capacidad productiva, con sus nefastas consecuencias como son los salarios miserables, el desempleo, el hambre, la prostitución, el hampa, la ausencia de servicios básicos como la electricidad, el agua, la gasolina.

Por lo que nos parece muy oportuno recordarle a nuestros ciudadanos, que al salir de la tarea de la derrota de la epidemia, se impone la continuidad de la lucha por la solución de los problemas estructurales a los que nos hemos referido y los cuales pareciera que aún disfrutan del olvido gubernamental.


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