Una plaga más ha invadido el país, agresión inevitable dada la dinámica que tiene la propagación de esta novedosa enfermedad, presente en forma ineludible y casi irreversible en el panorama universal, surgido a una extraordinaria distancia de nuestras fronteras, pero que el desarrollo de las comunicaciones ha extendido velozmente en nuestras comunidades.

Proceso infeccioso de naturaleza viral, cuyo origen y partida se ubica en la República China, del cual se tiene muy poco conocimiento en torno a su comportamiento, pero cuya incidencia puede contenerse y conducirse incluso, utilizando lo que la experiencia clínica nos ha enseñado durante siglos de como evitar o cuando menos reducir el daño que le ocasionan a los seres humanos.

Resulta casi trágico para nuestra población el momento en el cual nos invade el covid-19, lamentablemente nos encontramos con posibilidades de vencerlo muy limitadas, porque como en cualquier conflicto humano de elevado riesgo para la vida de los ciudadanos, la victoria dependerá de los recursos disponibles para lograrla, y aquí  en esta pleito se trata de tener  reservas materiales en las cuales poder apoyarnos.

Por lo que se ha convertido en indispensable  que revisemos nuestras reservas financieras, los ahorros, nuestras alacenas, nuestras neveras y muy particularmente el ingreso económico cotidiano que nos permitirá sostenernos los 2 a 3 meses que durara la cuarentena.

Como podemos apreciar en la exposición en torno al desafío de la epidemia, surgen grandes interrogantes en torno a la posibilidad del éxito en la confrontación de la misma, como son la nutrición y la alimentación cotidiana sin concurrir al trabajo, ¿de donde surgirá   la capacidad adquisitiva de los ciudadanos que solo tiene salarios miserables?

Y es ahora durante la realización de la cuarentena, desarrollo defensivo sanitario adecuado e indispensable, en el cual se ha destacado la disposición y participación ciudadana,  cuando surgen aún antiguas dificultades de servicios básicos que el gobierno madurista no ha resuelto con éxito, las carencias crónicas del agua, el gas,  la electricidad y la gasolina, recursos de extraordinaria utilidad para el desarrollo efectivo de la respuesta sanitaria, siguen pendientes.

Aparentemente la incidencia del virus entre nosotros ha sido mucho más baja que en los países vecinos, posiblemente nos ha favorecido el relativo aislamiento en el cual se encuentra la nación a partir del desarrollo de la catástrofe económica y de sus dramáticos y dolorosos  efectos migratorios.

Sin embargo nuestras conocidas y no superadas  debilidades de infraestructura hospitalaria imponen una conducción mucho más amplia, en la cual la participación de las organizaciones científicas y la sociedad civil organizada se produzca en forma más  efectiva.

 


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