Diosdado, el hombre fuerte del PSUV

En realidad es una confrontación de vieja data, suspendida temporalmente por diversas coyunturas externas a los conflictos propios de los intereses del liderazgo en lo más hondo del régimen y del Partido Socialista Unido de Venezuela.

Diosdado Cabello se convirtió, más allá de sus relaciones militares, en el decisor político en el PSUV, el control que poseía lo hacía creerse merecedor de la primera opción en la transferencia del poder, la disputa del liderazgo por muchos años la llevó al punto máximo contra Elías Jaua, al límite de ambos ser severamente regañados en las reuniones internas de la dirección política del PSUV, por el propio Hugo Chávez, en muchas oportunidades.

La verdad a voces siempre ha sido que Diosdado se sintió madrugado por Nicolás Maduro y los intereses de La Habana, una fracción que siempre consideró inferior por sus características civiles, que no tuvo mayor manejo político que el desmenuzado por él a cuenta gotas, representado por Cilia Flores y Jorge Rodríguez, que lograron hábilmente sobrepasarlo y erigirse con el control político del país, al punto de disminuirlo gradualmente en todas las áreas de influencia, incluso en el área militar, donde su enfermedad de covid 19 fue el momento ideal para dar de baja a quienes le respondían estratégicamente en la institución castrense, en contrapeso de Vladimir Padrino López.

Las diferencias se van a acentuar, no precisamente por la disputa planteada por el TSJ, sino por las negociaciones existentes con la Casa Blanca, el Chavismo representado en el propio Diosdado experimenta quizás el punto más álgido, ya no se trata del control burocrático solamente, es la sobrevivencia plena en un momento de intereses y negociaciones donde no todos se podrán salvar, exponiendo así las desavenencias de forma abierta; el tablero está en movimiento, y se entiende que esa dinámica exige el sacrificio de algunos factores que además se constituyen como obstáculos a todo el entramado de negociaciones que van desde el alivio a las sanciones individuales a ciertos alfiles del régimen, hasta el posible otorgamiento a beneficios procesales a los sobrinos de Cilia Flores, condenados a 18 años de prisión por la justicia estadounidense por delitos de narcotráfico internacional.

En todo caso, lo que procura el madurismo es la caída de Diosdado, el despojo de toda su cuota de poder, hasta extinguir su fuerza; el TSJ es un paso dentro de la escalada del control pleno, que ha diseñado el madurismo y que conquistó incluso la mayoría del PSUV. El próximo movimiento supone la salida del Sseniat de José David Cabello, en una demostración contundente de quien ejerce plenamente el poder en el país.

Dentro del PSUV, la democracia interna se fue extinguiendo hasta imponer el temor a través de la figura de Diosdado, siendo el comentario predilecto: “El que se mete con Diosdado desaparece”, o “Revisen todo aquel que ha atacado a Diosdado ¿cómo termina?» De manera que la actual confrontación pone a prueba la determinación de Cabello de enfrentarse abiertamente al Madurismo apelando a su naturaleza plena y su línea sanguínea legítima del chavismo que tanto reclama, o de doblegarse finalmente, para rogarle a Nicolás Maduro y a sus factores de confianza para coexistir con una simulación de poder, y que le brinden un salvavidas en lo que suba la marea, escenario que será incierto y penderá de una confianza inexistente, sembrando así un dilema difícil de superar para el hombre que todo lo ha resuelto a mazazos, sembrado odios a todos los niveles sociales, olvidando una regla de Nicolás de Maquiavelo: es perfectamente combinable, ser temido y no ser odiado.

El régimen no cede y se complica

El madurismo ha alcanzado un momento privilegiado al procurar una negociación directa con el gobierno de Joe Biden, que tendría como factor motivante la terrible crisis energética mundial que ha generado la invasión de Rusia a Ucrania; sin embargo, todo acuerdo económico a favor de la estatal Pdvsa, supone un acuerdo político sustancial, que abra cause definitivamente hacia la democracia en Venezuela.

La disyuntiva se presenta en el comportamiento asumido, en primer orden establecieron un ataque acelerado contra la figura de Juan Guaidó, procurando sacarlo del camino para facilitar los acuerdos con un sector “opositor” a su medida que les permita mantenerse en su zona de confort sin amenazas. La presencia de Juan Guaidó en la esfera de liderazgo y negociaciones produce desespero, y procura errores en el curso de su estrategia. No existe hasta ahora común acuerdo, por ello Jorge Rodríguez lanzó un ataque que posteriormente tuvo que dar marcha atrás, y que ahora intentan relanzar, a través del propio Diosdado, Tareck Williams Saab y Elvis Amoroso, posiciones que complican las relaciones y las negociaciones, aquí un nudo grueso donde algunos hacen de tontos útiles, porque bien conocen las exigencias de las negociaciones.

Ante la posibilidad de acuerdos políticos internacionales, el régimen debe urgentemente aplacar el fuego interno que poco a poco lo consume, que menosprecian para ocuparse de fragmentar aun más a la oposición, que en rasgos generales tampoco hace nada por mejorar sus condiciones internas para procurar cohesión.

Con las actuales características, el país sigue atascado, bajo el perverso control de una estructura con hilos criminales, y profundos rasgos de disociación psicópata, y otro extremo que lucha por el poder pero no tiene capacidad de unirse en sí mismo y mucho menos de unir al país.

@jufraga12

 


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