El problema sanitario del covid-19 amenaza con un conflicto político y graves consecuencias económicas, debido a los inmensos daños que ha causado la implementación del confinamiento como única opción para evitar la saturación de los servicios de atención hospitalaria con las legiones de enfermos que arroja el crecimiento exponencial del número de contagiados.

En el momento de escribir este artículo, nada más en Estados Unidos se calculan en 22 millones los empleos afectados. Las acusaciones de este país han sido muy directas de responsabilidad de origen, simulación de datos y ocultamiento de información vital a otras potencias importantes, además de meter en medio de esa batalla a la Organización Mundial de la Salud como supuesta “cómplice” del encubrimiento chino, causándole daños de imagen y de afectación de recursos muy considerables que pueden a futuro poner en riesgo su misma existencia.

El conflicto comienza con la ubicación cronológica del momento de expansión del covid-19. En este sentido, el diario español ABC ha publicado lo siguiente: “Como la enfermedad fue detectada entre noviembre y diciembre y la policía silenció a los médicos que alertaban sobre ella, todos los dedos acusadores apuntan ahora al autoritario régimen de Pekín. No solo por intentar ocultar la epidemia, como hizo también con el SARS en 2003, sino también por asegurar durante semanas que no había contagios entre humanos. Hasta el 20 de enero las autoridades chinas insistían en que únicamente había infecciones de animales a personas relacionadas con el ya clausurado mercado de Huanan, donde se vendían y cocinaban especies salvajes. Hasta ahora, allí se sospecha que un coronavirus de los murciélagos mutó en otro animal y pasó al ser humano”. Pablo Diez, enviado especial a Wuhan. (14-04-2020).

Para arrojar mayor oscuridad a un ambiente de teoría de conspiración, se decide entonces asumir  un control político total de este tema de la misma forma como se controlan en China todas las informaciones que se traspasan por Internet, o sea, a través de filtros políticos muy rigurosos y en este aparte CNN informa lo siguiente: “Una nueva directriz del Departamento de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación ordena que «los papeles académicos sobre el descubrimiento del origen del virus deben ser estrictamente controlados». Además de ser supervisados por los comités académicos de las universidades, han de enviarse al ministerio, que los remitirá para su aprobación o veto al grupo especial del Consejo de Estado (gobierno) que lucha contra el coronavirus. Solo con su aprobación podrán ser publicados por las revistas científicas. Por su parte, los comités universitarios podrán vetar otras investigaciones sobre la enfermedad covid-19, decidiendo su «valor académico» e incluso si «el momento para la publicación» es correcto. Una manga ancha que hace sospechar más censura en el mundo científico chino. A tenor de CNN, las universidades de Fudan (Shanghái) y de Geociencia (Wuhan) publicaron esta normativa en sus portales de Internet. Aunque dichas noticias habían sido borradas, la CNN había guardado el acceso a sus páginas «web» y asegura haber hablado con un funcionario, a quien se le escapó que era un documento interno. Al parecer, esta decisión fue tomada el 25 de marzo por el grupo especial del Consejo de Estado para prevenir y controlar la epidemia”.

A este ambiente que recuerda los comentarios de un desaparecido dirigente político venezolano que hablaba del “estado general de sospecha”, se unen otros hechos de ficción y otros muy puntuales de realidad.

Por una parte, está la novela de  Dean Koontz denominada Los ojos de la oscuridad  que se refiere a un arma biológica china conocida como Wuhan-400, que en su versión original era un arma soviética conocida como Gorki-400 (1981).

Lo que si no es ningún tipo de ficción es la existencia del principal centro de investigación virológica de la República Popular China y un superlaboratorio para estudiar las enfermedades más contagiosas y peligrosas, como el ébola y el SARS,  enfatizando que  dicho centro tiene el código P4, que indica el máximo nivel mundial de bioseguridad, lo que debería tranquilizar a todos, si no fuera por la existencia de dos referencias documentadas y un hecho concreto, como son los siguientes:

  • Josh Rogin, periodista del diario The Washington Post, reveló a principios de esta semana la existencia de al menos dos cables enviados por diplomáticos estadounidenses destacados en China, en los que expresaban su preocupación por los estándares de seguridad del Instituto de Virología de Wuhan tras haber visitado las instalaciones en 2018. Relata que los funcionarios detectaron “graves problemas de seguridad y alto riesgo” en el laboratorio que investigaba con distintos patógenos de coronavirus de murciélagos.
  • En un brevísimo estudio publicado en Research Gate, y luego borrado, un biólogo y un médico de Wuhan, Botao Xiao y Lei Xiao, alertan de que a solo 280 metros del mercado de Huanan está el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de la ciudad, que tiene murciélagos para su estudio. Y a 12 kilómetros del mercado hay otro laboratorio, perteneciente al Instituto de Virología de Wuhan, que trabaja con los murciélagos que originaron el SARS en 2002. Recordando percances de científicos de dichos centros mordidos por murciélagos, que tuvieron que ponerse en cuarentena por saber los riesgos que corrían, el estudio especula con la posibilidad de que alguien infectado accidentalmente sacara la enfermedad de allí o con una fuga del animal o del propio virus.
  • Un hecho muy concreto: En 2004, el virus del SARS se “escapó” de un laboratorio en China e infectó a nueve personas, matando a una. Según la prensa oficial, las autoridades reconocieron que fue un caso de negligencia y cinco altos cargos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China fueron castigados.

A esta situación se debe añadir el hecho anecdótico de que solo un funcionario de la Cancillería de China (Zhao Lijian, portavoz del ministerio) ha asumido una respuesta política no defensiva en forma no oficial al declarar en su cuenta de Twitter que el covid-19 fue traído por el ejército estadounidense durante los Juegos Mundiales Militares en octubre de 2019.

Para añadir más polémica a esta historia, además de destacar el presidente Trump, el secretario Pompeo y el senador Tom Cotton, se agrega el hecho de que seguramente se van a multiplicar en todos los tribunales federales estadounidenses una serie de demandas que seguirán a una primera multimillonaria presentada en Miami, Florida, en los siguientes términos:

“De acuerdo con la nota de Business Today, el abogado estadounidense Larry Klayman y su grupo de defensa Freedom Watch, junto con la empresa de Texas Buzz Photos,  presentaron una demanda contra el gobierno chino, el ejército chino, el Instituto de Virología de Wuhan, el director del Instituto de Virología de Wuhan, Shi Zhengli, y el general de división del ejército chino Chen Wei, por el brote de covid-19.

Los demandantes piden 20 billones de dólares, que es una cantidad mayor que el PIB de China, alegando que el coronavirus es el resultado de un arma biológica desarrollada por las autoridades chinas. Acusan a China de ayudar e instigar a la muerte, proporcionar apoyo material a los terroristas, conspirar para causar lesiones y la muerte de ciudadanos estadounidenses, negligencia, muerte por negligencia y agresión con lesiones. Alegan que el virus fue liberado por el Instituto de Virología de Wuhan. Los demandantes sostienen que el virus covid-19 fue “diseñado” por China para matar  masivamente a la población. Las armas biológicas fueron prohibidas en 1925 y, por lo tanto, según la demanda, dicha arma biológica es un arma de destrucción masiva relacionada con el terrorismo.

El grupo estadounidense cita múltiples informes de los medios de comunicación que decían que solo había un laboratorio de microbiología en China que manejaba virus avanzados como el novedoso coronavirus, en Wuhan. Los demandantes alegan que para encubrirlo China vinculó las declaraciones sobre el coronavirus con los protocolos de seguridad nacional. También alegan que todos los acusados estaban trabajando juntos para perpetuar el “terrorismo internacional”. Añaden que era tal la desesperación del general de división Chen por salvarse del virus que se inyectó, y a seis miembros de su equipo, una posible vacuna que aún no había sido probada.

Klayman y los demandantes también alegan que los médicos e investigadores chinos que alertaron sobre el brote del nuevo coronavirus y “dieron la alarma al mundo exterior a nivel internacional” fueron “silenciados”. En la demanda se afirmaba que, si bien el coronavirus es de acción y propagación lenta para ser utilizado contra el ejército de un país, “estaba diseñado para ser utilizado contra la población general de una o más de las naciones consideradas enemigas de China, como Estados Unidos“. Los demandantes norteamericanos piden un juicio con jurado contra los acusados chinos”.

La próxima semana continuaremos con esta historia que puede tener una honda repercusión en las relaciones entre las grandes potencias en el siglo XXI y pueden llevar a la ONU a plantearse la necesidad de una policía sanitaria internacional como la Interpol y un sistema de inspección internacional de todos los laboratorios de bioseguridad a nivel global.

 


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