Escuela Estadal Rural José Félix Ribas en el estado Mérida | Cortesía La Patilla

Por equipo editorial

De manera oficial, el 3 de octubre comienza el período escolar 2022-2023. Es contradictorio que el régimen de Nicolás Maduro y sus voceros declaren que somos una nación «antiimperialista», pero Venezuela es el único país de América del Sur que cumple tal calendario conforme es llevado por Estados Unidos.

Y si bien lo anterior pudiera considerarse inicuo porque ya conocemos las razones hipócritas que aplica el madurismo para burlarse descaradamente de los ciudadanos con semejante retórica,  mientras los integrantes de la cúpula «socialista» del partido de gobierno viven como los más encumbrados capitalistas, el asunto de fondo está en que el comienzo de este año escolar se realizará en paupérrimas condiciones educativas, pedagógicas y sociales.

Prácticamente la mayoría de escuelas, liceos y universidades están destruidos en su infraestructura,  y las únicas cifras oficiales que emite el madurismo sin presentar estadísticas algunas,  son las de su vocería,  asegurando que más del 94% de la población estudiantil estaría matriculada para los niveles de educación inicial, básica y bachillerato,  lo cual se constituye en un absurdo,  después de que han emigrado -según la Organización de Naciones Unidas- más de 6 millones de venezolanos, incluida una parte importante de educadores, y apenas estamos superando la pandemia del covid-19.

Además de tales condiciones, nunca en la historia contemporánea se había visto a nuestros docentes y estudiantes en una situación tan vulnerable, cuando el salario promedio de tales profesionales, apenas supera un dólar por día, mientras la mayoría de los padres de los niños y adolescentes se sitúa en alcanzar los 130 bolívares del salario mínimo.

Ante esta realidad, son públicas las imágenes de quienes componen la estructura activa del proceso educativo en no tener calzados ni uniformes adecuados para volver a las aulas, y con espacios que no sólo están destruidos por la inoperancia del madurismo, sino que resulta imposible retomar a clases, máxime cuando nuestros planteles están al extremo de carecer de instalaciones sanitarias, y peor, muchos de estos ni siquiera cuentan con servicios públicos de agua y electricidad.

El ministerio de educación se ha convertido en una caja vacía de políticas públicas. Ninguna escuela, y ni siquiera las zonas educativas cuentan con presupuestos para enfrentar los requerimientos de materiales pedagógicos,  deportivos,  culturales y limpieza de las instituciones educativas.

En tal contexto, Venezuela no tiene planificación curricular adecuada con los requerimientos actuales del conocimiento,  es decir,  carece de equipos de computación y formación para el trabajo conforme las necesidades de aprendizaje de las nuevas generaciones, y peor aún,  intentan sustituir a los profesionales universitarios de la docencia, cuyas carreras de pregrados y posgrados llegan a superar los 15 años de estudios e investigaciones, por individuos egresados en 4 semanas de apología al régimen, de algo que despectivamente hasta ellos han denominado «chamba juvenil», lo cual puede considerarse como una desgraciada prostitución educativa que ha sido promovida desde las más altas esferas del poder,  y contraria con los lineamientos de la Unesco.

Semejante realidad no tiene argumentos en favor de quienes han destruido lo más valioso que tiene un país como lo es su educación. En consecuencia,  solo los docentes que aún se mantienen firmes en no terminar de ver el entierro de la República,  tienen en sus voces y manos, las consignas de protestas y acciones para seguir exigiendo al madurismo que nuestros hijos y nietos puedan tener una esperanza de futuro ante tanta destrucción económica y social, y mientras vemos el cómo la descendencia de quienes ejercen lo más alto de ese poder estudian en costosos colegios y universidades,  e incluso en el exterior.

Somos conscientes de que desde el poder político se quiere terminar de enterrar a la educación y, por ende, a la nación como signo inequívoco de lucha por sus derechos. El país como un todo debe comprender que sin educación la muerte social será el objetivo principal del madurismo.  Los educadores que aún estamos en pie de lucha no vamos a rendirnos.


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