¿Cuánto cuesta la felicidad? Al parecer el jefe del régimen cree que es muy barata, nada más un combo hallaquero y un kilo de pernil. Por eso se apresuró a hacer el anuncio. Además, tiene encima la pantomima de las elecciones e intenta seguir con la tradición de pan y circo que instauró el comandante muerto. Lo peor del caso es que ya el venezolano no piensa en ser feliz, sino en sobrevivir.

¿Hay que decir que una vez más juega con el hambre de la gente? No, es un hecho obvio. Ese combo hallaquero no mitigará la desnutrición de miles de venezolanos de todas las edades, pero sobre todo de los niños. ¿Será por eso que pensó en los juguetes?

Aunque se apresuró a aclarar que el pernil que van a repartir es de producción nacional, es bastante difícil comerse el cuento. ¿Cuántos propietarios de fincas porcinas pueden decir que cuentan con los insumos para garantizar el abastecimiento del mercado? Para obtener los kilos que se requieren hace falta mucho tiempo y esfuerzo, algo que en dos meses es imposible.

Hace gala del mayor cinismo el jefe rojito cuando afirma que le importa la producción nacional, cuando se ha dedicado a desbaratar el parque industrial del Estado y de los privados. Ni siquiera la limosna del CLAP se produce en el país desde hace años.

¿Será que el combo hallaquero incluye la bombonita de gas y los galones de agua para limpiar las hojas? Quizás venga con una caja de velas para iluminar las madrugadas de tantas abuelas que tradicionalmente comienzan a hacerlas antes de que salga el sol.

¿Cómo va a repartir los combos hallaqueros? ¿Tienen apartada la gasolina para los camiones que deberán recorrer todo el país llevando el premio navideño? ¿Y los productores de pimentones, cebollas, cebollín y demás ingredientes tienen asegurada la distribución?

Que no se sorprendan entonces si esas promesas del mandante solo llegan a la región capital, no solamente por todas las trabas que su propia ineficiencia ha ocasionado, sino porque es bastante difícil creer que tenga dinero suficiente para importar todo lo que hace falta.

Así que, aunque es llover sobre mojado, nunca está de más insistir en que se trata de otra horrenda mentira del régimen. No habrá hallacas, no habrá Navidad aunque prendan por adelantado la cruz del Ávila. Los venezolanos han sufrido demasiado como para conformarse con promesas vacías. Lo que realmente esperan celebrar en diciembre es el fin de la pesadilla.


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