A veces desconocidas por muchos, la lucha de algunas organizaciones civiles por proteger los derechos de los venezolanos a una vida digna habrá que inscribirlas en las páginas más ilustres de esta larga y oscura noche que vivimos. Y mientras más cruel es el despotismo y más difíciles nuestras respuestas, más valerosa y necesaria su presencia. Hoy solo nos referiremos a la admirable Provea, que ofrece en su boletín el informe semestral del no menos imprescindible Observatorio de la Conflictividad Social.
La represión siempre creciente en crueldad y arbitrariedad de la tiranía, la desesperanza y la apolitización de las mayorías, ayunas por otra parte de un liderazgo ya largamente ausente, han limitado notoriamente las dimensiones y combatividad de las protestas en las calles del país. Sería falaz decir lo contrario. Pero igualmente hay que afirmar que nunca desaparecieron. En otras formas y dimensiones, dispersas, con objetivos inmediatos, la mayoría de las veces aquellos en que está en juego la vida digna: el hambre que duele todos los días, los hijos que se mueren en los hospitales devastados, la escuela invivible, el agua –¡por los dioses, hasta el agua!- y los otros servicios imprescindibles deteriorados implacablemente, la policía que mata sin discernimiento… Son muchas, más de 4.000 esas formas de la ira y el desespero popular que registra el informe en este semestre en todo el territorio, en más de 10% superior al semestre anterior.
Es lógico que la inmensa mayoría de las manifestaciones, por supuesto, sean referidas a la miseria inclemente; a ese salario mínimo o al desempleo, por ejemplo, que no permite sino la angustia por sobrevivir cada día y que involucra a la inmensa mayoría nacional. Pero también hay un porcentaje notorio referido a derechos cívicos y políticos. Estos últimos que han comenzado a crecer y es previsible que se incrementen pronto y mucho, entre otras cosas, por el clima electoral que ha comenzado a plantearse en el país.
Hemos pasado un largo período de inmovilidad política. Pero estas manifestaciones, de las que los sabios y tenaces empeños de estas organizaciones dan fe, testimonian que el país no se ha rendido al despotismo. Que son las chispas incesantes que terminarán por encender la pradera.