La Sirenita, una película que ha causado furor y controversia desde su anuncio hasta su estreno. ¿La razón? La elección de una protagonista afrodescendiente, Halle Bailey, que rompe con la versión original de Disney de 1989. Las críticas no se hicieron esperar, acusando a Disney y Netflix de perseguir una agenda progresista basada en la corrección política. Pero, detrás de la polémica superficial, hay un tema que ha pasado desapercibido tanto para los detractores como para los defensores del filme.

Hace unas semanas, el presentador de televisión argentino Patricio Borghetti protagonizó un incómodo episodio durante una entrevista con Halle Bailey. En un intento de ser emotivo, como si estuviera en el programa de Chibolín, Borghetti soltó una frase que revela mucho: «Te lo prometo, nadie de los que estábamos de esa sala ayer estábamos viendo el color de piel. Todos estábamos perdidos en tus ojos». Aunque suene incómodo y estúpido, esa frase pone de manifiesto algo importante: el color de piel sí importa, especialmente en el contexto social y político actual.

La declaración de Borghetti desvela la hipocresía que rodea el debate. Aquello que se supone que menos importa es lo que en realidad más importa. Desde el público obsesionado con la inclusión étnica hasta los lunáticos que pronostican el fracaso de una película basándose en el color de piel del elenco. Todos intentan quedar bien, incluso si no simpatizan con la elección, para evitar ser señalados como «racistas».

El tema se ha reflejado en las bases de datos como IMDB y AllóCine, que han suspendido las calificaciones del filme debido a comentarios agresivos hacia la protagonista y otros personajes. Sin embargo, toda publicidad es buena. A pesar de las críticas injustas, prejuiciosas y racistas, la película ha recaudado más de 163,8 millones de dólares a nivel global en su primer fin de semana. El público ha hablado con su billetera.

Pero, si la película fracasara comercialmente, no faltarán aquellos que lo atribuirán al racismo. Las críticas también señalan que la película no se atreve a experimentar más allá de la versión original y que el único «riesgo» que toma es el color de piel de la protagonista, no la historia en sí.

Aquellos que defienden la película como si se tratara de un tema personal deben entender que el mercado responde a las demandas del público. Por más protestas, cuotas y acuerdos con encuestadoras, el público tiene la última palabra. Puede que no sea justo, pero es la realidad.

Esto se ha visto en casos como la película de Buzz Lightyear. En lo personal, aunque a mí no me parezca escandaloso que la inclusión de una pareja del mismo sexo se diera un beso, causó revuelo entre los padres. En una película para niños, ellos tienen la última palabra.

Solo nos queda esperar para conocer los números finales de La Sirenita y ver cómo continúa este ácido, pero necesario debate. El color de piel no debería ser el factor principal para juzgar una película, pero en un mundo que tiene gente obsesionada, por un lado, con el racismo y, por el otro, con la corrección política, parece ser el tema central. Definitivamente, Hollywood sigue enfrentando la difícil tarea de equilibrar la inclusión y la calidad artística en sus producciones. Y por favor, no hagamos que Black Mirror deje de ser una serie para ser una descripción de una evolución tóxica de nuestra realidad.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!