«En 6 meses se aprende todo lo que hace falta para entrar a la universidad, que es para lo único que sirve el colegio”. Esas fueron las palabras de nuestro ministro de Educación, Óscar Becerra, en un evento al que tuve la oportunidad de asistir el pasado viernes en el Colegio de Abogados de Lima. Esas fueron las palabras de quien está a cargo del sector de educación en nuestro país.

Es por eso por lo que quiero aprovechar esta columna para dirigirme al ministro y decirle que está completamente equivocado. Que, si cree de verdad, que el único fin de los colegios es adiestrar a los alumnos para un examen para marcar, pues no sé qué está haciendo en el ministerio. Si piensa así, mejor renuncie. No creo ni que se le extrañe, ni que necesitemos como país a alguien que desvalora el sistema educativo.

Un ministro que, básicamente, ha dicho que si no vas a la universidad, los 11 años de colegio fueron en vano. Es decir, para el ministro el colegio es una pérdida de tiempo de más de una década de duración.

Un mensaje que puede ser utilizado por todos los padres de familia que mandan a sus hijos a trabajar en las calles en vez de ir al colegio. “Que trabaje desde niño, total, no irá a la universidad “. Un mensaje que sirve para avalar al padre abusivo que explota a sus hijos, que los hace mendigar en las calles, trabajar en el campo, o trabajar donde encuentren, en vez de estar estudiando en un salón de clases y jugando con otros niños. Pero claro, si no van a ir a la universidad, ¿Mejor que se pongan a trabajar no?

Pero déjenme decirles que creer en los desatinos del ministro es un grave error, y un pésimo análisis de lo que significa la educación. Sí, dentro de la importancia práctica de la escuela, se encuentra la enseñanza de materias para el desarrollo académico del alumno, preparándolo para una educación superior. Pero creer que la cosa queda ahí es completamente disparatado.

La enseñanza en los colegios no se queda en el mero ejercicio memorístico de toda la vida. No se limita a que los alumnos aprendan para un examen. Los colegios cumplen un rol mucho más vital que eso.

Fomentan la formación de valores. A pesar de que, ciertamente, los valores se inculcan en casa, los colegios tienen una gran influencia en los alumnos, sobre todo en los que están en una temprana edad. La reflexión, la capacidad de pensar críticamente, no me digan que las escuelas no cumplen un rol ahí.

La pertenencia y la formación de identidad son factores claves en esos 11 años de enseñanza. El desarrollo personal y social de los alumnos es desarrollado en esos años. Es por eso por lo que en los últimos 20 años se ha implementado todas estas políticas “antibullying” que ayuden al desarrollo de la autoestima de los alumnos, así como de su tolerancia y empatía.

Pero claro, nuestro ministro parece ser de aquellos que se enfocan únicamente en un examen de admisión, o una prueba PISA, que vuelven al estudiante un número, y no son un reflejo verdadero del conocimiento del alumno. Las pruebas masivas para marcar no nos dicen de verdad el conocimiento del alumno, mucho menos cuando se centran únicamente en matemáticas, ciencias y algo de razonamiento verbal. Dejando de lado, además, la importancia de lo emocional del alumno, el cual puede paralizarse, ponerse nervioso o distraerse ante una prueba. Y ello es completamente factible que suceda, desluciendo así el verdadero conocimiento del joven que estudió. La única forma de saber de verdad cuánto sabe un alumno no es mediante una prueba “x”, sino mediante el entendimiento de su aprendizaje académico, y viendo cómo este lo aplica y luego lo manifiesta, entendiendo su proceso durante su desarrollo y no marcando en una hoja de 150 preguntas.

Así que, ministro, a la educación no la mide un examen, y al alumno tampoco.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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