The Batman

Batman tranquilamente se pudo filmar en la Venezuela de 2022, bajo el control de una mafia vinculada a la política demagógica. Pero la corrupción que el filme expone hasta las tuétanos se desarrolla en una Ciudad Gótica que es el espejo empañado de la Nueva York poscovid, tras la pesadilla expresionista del 11 de septiembre.

La riqueza semiótica del filme nos invita a descifrar sus mensajes en clave.

Por aquí revelamos cinco de sus principales misterios, que la convierten en una poderosa competencia para Caballero Oscuro en la franquicia, si no con chance de desbancarla, al menos para compartir el podio con la obra maestra de Christopher Nolan.

1)   No más mentiras.

Si Dark Night fue la película del Joker de Heath Leger, The Batman es la pieza del Acertijo, interpretado por un hipnótico Paul Dano, quien hace el papel de un “incel”(célibe involutario) de la red social, cuyo trabajo secreto será desenmascarar a las élites populistas de Ciudad Gótica, a través de un rompecabezas de microcrímenes y actos terroristas en modo de copycat de Saw y Zodiac. Su lema es acabar con el “bullshit” del poder delante de las cámaras, y retratar la podredumbre que carcome a la “Sin City” por dentro. Desde tráiler fuimos avisados para contemplar una dura crítica contra el sistema de la “posverdad” que se asentó en Norteamérica como juego de tronos.

2)    Es una metáfora anti o pro Trump.

Ni lo uno ni lo otro, porque The Batman es lo suficientemente abstracta y ambigua como para tomar el camino fácil de una denuncia progre o woke ante el status de los partidos dominantes. Lo evidente a los ojos, es que la cinta se sitúa en un mundo, como el nuestro, donde la democracia es una farsa, al ser comprada por el dinero sucio y la doble moral de unos magnates, unos bandidos de cuello blanco, sin escrúpulos. De modo que es un golpe que se le asesta a Biden y Trump, por igual. Por un lado, el populismo progre eleva a su candidata racializada, para ganar unas elecciones. Semejante estrategia no deja de ser un mensaje indirecto sobre Kamala Harris, radiografiando la esterilidad y vulnerabilidad de su imagen frente a las problemas que dividen al país. Por el otro, Batman que siempre fue de corazón conservador y republicano, un millonario que renunciaba a su fortuna para redimirse salvando a lo más débiles de la cadena alimenticia, se muestra desencantando de su origen aristocrático de familia Kennedy, pues guarda cadáveres y oscuros secretos bajo el armario. En último caso, la película triunfa al ser como un test de Roschard de la política contemporánea, permitiendo que usted descubra la escala de grises de la América del siglo, a la izquierda, el centro y la derecha.

3)   Por un arte subliminal.

Se quejaban con razón mis amigos de México y Argentina por la literalidad de Spider Man No Way Home, calculada para complacer a los fans mediante la proyección de las tendencias del algoritmo y de las exigencias de las grandes audiencias. Aparantemente, Marvel venció al consumar una fantasía, un tabú del mainstream, que es programar un evento que sea puro servicio y predicción científica de la respuesta de la masa. ¿Cómo ha contestado la compañía DC? No con una floja y sonsa fotocopia de la competencia, sino con una reinvención del archivo más disruptivo e insumiso del cine de la Warner, de los clásicos de Kubrick (La Naranja Mecánica y su estética de la crueldad), pasando por Casablanca (cúspide de la productora en la investigación del filme noir en la era bélica y posdepresión) y culminando en la relectura de Blade Runner (amén de una voz en off que es patrimonio del estudio y del género). Dos detalles al respecto. El protagonista lleva un diario como el Travis de Taxi driver, otra referencia que define a la DC de los últimos tiempos, como en Joker, de regreso a la fuerza salvaje de los setenta. Batman da palizas como de Alex de Large en Clockwork Orange, castigando a grupos de “droogos” que consumen metanfetaminas en gotas. Puedo pasar dos horas tecleando links, códigos dementes y mapas mentales que destruye la matrix de The Batman, al estilo indómito e incorrecto de El Resplandor. Solo acotaré que dicho ejercicio de implantación e instalación de ideas sugerentes, no pertenece a dogma alguno, a contenido instrumentable por tal o cual, a tolda o agenda, sino es patrimonio de la poética encriptada del cine. Por ende, otro punto a favor de una franquicia que renuncia al pacto con lo predecible, para sumergir al espectador en un auténtico viaje de exorcismo, de psicoanálisis y ruptura con el lugar común. Porque sí, tú eres como Batman y como yo, en el sentido de que la película va de nosotros y reflejar lo que realmente somos, al quitarnos el antifaz y la capa de héroes. Un gesto que The Batman plantea como una terapia de choque para la búsqueda de certezas del consumidor, mal acostumbrado a que le expliquen todo y se lo digieran con papilla edulcorada. Así se rescata a un arte moribundo.

4)   Un funeral que es un grito de auxilio y regeneración.

Dicen que la tragedia funciona como máxima catarsis universal. The Batman lo es en cuanto cumple con elaborar el duelo de toda una ciudad gótica, que es como un país, que ha perdido la confianza en sus instituciones, que no sabe qué demonios le pasa, que ve como el derrumbe no tiene freno. El réquiem mineral, social, individual y colectivo que dibuja la paleta dark de “Batman”, viene acompañado por una música espectral que resuena como una marcha fúnebre en nuestro inconsciente, declarando el crepúsculo de una mitología y de una manera de filmar. El Batman colorista de los 60, el afterpop de los 90 y cool lleno de esteroides de 2000, se ha encogido a su mínimo expresión, cargando con un peso histórico que lo abruma. Él está tan confundido y extraviado en el laberinto como nosotros. Para avanzar en los anillos del infierno, necesitará de un Virgilio humano, el último hombre decente de Ciudad Gótica, el comisionado Gordon. Un aliado enviado por los dioses para luchar contra los diablos que secuestraron a la metrópoli. También lo apoyará una rara y extraña Gatúbela, que tras una máscara woke, esconde las ansiedades de las estafadoras del milenio, con su ética difusa e indolora, fundada en un pecado original. Batman es un ángel caído que, como Edipo, descubrirá la culpa de su padre y tendrá que matarlo simbólicamente, al superarlo con empatía, sacrificando su herencia y el legado, por el bien común. Todos llevan la marca del duelo en su cara triste, cubierta por una sombra de spray. ¿Cuál es su desahogo y escape, que es del cine que fenece? Ya verás.

5)   Hablamos de los héroes y sus móviles, pero qué tal si conversamos de los villanos.

Batman es una casa de monstruos adorables, que bajo su fachada de odio, solo quieren respeto y amor. Es la paradoja del hate, como Residente que subliminalmente ama a Balvin, y cada cierto tiempo busca llamar su atención, como un amante herido que es ignorado. Me gusta ventilar una teoría que afirma que el Acertijo es el verdadero protagonista de la historia, porque su apuesta maldita detona el argumento, el plot y el despertar de “Batman”, sacándolo de su zona de confort, a un precio alto. El acertijo, a su modo, es una copia barata de la estética de Batman: imita sus trucos detectivescos, se esconde con una máscara negra, vive aislado, y comparte un pasado torturado que es común en su pintura goyesca de una sociedad desmembrada, que es caldo de cultivo para el ascenso de titanes locos como en la depresión alemana con Hitler, como los populistas que cobran en elecciones los cataclismos y desviaciones de la república. El Acertijo es un outsider, y no le interesa ingresar al “club dentro del club”, donde hacen vida los dueños de la ciudad, el Pingüino y su padrino, hijos naturales y bastardos de los “Goodfellas” de Scorsese, de Los Intocables de Brian De Palma. Como Ciudad Gótica sigue en su rumbo zombie de mirar para otro lado, el Acertijo trama una conspiración horrible, para activar y encender las alarmas de los únicos que pueden entenderlo, Gordon y Batman, a los que conduce por una misión kamikaze, como títeres. Obviamente, el fuego no se puede combatir con más gasolina y bombazos, como vemos en Ucrania. Ello escala la centrifuga del mal y del resentimiento, estímulo para nuevos vengadores y héroes tóxicos. Pero el acertijo continúa con su plan macabro, inundando a la ciudad gótica, para “purificarla”, cual terrorista de Instagram. El suicida hace un live cínico, explotando a los chicos de ultraderecha que descifran los códigos de QAnon. El dragón de la reactividad se muerde de la cola en el desenlace, sin aparente esperanza. Ahí queda el dilema de la película. Ustedes merecen verla para terminar de descifrar su misterio. Les anuncio que el final aporta una luz, una rendija, pero no resuelve el entuerto de fondo, que es más complejo y amerita un multiverso.

Por aquí esperamos sus secuelas, para comentarlas con pasión, para ustedes.

 


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