Apenas se tardaron 30 días en montar una reunión cumbre sobre el tema. Unos 200 países y cantidad de jefes de Estado y de Gobierno se hicieron presentes en Madrid ayer en un momento crucial para el gobierno español, ocupado, como está, con la batalla por la investidura de Pedro Sánchez. Sin embargo, ello no impidió que los socialistas del PSOE se quisieran armar con la medalla climática. Pero eso es solo el decorado del magno encuentro.

Pongamos los puntos sobre las íes. Hace días apenas de la declaratoria de emergencia del Parlamento Europeo sobre el calentamiento global y es por ello que Europa se quiere hacer dueña del tema: no existe otro líder que sea el abanderado de un tema tan vital.

Sus grandes contendores, los gobiernos de Estados Unidos y China no aspiran a tener una voz cantante. Simplemente no comparten las preocupaciones de los europeos y hacen oídos sordos a todas sus implicaciones. Peor que ello, deleznan olímpicamente las consecuencias del abandono de la tarea que les toca desarrollar para salvaguardar a la humanidad.

La atmósfera del encuentro está empujada por la presión que los más jóvenes en el mundo entero están desarrollando, pero el conservacionismo que enarbolan se está enfrentando a los negacionistas –públicos y privados que abundan como arroz– y tienen igualmente que ponerle el pecho a los obstáculos que imponen las grandes corporaciones internacionales, así como a la indiferencia del hombre de la calle que es presa hoy de un consumismo y despilfarro desatado que se estimula constantemente desde múltiples frentes.

Así que pensar que los avances de la Cumbre serán inmensos no pasa de ser un deseo fútil. No obstante, este encuentro de Madrid es un llamado desesperado al despertar de las conciencias y de las acciones. El tema central seguirá siendo el de siempre, el del Protocolo de Kioto de 1997 que es el mismo de París de 2015 y que obliga a cada miembro a recortar su emisión de gases para que el aumento de la temperatura del planeta no sea superior a 2 grados por encima de los niveles preindustriales.

¿Cuánto se ha avanzado en las últimas dos décadas para poder alcanzar la neutralidad de las emisiones, que es la gran meta del año 2015? Casi nada, lo que hace que el calentamiento ya no sea reversible. Cada país debería multiplicar por tres sus planes de recorte para alcanzar la meta del largo plazo.

El momento de asumir un verdadero compromiso es en esta ocasión lo que sería alcanzado si, además, hay acuerdo en que se efectúen revisiones periódicas de los planes de cada Estado a partir del año que viene. Se espera con optimismo que en los días que siguen unas cuantas empresas transnacionales efectúen un serio compromiso de reducción de sus emisiones.

Lo cierto es que estamos en medio de una crisis de voluntades políticas gubernamentales y de ausencia de comprensión real de la gravedad del drama global hacia el cual estamos navegando. “Estamos en un agujero profundo y seguimos cavando”, dijo premonitoriamente el secretario general de Naciones Unidas en el comienzo del encuentro.

Permita Dios que este hito marque el punto de partida de una nueva fase de defensa del planeta. No nos encontramos solo frente a un problema climático. Se trata de una emergencia ecológica que determinará la calidad del futuro de nuestros hijos.


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