Foto Anderson Ayala

Siempre es agradable asistir a las salas de cine a ver productos hechos en el país. El cine de ficción le ha dado mucha proyección a la industria nacional en los últimos años, y por ello es que ha podido incursionar en terrenos que antes le eran ajenos. Una de las historias más recientes es la contada por el director Edgar Rocca, quien en Tres son multitud, cuatro es un desastre aborda temas de vigencia que todos en el país parecemos querer dilatar.

La nueva película del joven Rocca, quien también tiene en posproducción un documental titulado Cine Invisible, vuelve al género de la ficción con el que se inició en 2016 cuando estrenó la cinta El peor hombre del mundo y en el que quiso seguir navegando con Infieles en 2019. Ahora, en un contexto pospandemia, el director venezolano nos trae otra historia que ahonda en la comedia, pero con matices de crítica social.

Tres son multitud, cuatro es un desastre, sin caer en spoilers, cuenta la historia de dos chicas que comparten un vínculo amoroso y que deben lidiar con su ruptura durante la pandemia. Esta premisa tal vez no asoma mucho, pero lo atractivo es que todo se va dilucidando mediante sesiones de terapia psicológica que ambas sostienen por separado, y gracias a las cuales surgen los flashbacks que nos presentan a los personajes y sus dramas internos.

Los conflictos humanos alrededor de la sexualidad personal, los paradigmas sobre la familia, el estilo de vida de las parejas jóvenes en Venezuela y las condiciones adversas del país son algunos de los temas que se exploran a lo largo de 80 minutos. Eso sí, todo con el condimento de varias acciones y muchas líneas de diálogo que generarán bastante risa en los espectadores.

Sin caer en el humor desmedido, es una historia que no solo nos muestra cómo somos en buena medida los venezolanos, sino también cómo nos queremos ver a nosotros mismos. Su intento por divertir al espectador tal vez pueda compararse por momentos con Papita, maní, tostón, aunque no tenga su mismo enfoque puramente cómico.

Tal vez, como llegó a decir el escritor estadounidense Mark Twain en alguna ocasión, el problema con el humor es que nadie lo toma en serio, y aquí vaya que se usa bastante humor para reflejar una realidad compartida por muchos venezolanos.

Se trata, en voz de su director, de una película filmada en menos de dos semanas, pero separadas por casi dos años gracias a la pandemia. La constancia de Rocca por sacar adelante la cinta solo hace honor al documental de Sergio Monsalve en el que participó también hace poco, El año de la persistencia, donde se refleja precisamente ese intento del cine venezolano por sobrevivir a las dificultades pandémicas.

Ello explica las rudimentarias condiciones del rodaje, inocultables a ojos del público. Pero esto no representa un rasgo negativo ni mucho menos, aunque sí da cuenta de lo limitado que pudo ser su desarrollo. No es secreto que hacer cine requiere de mucho dinero y que la industria nacional no cuenta con ese recurso. Así y todo, no se puede perder de vista que la película fue selección del Festival del Cine Venezolano celebrado recientemente en Mérida.

La cartelera vigente ahora se nutre de una historia venezolana, en la que hay también conexiones con tendencias globales a las que el país no es ajeno. Por ello vale la pena darle una oportunidad a esta película, que desde hace un par de días está ya en varias salas del país. Es la nueva obra de uno de los cineastas criollos con futuro más promisorio, y por ello conviene seguir su evolución de ahora en adelante. Es una historia para disfrutar en grupo, aunque sin ser demasiados; después de todo, tres son multitud, pero ya cuatro son un desastre.

@anderson2_0


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