Tal parece que desde que llegaron hace 20 años al poder lo hicieron con un objetivo claro, el de destruir todas las instalaciones y empresas de servicios del país para que los venezolanos vivieran cada vez peor. Solo así se explica que el único éxito que el chavismo pueda anotarse en la historia sea que hoy Venezuela es un país sin agua corriente, sin electricidad, sin gasolina, sin transporte público, sin teléfono y sin gas doméstico.

Aunque en el último caso hay que destacar algunos detalles importantes que con tanta tragedia junta parece que han pasado por debajo de la mesa. Sucedió exactamente lo mismo que con el combustible, de repente el gas doméstico desapareció y la gente pasaba semanas sin poder conseguir una bombona. En el interior del país hace ya tiempo que comenzaron a cocinar con leña porque perdieron las esperanzas o porque les sale tan caro que es imposible reponerlo. Siempre hay los que se aprovechan y piden 20 dólares de una vez.

Como siempre, el área metropolitana o por lo menos los estados más cercanos a la capital corren con “mejor” suerte. En Miranda, por ejemplo, no es que haya desaparecido del todo, pues todavía hay llenaderos de bombonas que funcionan. Sin embargo, el detalle es otro. Porque el gobierno chavista o destruye por completo la empresa de servicio o la encarece de manera tan absurda que los ciudadanos se preguntan adónde van a parar los reales que pagan.

“Las tarifas y precios establecidos en la presente providencia atienden a los principios dispuestos en la Ley Orgánica de Hidrocarburos Gaseosos y también se encuentran dirigidos a facilitar la recuperación de las inversiones, obtener una rentabilidad razonable, así como al mantenimiento adecuado del servicio y asegurar a los consumidores el menor costo posible”. Esa explicación, que a cualquiera le puede sonar razonable, es la justificación que trae la Gaceta Oficial del Estado Bolivariano de Miranda N° 5138 en la que se establece el nuevo precio de un litro de gas doméstico: 0,10 dólares.

Como se lee, la tarifa en un documento oficial del gobierno regional está fijada en dólares, no en bolívares, ni soberanos ni fuertes ni digitales ni mágicos. ¿Desde cuándo está permitido fijar precios de un servicio en moneda extranjera? Si ni siquiera dejan a los arrendadores hacer contratos en divisas a sus arrendatarios. Claro, indican que el pago será “por transferencia” y a la tasa del BCV, pero esto es el colmo.

Y si no le dice nada el precio por litro, estimado lector, sepa que una bombona de 40 litros costará aproximadamente 4 dólares, que al cambio oficial es algo más de 16 bolívares. A algunas personas podrá parecerle justo, pero resulta que el sueldo mínimo en Venezuela es de 10 bolívares. Como no alcanza para comprar comida, ¿también pretenden que el ciudadano ahorre en gas?

Qué podemos esperar, entonces, si el mismo oficialismo no cree en su nueva moneda y se respalda con la del odiado imperio. ¿Harán lo mismo con los sueldos, las pensiones y los bonos de la patria? Sería lo justo en una sociedad con una hiperinflación indetenible debido nada más y nada menos que a sus malas políticas económicas. Son preguntas que caerán en saco roto, pero les pedimos en esta ocasión un inmenso favor: ahórrense el discurso de que la culpa es de las sanciones.


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