«¿Seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio, la difícil carga de una república? ¿Se puede concebir que un pueblo se lance a la esfera de la libertad sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas y recaiga en el abismo?». SIMÓN BOLIVAR

El chavismo que se identifica como un movimiento cívico-militar de orientación socialista y bolivariana, emprendió desde hace 24 años políticas gubernamentales que lejos de beneficiar al pueblo, lo ha llevado a una crucifixión social de impredecibles y trágicas consecuencias jamás experimentadas en la nación desde sus raíces republicanas.

A la revolución socialista y mal llamada bolivariana, algunos analistas la enmarcan dentro del fenómeno político de la «marea rosa», que trata de imponer una versión, una verdad, una interpretación de la historia a su manera y conveniencia, para mantenerse en el poder, sin haber logrado superar los traumas del pasado y manipulando el presente, mediante recurrentes inventivas de ejecución de obras y programas sociales, con el perverso  propósito de mantener engañado a un pueblo, huérfano de sus prerrogativas que establece la propia Constitución Nacional.

En un país donde la pobreza y la desigualdad siguen siendo alarmantes, pues la verdadera revolución se llama libertad, y supone generar las condiciones para que niños, hombres, mujeres y ancianos puedan disfrutar merecidamente de las bondades de un país que, como el nuestro, cuenta con inmensas riquezas naturales.

Una verdadera y auténtica revolución permite mirar hacia adelante para aprender y construir desde el presente, rompiendo los viejos paradigmas, prejuicios, traumas, miedos y todo tipo de ataduras, que impiden un verdadero y significativo desarrollo social, político y económico.

Una verdadera revolución haría posible que cada persona nacida en esta fecunda y hermosa tierra no esté condenada a sobrevivir en la miseria y extrema pobreza, negándosele las condiciones y oportunidades para que pueda construir su propia vida, sin resquicios de ninguna naturaleza.

En una verdadera revolución, sus gobernados no deben ni pueden tener una mentalidad perdedora, agachada, sumisa ante el poder, para no estirar la mano y conformarnos con las migajas que nos da el gobierno. La verdadera revolución es mirarnos a los ojos como hermanos y no como enemigos, llegar a ser conscientes de que lo que nos une como venezolanos es mucho más fuerte que lo que nos divide; es entender que, cuando yo te lastimo a ti, me hago daño a mí mismo y cuando te ayudo, también me beneficio.

Es hora de revalorar, reinventar y de imaginar el legado de nuestro padre el Libertador, para dejar de lado todo aquello que nos ha limitado e impedido alcanzar los frutos deseados en lo personal, en el entorno familiar y del país que tanto presumimos amar, para de esta manera abrazar la esperanza renovada que floreció el pasado 22 de octubre, con el rotundo y avasallante triunfo de María Corina Machado, candidata presidencial de la oposición, que sin macula alguna será elevada a la primera magistratura de la nación el venidero año 2024.

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