En la dictadura nadie se salva. Los tentáculos del narcótico han conseguido tierra fértil entre sus miembros. Para quienes nacieron, sin principios, abrazarse al sustancioso negocio del narcotráfico es abalanzarse en los brazos de su padre. Los últimos escándalos de las mafias, que luchan por el control del negocio, reflejan el estado de podredumbre de una casta que dirige la nación. Es un régimen al servicio de una gangrena social, que genera grandes dividendos.

Se calcula que la droga da ganancias ocho veces más grandes que las obtenidas por el petróleo. Es por ello que el Estado es su portaviones de lanzamiento. Sus márgenes de crecimiento son tan espectaculares que prácticamente el mundo está a sus pies. Es un suprapoder que responde a sus propias reglas, van más allá de posturas ideológicas. Manejan un sinnúmero de conexiones internacionales que la hacen avasallante. Veamos este ejercicio producto de una investigación.

¿Cómo pueden pasar inadvertidos 900.000 millones de dólares por año? La finalidad del narcotráfico no estriba en enterrar morocotas bajo el piso. Antes de llegar al extremo superior de la cadena, el negocio de las drogas tiene –como es sabido– un eslabón fundamental en el lavado de dinero abandonado. Quien tenga, pues, un modesto 10% de esa torta, lava cada año 200.000 millones de dólares.

Para el año 2012 existían en el mundo 92 de esos paraísos, en los que funcionaban por entonces 1 millón de sociedades amparadas por el anonimato: empresas –virtuales o reales– a las que nada ni nadie obliga a presentar balances, establecer su composición accionaria o, incluso, tener capital alguno. El cannabis se siembra en 172 países, América concentra 55% de la producción y tiene en su lado norte una de las más altas tasas de prevalencia mundial: 10,5% de los norteamericanos entre 15 y 64 años es consumidor. En Europa, con 2 millones de adictos (consumo diario), encabeza esta hierba las estadísticas del Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías.

¿Se imaginan el inagotable mercado y sus ganancias? 

Ese nivel de consumo es un manjar para quienes optaron por participar en el festín. La caída de los precios petroleros es una bendición para el narcotráfico. Terminan por seducir las debilitadas economías, para que le apuesten al negocio que crece como la espuma. De allí que la revolución venezolana aparezca como un Estado que se nutre del narcotráfico. Es un régimen que su supervivencia está en participar en estas actividades al margen de la ley. No es el grupo de una nación que lo hace de manera colateral, son los usurpadores del poder quienes participan del lucrativo mercado en alianza con las FARC.

Noten cómo el desplome universal del hidrocarburo no los afecta. Nicolás Maduro, dijo que no le importaba la baja de los precios. ¿No le parece extraño? Una nación quebrada, con su principal bastión económico en ascuas, que no le merezca algún tipo de preocupación revela muchas cosas. Que se hunda nuestro principal producto, mientras las estadísticas de 2019 hablan de que solo 3% de la producción mundial de las drogas fue incautada.

El negocio logró ganancias sin precedentes en Hong Kong, Japón y las islas Baleares. El régimen venezolano es un narcoestado que vive gracias al mercado universal del narcótico.

[email protected]

@alecambero


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!