Una gran novela: Eugènie Grandet

Una de las grandes obras de Honoré de Balzac, fantástico maestro de la escuela del realismo literario, es Eugenia o Eugènie Grandet.  Es una vida atormentada por un padre “avaro” exigente, y que además domina las vidas de su esposa, y su fiel ayudante del hogar, Nanon. Efectivamente, Balzac publicó Eugènie Grandet en 1833.

En Saumur, el discreto y muy serio señor Grandet ha acumulado una vasta fortuna a través de numerosas especulaciones de tierras, una fortuna que sólo es igualada por su avaricia. Manda como un tirano sobre su séquito: su esposa, su única hija, Eugènie, y además su fiel criada Nanon. Encierra todo y raciona todo en toda la casa.

En un día de noviembre de 1819 se ha preparado una fiesta en honor al vigésimo tercer cumpleaños de Eugènie. Entre los invitados figuran como debe ser los Cruchots y los des Grassins, dos familias rivales que esperan casar a uno de sus respectivos hijos con la hija del señor Grandet.

Pero en ese entonces aparece Charles Grandet, el primo proveniente de París, cuyo glamour y fina elegancia no dejan para nada indiferente a Eugènie. Charles está desconcertado por el miserable aspecto de la casa de su tío. Casi instantáneamente la dulce señorita Grandet se enamora de su primo y el joven comparte poco a poco sus tiernos sentimientos.

Charles lleva consigo una carta escrita por su padre a su tío. En ella se entera de que estaba quebrado y era hostigado por sus acreedores, por lo que se ha suicidado. Charles ya no tiene dinero, pero lo ignora. Está devastado anímicamente por la infausta noticia de la muerte de su padre. Lejos de conmoverse por lo ocurrido, el señor Grandet desprecia a este sobrino insolvente. La insensibilidad de su padre golpea a Eugènie.

Ante todo esto, Eugènie termina por entregarle su oro, representado por una colección de monedas antiguas de oro que su padre le daba todos los años. Al presionarla su padre, le hace saber que ha entregado su oro a su primo. Y su padre estalla en rabia y la castiga. Posteriormente, fallece su madre. Pero, poco después el señor Grandet temeroso de que su hija le reclame la parte de su herencia, inteligentemente le levanta el castigo. Además, de manera gradual le va enseñando cómo administra todos sus bienes y revelándole sus pequeños secretos. Al morir Grandet, su hija hereda una gran fortuna. “Trescientos mil libras de renta en bienes inmuebles en el distrito de Saumur, seis millones en papel colocado al tres por ciento que habían sido adquiridos a sesenta francos y entonces valían setenta y siete; más de dos millones en oro y cien mil francos en escudos, sin contar los atrasos que aún tenía que cobrar. La estimación total de sus bienes sobrepasaba los diecisiete millones de francos”.

La vida se restauró, pero la partida de Charles había producido un gran vacío en la sensibilidad de Eugènie.  La acaudalada heredera recibe finalmente una carta de su primo, en la cual le anuncia que logró casarse por dinero. En efecto, se ha desposado con Mademoiselle d’Aubrion, que no le gusta mucho, pero es poseedora de títulos de nobleza. Eugènie se resigna entonces a casarse con el antiguo presidente Cruchot de Bonfons. Ella solo pone dos condiciones: que el matrimonio no tenga sexo y que él pague las deudas aún vigentes de su tío.

También es bueno comentarlo, la humilde criada Nanon pasa de tener una renta vitalicia de 600 francos; efectivamente a partir del deceso del señor Grandet, su heredera le asigna una renta adicional de 1.200 francos, así se convierte en un excelente partido y se casa con Antoine Cornoiller, quien es enseguida nombrado guarda general de las tierras y propiedades de la señorita Grandet.

A la muerte de su marido, Eugènie retorna a la vieja y maltratada casa de sus padres. A pesar de su fortuna, ella vive modestamente retomando las costumbres de su padre y se consagra a obras de caridad. Sola, a pesar de su corazón generoso, ella tendrá una existencia monótona y un poco fastidiosa.

¿Fue malo el señor Grandet?

En este sentido, otro francés, Pascal nos predica que le gustan los bienes porque así alivia los males de sus amados pobres. Hasta aquí Balzac, nos plantea no pocas interrogantes: ¿es un ser perverso el señor Grandet? ¿Acaso no evitó que su adorada hija cayera en manos de un buscafortuna? ¿Incluso, el buen Grandet no ha ayudado incluso al fisco francés al adquirir bonos de la deuda pública? También las feministas le caen encima a la señorita Grandet, que fue desilusionada por un buscafortuna. Pero, poco dicen las feministas de “don juanes” que terminan abandonando a sus parejas y dejando hijos sin padres y sumidas en la mayor miseria. Y por cierto, la gran matrona de las feministas, Simone de Beauvoir, cuando se murió su famoso amante o condiscípulo, no heredó para nada los derechos de autor de Jean-Paul Sartre denigrante a tiempo completo de la sociedad burguesa. El mismo Balzac en vida fue un personaje más cercano a Rastignac (Papá Goriot), porque se daba  una vida de lujos, con deudas con el sastre, con otros más, y esencialmente porque gastaba más de lo que ganaba con sus noveles y cuentos, a pesar del trabajo excesivo al cual se sometía.

Otra novela, esta vez: Bel-ami de Guy Maupassant, nos describe la vida de un arribista, de un ser despreciable que solo busca el poder, y va escalando peldaños. En Venezuela nos sobran arribistas, gente oscura que de repente ha llegado a los más elevados estratos de la política y otros tienen hasta plantas de televisión por su cercanía al poder.  De igual modo, en Venezuela tenemos émulos del señor Grandet, dedicados a sus negocios día y noche. La colonia portuguesa en el país, los tiene en todas las clases sociales, figurando poco y ahorrando mucho, dueños de supermercados, restaurantes y hasta de un banco.  En este contexto, nos recordamos la figura del desaparecido banquero que inauguró su banco (el Venezolano de Crédito) con muebles usados. ¡El inolvidable don Henrique Pérez Dupuy! El Banco Venezolano de Crédito se negó en los años cuarenta a entregarle su oro al recientemente fundado Banco Central de Venezuela, el pleito jurídico-administrativo duró y la Corte Suprema de Justicia finalmente le dio la razón.

En términos macroeconómicos podemos afirmar que gracias a que existen personas “avaras” y muy trabajadoras, una nación puede evitar el despilfarro de los que no ahorran, de los amantes del lujo y enemigos del trabajo. Se calcula, muy conservadoramente, que existen 100.000 millones de dólares propiedad de venezolanos y extranjeros residentes en Venezuela, depositados en bancos extranjeros esperando que exista algún día un gobierno que tolere al capitalista y de confianza a los inversionistas, empresarios, industriales etc.

La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo

Max Weber, uno de los más grandes científicos sociales de todos los tiempos, escribió su famoso libro sobre la ética del capitalismo, cita como ejemplo de ética del capitalismo, la actitud del banquero Jakob Fugger, que califica de “pusilánime” la posición de un colega de negocios que se había retirado y que le aconsejaba a él hacer lo mismo «porque ya había ‘ganado’ bastante y debía dejar a otros que también ganaran». Esto es, la ética del capitalismo le exige a los empresarios trabajar el máximo. También Weber acude a los consejos del gran patriota norteamericano Benjamin Franklin quien sostenía “que el tiempo era dinero”, que “la honradez es útil porque proporciona crédito; también lo proporcionan la puntualidad, la diligencia y la moderación y sólo por ello son virtudes: de aquí se derivaría, entre otras cosas, que bastaría la apariencia de honradez”. Weber sobre Franklin aclara, que “ganar dinero en el sistema económico moderno es, cuando se hace de manera legal, el resultado y la expresión de la de la habilidad en la profesión, y esta habilidad  es ‘como no es difícil reconocer ahora’ el auténtico alfa y el omega de la moral de Franklin, tal como se nos presenta». Ganar dinero, en definitiva, se convierte en fin en sí mismo. Es increíble este consejo de B. Franklin, anotado por Weber:

Guárdate de considerar como propiedad tuya todo lo que poseas y de vivir según ello. En este error caen muchas personas que tienen crédito. Para evitar esto, lleva una cuenta exacta de sus gastos y tus ingresos. Si te esfuerzas por poner atención a los detalles, esto tiene el buen efecto siguiente: descubrirás cómo gastos muy pequeños aumentan hasta convertirse en grandes sumas y observarás lo que se podría haber ahorrado y lo que se puede ahorrar en el futuro… (Max Weber: La ética protestante y el espíritu …p.58.) 1

Ahora bien, esta conducta se le impone al hombre como un deber absoluto. Y ganar dinero como un fin per se, implica mantener una actitud. Además, se le impone a un individuo como un deber, por encima de cualquier consideración hedonista o utilitarista.  El hombre de mentalidad precapitalista trabaja para vivir y, en la ocasión de que se disponga de alguna riqueza, evade el trabajar y se dedica a otro tipo de actividades, como la caza, el juego o la guerra.

Max Weber analiza en profundidad la teología de las nuevas iglesias reformadas en especial la calvinista, donde Juan Calvino gobernó la ciudad de Ginebra y la hizo prosperar notablemente. En las primeras páginas de su obra, nuestro gran sociólogo señala el carácter preponderantemente protestante tanto del empresariado y de los capitalistas como de los niveles superiores y cualificados de los obreros, en concreto del personal con formación técnica o comercial superior de las empresas modernas, en Alemania. En nuestra querida Venezuela, tenemos el caso de la Colonia Tovar integrada por católicos de origen alemán muy trabajadores, pero la principal empresa de embutidos que tienen, al parecer sus propietarios son luteranos.

Conclusión

El capitalismo tiene sus valores, que no son incompatibles con una religiosidad bien entendida. Sus ideales permiten la creación de riqueza, evitan el despilfarro y procuran enaltecer el trabajo productivo. Mientras que los del socialismo procuran repartir la riqueza inclusive antes de ser creada, mediante un endeudamiento grotesco y descomunal. La pobreza la miran como causada por los capitalistas, y no como el estado natural de la humanidad. La solidez de la moneda y el ahorro voluntario es el signo del capitalismo en funcionamiento, mientras que la inflación y la fuga de capitales es la puesta en escena de las ideas socialistas de cualquier signo. La explotación de la renta petrolera alabada sin descanso, nunca implicó el desarrollo económico y terminó al final destruyendo al sistema democrático, el cual los políticos piensan restituir mediante una ayuda que no se sabe de dónde vendrá, olvidando a las masas en su exorbitante pobreza y malestar social.

Bibliografía

BALZAC, Honoré de: Eugenia Grandet, Colombia, Editorial La oveja negra, 1982.

WEBER, Max: La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, Madrid, Alianza Editorial, 2001.

(1) Parecería un consejo del viejo Grandet, dándole a alguien que apreciara en lo personal, explicándole cómo ha hecho su fortuna personal.


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