El general en su laberinto es la novela del gran escritor Gabriel García Márquez dedicada a fabular la etapa final de la vida del Libertador.  Muestra las angustias y cavilaciones de Bolívar en esa etapa de su vida. Tomo de esta obra solo el título, para tratar de entender y examinar la decisión asumida por Henrique Capriles, anunciada en su alocución del pasado martes 2 de septiembre de 2020, llamando a participar en el fraudulento evento electoral convocado por el régimen para elegir una nueva Asamblea Nacional. El candidato en su laberinto buscó salir de él, a mi modesto modo de ver, en el momento y por el lado equivocado. Ha asumido finalmente, cara al país, una tesis que venía promoviendo en privado, en su círculo más cercano, desde comienzos del año.

Desde finales de 2017, cuando comenzó el estudio de los escenarios frente a la elección presidencial a efectuarse en 2018, sostuve la tesis de afrontar unitariamente y con tiempo la preparación para ese proceso. Es decir, asumir la decisión de participar o no, como  fruto de un debate en conjunto, y no el juego individual de un líder o partido por separado. Es decir privilegiar la unidad de los sectores democráticos con un dialogo y debate permanente y  respetuoso.

Expresé entonces,  en diversas declaraciones y artículos de prensa, mi inclinación a concurrir con un solo candidato, escogido por consenso, a dicho proceso. Invité  a Capriles  a  impulsar, con otros  exgobernadores,  un plan para seleccionar un venezolano honorable, ajeno a nosotros, los actores y protagonistas de estos tiempos, para lograr ese consenso. Buscar con antelación  un Ramón J Velázquez 2, para estar preparados frente al rumor de adelanto de la elección presidencial. Afrontar la decisión fraudulenta del régimen con un prohombre de nuestra sociedad, y así hacerlo más evidente.

Entonces Henrique no compartió mi planteamiento. Pensaba en la selección de un candidato presidencial por la vía de primarias. Tenía la esperanza de que en las negociaciones de la oposición con el gobierno, en República Dominicana, se lograrían unas condiciones básicas para concurrir al proceso presidencial. Consideraba que se lograría la liberación de los presos políticos y el levantamiento de las inhabilitaciones que pesaban sobre quienes habíamos sido gobernadores, así como a otros dirigentes. Esto permitiría hacer las  primarias y escoger un candidato, donde, según su parecer, podíamos competir.

Insistí en que el gobierno corría la arruga, engañaba, no cedería y llevaría a la oposición hasta el límite de no permitir, por lo inminente de la fecha electoral,  la celebración de las primarias. Advertí que el gobierno preparaba una celada. En efecto así ocurrió, y al no haber condiciones, ni consenso, ni tiempo para  primarias, no hubo otro camino que no participar. Entonces Henrique fue categórico en rechazar aquel proceso atropellado y fraudulento.

Ahora volvemos con el mismo problema. El gobierno tiene preparada la celada. Llevar el tema hasta la fecha en que no es posible asumir una política que permita la participación. Solo que ahora, Capriles, nos sorprende con una postura distinta presentada a la opinión pública, a escasas 48 horas del cierre de las postulaciones. Y eso, en caso de que se pudiese aceptar, (en artículos anteriores he ofrecido mis argumentos porque en esta elección parlamentaria, especialmente,  no es conveniente participar), impide articular una plataforma de dirigentes representativos de la sociedad democrática.

Entiendo que Henrique había presentado su tesis a lo interno de su partido y el mismo no la había aprobado. Si su decisión era presentarla luego al país no ha debido dejarlo para el momento final de las postulaciones. Con suficiente tiempo ha debido promover, respecto de esta política, un diálogo o debate  de forma clara, directa y no sorprender, en pleno desarrollo del fraude, a una ciudadanía que espera madurez, desprendimiento y acuerdo de sus dirigentes.

Asumir la línea de participar en la elección parlamentaria, por los hechos ya conocidos de naturaleza gansteril ejecutados por el régimen, constituye además el peor evento electoral en el que los demócratas venezolanos podemos participar. Sobre todo, en un momento en el que la dictadura busca afanosamente un baño de legitimidad, mostrando un evento donde en el papel todos los partidos concurren. La declaración de nuestro último candidato presidencial le llega como anillo al dedo a esa estrategia.

Esta materia, la de participar o no en un evento electoral, no es un dogma. Es una estrategia política que debe discutirse y prepararse con tiempo. De modo que no necesariamente debemos sostenerla de forma permanente y frente a todo evento. Cada momento político, cada evento y circunstancia reclama de un examen para asumir la correspondiente estrategia. Considero que el evento de diciembre es el menos apropiado para concurrir. Seguramente podrán llegar otros, en los cuales sea aconsejable concurrir,  y todos de forma unitaria y disciplinada gritemos: “Vuelvan caras”. Vamos a votar. Por ahora no es posible compartir su llamado.

 


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