1. Una de las condiciones del ejercicio del liderazgo es la claridad en el mensaje. Las señales contradictorias traducen imprecisión, ausencia de objetivos o simplemente engaños. Esto es lo que acontece con Guaidó a los 10 meses de su juramentación. De aquel joven líder, empinado sobre las dudas de los que tenía al lado y detrás, que asumió como encargado la Presidencia de Venezuela, hoy se observa un dirigente erosionado por las contradicciones.

2. No hay solo una cuestión de carácter o personalidad de Guaidó. Es una cuestión más compleja: él es el centro de todas las demandas y presiones que se ejercen en esta crisis. Lo llaman y aconsejan de todos lados, lo empujan, lo halan y lo estiran, y no hay esquema institucional que recoja o amortigüe las presiones. En esas condiciones, para cualquiera es difícil mantener la cordura; pero, ese y no otro es el camino que él escogió.

3. Guaidó se ha desdicho varias veces: la ayuda humanitaria entra “sí o sí” y después, sin explicar el fracaso, insistió en que la ayuda estaba entrando al país, cuando lo del 23-F y lo que haya podido entrar luego, no es lo mismo. Más adelante, la mamarrachada del 30 de abril que lo tuvo como protagonista principal y que no ha explicado; más adelante el manejo de los bonos; más adelante su posición sobre los manejos irregulares en Cúcuta; de seguidas las negociaciones noruegas a las cuales previamente se había comprometido no realizar.

4. En el camino se ha colado un cambio de la ruta que enunció y que el país entero acompañó. El cese de la usurpación se ha desleído, primero en la forma de dejar colar que no es el régimen del cual hay que salir sino solo de Maduro (lo cual explicaría el extravío del 30 de abril con Padrino López y el Maikel); y por estos días unas elecciones con Maduro en el poder, que poco a poco dejan de ser presidenciales para transformarse en parlamentarias, en el marco de una cohabitación impensable de parte de él hace unos pocos meses.

5. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión; sea porque las condiciones mudan o, porque sin cambiar estas, se adquiere un punto de vista diferente. Lo que un líder no puede hacer es no explicar por qué cambia. Cuando no ocurre, como pasa con Guaidó, la credibilidad se le derrumba. Esto no sería un problema si fuese afectado cualquier otro dirigente que pueda ser sustituido por otro más creíble, pero Guaidó no tiene sustituto como presidente encargado; así pierde fuerza y la maniobra para sustituirlo como presidente de la Asamblea Nacional podría prosperar y… adiós encargaduría.

6. Mientras tanto, la lucha por el TIAR aprobada por la Asamblea Nacional y ejecutada en forma muy precisa y experta por Gustavo Tarre, parece languidecer ante el frenesí electoral que va tomando cuerpo en aquella institución.

7. ¿Se pueden desandar los yerros? Es tarde, pero podría ser posible.


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