Algunos medios de comunicación se refirieron a la posible participación de organismos internacionales, la OEA y la ONU incluidas, para que en Venezuela se celebren unas elecciones presidenciales con la presencia de la candidata triunfadora en las primarias María Corina Machado. ¿Será esto posible? Particularmente pienso que no, al menos no así como lo plantean.

Lo que sí creo posible y encaminado hacia ese objetivo es que el régimen de Maduro se vea obligado a aceptar la candidatura de la líder de la oposición en el cercano evento electoral del 28 de julio de 2024, o en unos seis meses después pero en este mismo año.

Las razones para que tal evento suceda son conocidas y giran alrededor de las mentes visibles de los organismos internacionales como la única manera posible de cumplir con la democracia y con el juego electoral.

¿Y cuáles serían esas razones? Voy a permitirme mencionar y sustentar política y jurídicamente algunas de ellas.

Aproximadamente 2 millones de votantes, de los inscritos que se nos permitió votar en las primarias de la oposición, lo hicimos por María Corina Machado, demostrando políticamente dos cosas: que los venezolanos deseamos un cambio en la conducción del gobierno y del Estado, y que según las mediciones y predicciones a esos 2 millones habría que sumarle 4 millones más, lo que garantizaría el éxito de esa opción en las presidenciales convocadas para el 28 de julio de 2024.

En otras palabras, el régimen estaría vencido políticamente, no le alcanzan el millón de votos con los que cuenta, ni sumando el otro millón que entre todos reúnen los demás candidatos autodenominados de oposición pero que en verdad fueron fabricados por el régimen como parte del plan para impedir la inscripción de quien ya el pueblo tomó la decisión que fuera su candidata, en octubre de 2023.

En lo jurídico, aunque sus peones le hagan ver lo contrario, tiene el juego enredado y casi perdido. ¿Por qué? Muy simple, el chavismo -y Maduro es una de sus consecuencias- accedió al poder por la vía democrática, dándole continuidad a normas, pactos y convenios imposibles de eludir, y por más que quiera y por más bravucón que se muestre, está obligado a respetar las reglas de la democracia: donde ganar y perder forman parte de su esencia o regla de oro. No tiene otra opción que someterse al escrutinio de la mayoría. De nada le servirá la loca carrera hacia adelante con leyes como la del Esequibo y, la peor de todas, la que aprobaron contra el Fascismo, el Neofascismo y Expresiones Similares como una vía legal de asumirse como una dictadura. Pero el tiempo para eso ya pasó, el pueblo lo está esperando en la bajaíta y le cobrará todo el daño infligido.


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