Ilustración: Juan Diego Avendaño

La reacción de Nicolás Maduro y sus inmediatos colaboradores frente a la exitosa jornada electoral organizada por la oposición democrática venezolana ratifican la intención del régimen de bloquear cualquier salida electoral. Esa intención quedó confirmada por las “decisiones” de otros militantes del chavismo en cargos usurpados (los llamados “fiscal” y “contralor”), así como del tribunal supremo (ilegalmente constituido) que pretenden evitar la presencia en la elección presidencial del próximo año de un candidato único de la oposición. Saben quiénes están al mando que perderán cualquier elección que se organice en Venezuela con elementales reglas de transparencia (aunque no plenamente satisfactorias).

Desde el año 2006 el régimen no ha ganado limpiamente ninguna elección en Venezuela. Entonces Hugo Chávez resultó reelecto con 62,8% de los votos válidos. Incluso, existen dudas sobre su triunfo en el referendo revocatorio de 2004, que en todo caso obtuvo (59,1% a su favor) con el uso (indebido) de todos los mecanismos y medios del poder y de inmensos recursos públicos. Conviene recordar algunos hechos que millones de electores no conocen porque no han vivido en un país con libre acceso a la información. De entrada, es necesario señalar que nunca, a partir de 1999, compitió en igualdad de condiciones: siempre con el árbitro a favor, la compra de votos y el apoyo de la fuerza armada en las mesas de votación, sin limitación en los gastos de campaña ni verificación imparcial de los resultados. Se debe añadir que los candidatos que respaldaba gozaban de las mismas ventajas.

A partir de aquella reelección, se cambiaron las reglas para garantizar resultados favorables al régimen. En 2012 se adelantó el acto de votación (al 7 de octubre) porque más tarde el “caudillo” no podía responder físicamente a las exigencias de una campaña electoral. Pero, se le atribuyó el triunfo (55,1% a 44,3%.). Las elecciones posteriores, en las que apareció ganador Nicolás Maduro, fueron fraudulentas: en 2013 no se admitieron los recursos interpuestos para verificar cifras; y las de 2018 se celebraron bajo protesta de la oposición, la denuncia de graves fallas por instituciones nacionales y extranjeras y el no reconocimiento por la mayoría de los países de los resultados anunciados. Como el chavismo no puede aspirar un triunfo electoral en 2024 –por la continuidad de la crisis económica y la extensión de la pobreza a un altísimo porcentaje– requiere de un nuevo golpe de fuerza para conservar el poder

El desconocimiento de la nominación popular de María Corina Machado como candidata única de la oposición supone un golpe de Estado. En efecto, pretende impedir (con el uso de la fuerza pública en última instancia) la expresión real de la voluntad nacional. En tal sentido, debe tomarse en cuenta que toda elección presidencial democrática es un acto complejo que se realiza en varias etapas, necesarias e indispensables: una de ellas es la nominación de los aspirantes por los grupos concurrentes. Por tanto, al entorpecer su realización o contrariar su resultado se afecta la validez del acto general. Para calificar un evento de un golpe de estado no es necesario que la acción se ejecute para derrocar un gobierno en funciones. Puede producirse para bloquear la probable elección de un candidato o la toma de posesión de uno elegido y, de esa manera, detener la constitución de un poder representativo legítimo.

El intento por parte del régimen de Nicolás Maduro de impedir la participación de María Corina Machado es contrario al propósito del chavismo de establecer un sistema “participativo” de gobierno. Las elecciones primarias permiten a los ciudadanos escoger realmente a los gobernantes. Cualquier otro método reduce su papel en la elección general a seleccionar uno entre los propuestos por los jefes u oligarquías (o “cogollos”) partidistas. Surgieron en los Estados Unidos a comienzos del siglo XX y se extendieron a otros países, en algunos de los cuales son obligatorias. Así están previstas en la constitución de 1999, en norma programática no desarrollada (art. 67). Por lo demás, la elección de los candidatos por los miembros de la organización da legitimidad a su presencia en el proceso. En el caso de Machado, fue elegida por más de 2,2 millones de electores, una cifra impresionante para un evento de un sector político.

La elección de una candidata única de la oposición el pasado 22 de octubre no es negociable. Sería una traición a los 2.440.415 venezolanos que concurrieron al acto de votación (incluso en 85 ciudades de otros 32 países), con la intención de escoger un abanderado capaz de enfrentar a Nicolás Maduro el próximo año; y especialmente a quienes sufragaron por quien prometía mantener su lucha hasta el final. Estos lo hicieron porque piensan que la fundadora de Vente Venezuela no los defraudará (como otros anteriormente). No olvidan que algunos los engañaron, se rindieron o pactaron. Por lo demás, ella encaró directamente a Chávez (13 de enero de 2012) cuando el caudillo presentaba el mensaje correspondiente al año anterior ante la Asamblea Nacional (en cadena de radio y TV). Lo acusó entonces de robar, mediante la expropiación de empresas y bienes. En verdad, nunca se amedrentó ante el chavismo.

María Corina Machado no puede renunciar a su candidatura. Obtuvo un porcentaje impresionante de apoyo (92,35%) entre quienes concurrieron al evento convocado por la oposición democrática. Los atrajo con su discurso firme. Descartó cualquier acuerdo con el régimen, como no fuera para garantizar la realización de elecciones libres y justas. Aseguró que llegaría hasta el final: nunca mencionó un plan B. No habló de la posibilidad de renunciar al mandato recibido para dar paso a una candidatura aceptada por el régimen ni tampoco de esperar oportunidad más propicia. Por lealtad, pues, a los electores la dirigente liberal está obligada a ser la representante de la oposición en 2024. Es de advertir que en Venezuela no concurren las circunstancias de Argentina en 1973. Entonces, un leal militante del peronismo (Héctor Cámpora) fue postulado para una vez en el poder convocar nuevas elecciones en las que Juan Domingo Perón pudiese ser electo.

El cambio en Venezuela no se va a producir como resultado de los acuerdos que pudieran alcanzarse en las conversaciones que tienen lugar bajo auspicios de la comunidad internacional (ahora en Barbados). Porque los delegados del régimen no aceptan la posibilidad de dejar el poder. Conocen los problemas que deberían enfrentar si tal cosa ocurriera, porque han causado mucho daño. No quieren vivir en Cuba, China, Irán o Argelia. Para ellos aquellas reuniones sirven para ganar tiempo y obtener recursos que permitan el funcionamiento elemental de la administración y los servicios públicos (además de otros para aumentar su riqueza personal). El cambio será la tarea de mujeres y hombres convencidos de la fuerza de la unidad y de la voluntad de recuperar el camino del desarrollo tantas veces expresada por los venezolanos. Desde hace tiempo el ensayo de Hugo Chávez llegó a su fin. Sólo subsiste una fachada de consignas.

Los dirigentes de la oposición venezolana –los de mayor experiencia y los de reciente aparición– aprendieron ya que la realización de un proyecto de trascendencia histórica requiere claridad en los objetivos, voluntad en la ejecución y constancia en el esfuerzo. Los dos grandes procesos emprendidos por los venezolanos no fueron obra de circunstancias fortuitas, sino resultado de una acción consciente y mantenida: primero para fundar una república independiente regida por los principios de las revoluciones liberales; y un siglo más tarde para establecer un sistema democrático, garantía de libertad y de justicia. Insistieron en esa circunstancia tanto el Libertador –que nunca desmayó a pesar de las adversidades– como los jóvenes dirigentes que a partir de 1936 debieron animar la modernidad al tiempo de crear nuevas instituciones políticas. No es tarea fácil la que se inicia en estos días. Y tampoco para débiles de espíritu. Exige algo más que buenos deseos.

María Corina Machado asegura que llegado el momento inscribirá su candidatura; y ella ha demostrado constancia en sus luchas. En ese propósito deben acompañarla los grupos políticos de oposición y las organizaciones que promueven el cambio. Seguramente tendrá el apoyo de la comunidad democrática internacional, atenta a los hechos en Venezuela. No estarán los que negocian con el régimen o pertenecen a la misma cofradía (como Cuba, Nicaragua y Bolivia). Pero, sí lo harán los pueblos que durante los meses recientes (en Chile, Paraguay, Ecuador, Argentina y Colombia) han expresado su rechazo a proyectos contrarios a la libertad y la democracia.

@JesusRondonN 

 


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