Hermoso Rubiales

Como he escrito en varias ocasiones, el fútbol es asumido como una religión laica, con más devotos que cualquiera de las que existen. No hay fe que tenga más seguidores que este deporte. La ceremonia sublime la representa el Campeonato Mundial, que se celebra cada cuatro años y que dentro de poco festejará su primer centenario.

Digo lo anterior a propósito la última Copa, disputada en Nueva Zelanda y Sydney, ganada por la selección española que venía mostrando un gran nivel desde hacía un buen rato. No fue sorpresa, entonces, que se alzara con el trofeo, tras haber eliminado a varios de los mejores equipos presentes en el certamen.

Fue sin duda un gran evento, un éxito por donde quiera que se le mire. Creo no exagerar si digo que marca la historia del fútbol, un deporte concebido desde la masculinidad, tierra fértil para el machismo exacerbado, asomado desde la propia FIFA, organismo que gobierna el fútbol y que apenas en 1991 autorizó un Mundial femenino. La enorme audiencia, la calidad de los partidos y el nivel de la competencia lo mostraron fehacientemente.

Un beso fugaz 

A punta de sentido común cualquiera pensaría que este gran logro, rubricado por la victoria contra Inglaterra, coparía la atención no solo en España, sino hasta en el último rinconcito de la Aldea Balón. Sin embargo, la noticia que acaparó todos los medios de comunicación no fue esa.

En efecto, al término del partido que ganaron 1 a 0 estalló el entusiasmo en las tribunas y continuó en el vestuario del equipo español. Proliferaron besos, abrazos, saltos, risas, gritos y hasta la reina Letizia gambeteó los protocolos asociados a su investidura. En medio de este festivo escenario, Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, se dio a la tarea de saludar a todas las futbolistas, felicitarlas con un apretado abrazo y a una de ellas, Jenni Hermoso, le suelta además un “pico”, definido algo así como un beso chiquitico, un “gesto habitual e inofensivo”, que no va más allá de juntar los labios, y resulta más que comprensible en una reunión cuyo motivo es nada menos que haberse consagrado como las mejores futbolistas.

En sus declaraciones Rubiales mantuvo, palabras más palabras menos, que el trato a Jenni Hermoso no respondía a otro motivo que no fuera el regocijo por la copa obtenida y que de esa manera había sido entendido y aceptado por ella, quien lo calificó como un gesto mutuo totalmente espontáneo por la alegría inmensa que da ganar un Mundial. “El presi y yo tenemos una gran relación, su comportamiento con todas nosotras ha sido de diez y fue un gesto natural de cariño y agradecimiento… No se puede dar más vueltas a un gesto de amistad y gratitud, hemos ganado un Mundial y no vamos a desviarnos de lo importante», dijo la jugadora.

El Pico Gate 

Los millones de terrícolas que aún albergan cierta dosis de la inocencia con la que nacieron, pensaron que estas frases enterraban lo que asomaba como un escándalo mayúsculo y que se regresaría a la sensatez, es decir, a regocijarse en la proeza alcanzada por La Roja. Sin embargo, el corazón no les alcanzó para sospechar que era apenas el comienzo de numerosas discusiones, tejidas por un beso que casi no fue y que duró un segundo, máximo dos.

Futbolero al fin, me dediqué a escudriñar varios informes y entrevistas tratando de averiguar lo que efectivamente aconteció. Así, en cuestión de horas, observé que las cosas empezaron a diferenciarse de lo señalado en las líneas anteriores. Asomaron las dudas y se le colocó el ventilador digital a la polémica en torno a si el beso había sido beso, si había sido consentido y si se podía catalogar como maltrato sexual, esto es, como un acto contrario al deseo de la jugadora, añadiéndole, así, el agravante de haber tenido lugar dentro del marco de una relación patronal, en el que la empleada habría sido abusada por el jefe.

Ante esta situación y seguramente presionada desde diversos lados, Jenni Hermoso dio un giro mediante una carta en la que decía: “A pesar de mi decisión, tengo que manifestar que he estado bajo una continua presión para salir al paso con alguna declaración que pudiera justificar el acto del Sr. Luis Rubiales. No solo eso, sino que de diferentes maneras y a través de diferentes personas, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) ha presionado a mi entorno (familia, amigos, compañeras, etc.) para que diera un testimonio que poco o nada tenía que ver con mis sensaciones”.

Durante más de un par de semanas, los medios de comunicación no se han desenganchado del asunto mostrando las dimensiones a una bronca que se ha manifestado en disputas entre partidos políticos, que generó algunas diferencias al interior del propio feminismo, que sacó al aire una tardía y más bien tibia solidaridad de los colegas de la selección masculina, que mostró la timidez, por decir lo menos, de la posición del Barcelona F. C. —no obstante la figuración de unas cuantas catalanas en la selección campeona—, que presionó para que el gobierno se pronunciara con claridad frente a lo ocurrido, que provocó un mensaje de la FIFA, denunciando lo ocurrido y urgiendo se tomaran las medidas correspondientes. En medio del escándalo se informó, incluso, que la propia reina Letizia había mostrado su preocupación “…porque el beso de Rubiales haya empañado la imagen de España en Sydney” . Para no alargarme demasiado, añadiré que en este marco se concretó la separación de Rubiales como presidente de la Federación de Fútbol, a la vez que se obligaba su comparecencia ante los tribunales para encarar un antiguo, largo y variado catálogo de irregularidades e implicó, por otro lado, la destitución de Jorge Vilda, el entrenador del conjunto hispano.

El machismo ¿especie en extinción?

El alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, brindó su apoyo a Jenni Hermoso cuando dijo que las mujeres en el deporte siguen haciendo frente al acoso y el abuso sexual. “Todos tenemos la responsabilidad de denunciar y hacer frente a estas injusticias”.

Me valgo de lo señalado por el funcionario para recordar que el deporte fue concebido desde la masculinidad, si bien ha aumentado notablemente la presencia femenina en todas sus disciplinas, lo mismo que la equidad, pero aún no se puede hablar de paridad en no pocos de sus aspectos, siendo el más nefasto de ellos la minoritaria participación de las mujeres en el gobierno del deporte, en todos sus niveles y en todas las disciplinas.

Concluyo estas líneas diciendo que me sigue pareciendo que el macho es una especie en extinción, si bien el Pico Gate nos ha recordado que aún respira. Lo creo así porque el balón todavía no identifica, ni le importa, el sexo de los pies que lo chutan.

 

 

 


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