Esta semana tuve el gusto de ser jurado de un interesante trabajo de final de carrera de las estudiantes Eloísa De Armas y Andrea La Rosa, estudiantes de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello, donde evaluaron la percepción de la diversidad sexual en el contexto cinematográfico para niños. Un trabajo valiente y bien documentado.

A propósito de ese análisis, el mundo audiovisual tuvo mucha tela que cortar en días recientes con la escena del beso lésbico en la película de Disney Pixar, Lightyear (2022), que está dirigida a las audiencias infantiles. Catorce países han prohibido su difusión, otros han suprimido la escena o indicado un alerta antes de la exhibición del filme. En la historia Alicia Hawthorne, oficial al mando y mejor amiga de Buzz Lightyear, tiene un hijo junto a su esposa Kiko y en la escena referida se saludan con un tierno beso en la boca.

De un lado, activistas de la comunidad LGTBI defienden y promueven la transmisión del filme. Lo hacen amparados en la tesis de la naturalidad de las escena en cuestión. Los miembros de esta comunidad defienden a Disney, alegando que la escena y la presentación de los personajes permite la normalización y la visualización lésbica en una sociedad profundamente heteronormada, promoviendo así la educación en diversidad.

Quienes opinan distinto indican que no se trata de coartar el derecho de ninguna tendencia sexual, pero sí de un marco de emociones que un niño en edad temprana no se encuentra en capacidad de entender. Buscan evitar lo que Méndiz (2008) denomina la transferencia de personalidad, es decir ese momento en que el espectador tiende a dejar sus diferencias de actitud y creencias de lado para parecerse más al personaje. Esto ocurre según el autor de manera frecuente en los niños y los adolescentes. Sin embargo, voces en contrario indican que las posibilidades de que un joven heterosexual sea incitado por una escena de este tipo son iguales a las de un joven gay ante una escena de un beso entre parejas de distinto sexo, es decir casi nulas.

Disney, la corporación de medios y entretenimiento más grande del mundo y próxima a cumplir 100 años de fundada, ha sido acusada en otras ocasiones de la promoción de estereotipos distintos a los sexuales. Ha sido tema de estudio con películas como El Rey León, que en opinión de algunos analistas han evidenciado como esa casa productora utiliza acentos mexicanos en sus ediciones en español o árabes en su edición anglosajona para mostrar personajes que se pueden considerar indeseables en una comunidad, como es el caso de las hienas que son malas, sucias, tontas y manipulables.

Más allá de estas consideraciones, Disney, ha expresado abiertamente su posición de apego a la diversidad en la reunión denominada «Reimagine Tomorrow Conversation Series[1]. En ella se propusieron la promoción de igualdad en sus contenidos mediáticos.

La pregunta para cada padre es si es adecuado que los niños en su edad de formación perciban como natural un beso lésbico, o si la exposición se traduce en promoción cuando es expuesta en un esfuerzo de millones de dólares para llegar a la mayor cantidad de niños del planeta. En este sentido, algunas iniciativas legislativas como la legislación de Florida (Estados Unidos), sobre los derechos de los padres en la educación impide que las escuelas públicas promuevan la ideología de género desde el jardín de infantes hasta el tercer grado de escolaridad.

Con relación a esta película, la Dra. Anna Alfieri (2022) opina que “desde siempre las historias para niños han estado llenas de violencias, asesinatos, brujas malvadas, hechizos perversos o transformaciones en animales inferiores como venganza u odio, y eso nos ha parecido normal, bonito, tierno y hasta apropiado para nuestros niños, por lo que un beso entre dos personas que se aman y conforman una familia en el contexto de la historia no debe causarnosmayor revuelo”.

La libertad de expresión ha sido otra de las banderas a favor de la difusión de esta película. A su vez quienes piensan lo contrario indican que a pesar de que todas las personas tenemos la  misma libertad de expresarnos, debemos reconocer que no todas las personas tienen la misma posibilidad. Por ejemplo, quienes ejercen la titularidad de una concesión de un canal de televisión tienen más posibilidades de controlar los flujos informativos y formativos, o de expresar, invisibilizar, o contar su versión.  Evidentemente la mayor productora de contenido audiovisual a nivel mundial tiene muchas más posibilidades de influencia que cualquiera de los grupos de presión que pretenda expresarse de manera contraria a sus intereses.

Este tema de los grandes jugadores no solo se ha mantenido sino que se ha acrecentado por la aparición de grandes redes como Facebook, que decide a través de algoritmos quién ve qué. También están los OTT o Netflix, cada vez más concentrados en pocas manos.

Un tema controversial, evidentemente influenciado por valores culturales, religiosos o sociales, en el cual cada familia debe tomar una posición y en consecuencia educar mediáticamente, siempre en el respeto de posiciones antagónicas.


[1]Puede ser visualizada en https://www.youtube.com/watch?v=R-CnAZ4q8-A


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