Viejos y endurecidos brochazos de barniz se ofrecen como empuñadura de unas relaciones incomprensibles para el venezolano promedio, fuera o dentro del país, con los iraníes.  Tratándose de una inconmovible teocracia de hábitos que nos son tan ajenos,  lejos están de la cercanía y familiaridad cotidiana que sostenemos con los “turcos”, expresión genérica para referirnos a cualesquiera personas de la más variada procedencia árabe y matices religiosos.

Demasiado inevitable no asociar a los teócratas iraníes capaces de negociar con las más sórdidas dictaduras del mundo, con el avión todavía varado en Argentina de bandera venezolana, pero de procedencia persa. Las investigaciones judiciales adelantadas al sur del continente, no caracterizan precisamente la nave, sus tripulantes e itinerarios como parte de una programación recreativa e infantil en la que incurrieron en el desenfado de distribuir unos paquetes de cigarrillos o algunas piezas automovilísticas, sino perfilan un extraordinario movimiento de infiltración y estabilización terrorista extracontinental bajo un sello nada deportivo: Fuerzas Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.

Por esos mismos días de junio del presente año visitaba personalmente Maduro Moros a sus amigos persas, enunciando apenas algunos de los numerosos acuerdos comerciales, energéticos, ambientales, militares y de cualquier otra naturaleza que se conocen muy después, o nunca, y, a veces, resultan baladíes y, otras, exageradamente serios para haberlos callado. Ha sido tradición de la Cancillería, al menos la de este lado del mundo, la de silenciar o balbucear apenas numerosos trámites y diligencias que complementan la mudez y la ineficacia del parlamento que le sirve como resignada sucursal.

A principios de julio comenzó a rodar la especie en la prensa extranjera de la cesión de 1 millón de hectáreas por Venezuela, a favor de la República Islámica de Irán y periodistas, como Maryam Sinaee, quien desde finales del año pasado hace un seguimiento de los frutos iraníes rechazados en la India o Rusia, o Simon Anquetil que ha calificado de movimiento geopolítico dramático los esfuerzos de Irán y Venezuela, ambos sancionados por Estados Unidos, nos revelaron aquello que algunos acá supusieron como una falsa noticia. Empero, los indicios eran más que suficientes, permitiéndonos ironizar en torno a los dependentólogos que le rezan todavía a Eduardo Galeano (https://apuntaje.blogspot.com/search?updated-max=2022-08-01T06:37:00-07:00&max-results=7), extendiéndose Ludmila Vinogradoff para un medio madrileño.

Extraña fórmula de cultivo de ultramar para ahorrar los recursos hídricos persas, desconocidas las propuestas agroindustriales, los volúmenes de inversión, la proyección de mercados, y todo lo que implica nada más y nada menos que la cesión inconstitucional de un millón de hectáreas, donde todo, absolutamente todo cabe, incluyendo un avión de proporciones tan gigantescas que se dirá semejante al que está en el aeropuerto Internacional de Ezeiza,  para el reparto de algo más que cajetillas de cigarrillos. En ese avión de formidables dimensiones caben ejércitos, sistemas de armas, espías, prisioneros de guerra, plataformas de lanzamiento aeroespacial, y todo perol que ayude a la alianza antes inexplicable del socialismo con las más rigurosas teocracias con las que descubre y recrea afinidades.

Un autor, Narges Bajoghli, cuyo título nos ha facilitado el amigo Guido Sosola, asegura que la revolución islámica ha perdido vigor, planteándose el reto de salvaguardar el nivel económico alcanzado, el estatus social de sus líderes y la atracción de los jóvenes, siendo tres las soluciones encontradas: ocultar los orígenes del régimen,  buscar nuevas estrategias de distribución y apelar al nacionalismo (*),  aunque lucen insuficientes las “guerras de poder” por aquellos lejanos predios. El atrevido concurso en una América Latina que podría parecer tan lejana, como baldía,  incluso, para la expansión de la fe islámica, parece una extraordinaria bandera para las nuevas generaciones de aquel lado del mundo.

Quizá, algún día haya una contrapartida: los jóvenes conversos latinoamericanos pueden acometer una empresa semejante al otro lado del mundo.  El credo a defender ya no es político ni ideológico.


(*)   «In the Islamic Republic, a revolutionary system has become the status quo, and now the Republic faces the question of how to keep its system “alive.” This question entails two main challenges: how to safeguard the socioeconomic and class status of its leaders and how to appeal to younger generations and their demands for political participation. The solutions that regime media producers have offered in Iran are threefold: to hide the origins of regime discourse through strategies of dissimulation, to create new distribution strategies, and to appeal to notions of nationalism as a unifying force beyond political ideology, especially in the face of growing sectarianism in the region, proxy wars with Saudi Arabia, and an understanding that Iran’s youth is no longer motivated by political Islam”, en:  Narges Bajoghli (2019) “Iran reframed. Anxieties of power in the Islamic Republic”, Stanford University Press,   California: 116.

@Luisbarraganj


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