El mes pasado el régimen de Ortega-Murillo en Nicaragua exilió a más de 200 presos políticos, los tildó de “traidores” y los despojó ilegalmente de su nacionalidad. Estados Unidos y sus aliados condenaron inmediatamente esta violación de la justicia y el derecho internacional. Días después, el Ministro de Comercio de la República Popular China, Wang Wentao, reafirmó su voluntad de “trabajar con Nicaragua” en “construcciones de alta calidad” y “la negociación y firma de un tratado de libre comercio bilateral”.

Es solo una historia, pero refleja una tendencia amplia que caracteriza a toda nuestra región. Ese patrón es una combinación de mayor autoritarismo dentro de los regímenes de extrema izquierda de Latinoamérica y el Caribe, al igual que el creciente autoritarismo del Partido Comunista Chino (PCCh, por sus siglas en español). La red de influencia del PCCh se ha extendido a prácticamente todos los países de nuestro hemisferio.

Tras las históricas protestas en Cuba del 11J, el régimen de Díaz-Canel ha encarcelado docenas de personas cada mes, incluyendo a menores de edad, simplemente por hablar en contra de la opresión comunista. La violenta golpiza del activista pro-democracia José Daniel Ferrer frente a su esposa e hijos, es un reflejo de lo que tienen que resistir los miles de presos políticos del régimen.

Mientras tanto, en Venezuela, Nicolás Maduro y sus matones continúan socavando el orden social, asfixiando a la sociedad civil y destruyendo la economía del país en el proceso. Para desgracia del pueblo venezolano, Maduro se ve fortalecido gracias al apoyo de sus vecinos izquierdistas, incluyendo a Gustavo Petro de Colombia y a Lula da Silva de Brasil, cuyas administraciones han vuelto a establecer relaciones diplomáticas con el narco-dictador.

Finalmente, no faltan pruebas para saber que el PCCh está expandiendo su poder dañino en nuestra región. Para lograr sus objetivos, Pekín está prestando tanto dinero como experiencia a Ortega, Díaz-Canel y Maduro, quienes, alejados del comercio y la diplomacia por la mayor parte del mundo occidental, se convierten en socios naturales de Xi Jinping y sus secuaces. Pero el PCCh también está trabajando con socios tradicionales de EE.UU., incluidos Colombia y Brasil, y busca atraer a otros, como Uruguay y Ecuador, con ofertas de inversión y acuerdos comerciales. Honduras ya mordió el anzuelo. Además, Pekín ofrece becas y oportunidades de intercambio a miles de estudiantes latinoamericanos con el objetivo de capturar los corazones y las mentes de los futuros líderes.

Estas tendencias no pintan bien para Estados Unidos, o para nuestra región. Peor aún, reflejan debilidad por parte de la Administración Biden, que busca resucitar las políticas fracasadas de la era de Obama. En vez de reaccionar enérgicamente ante el creciente autoritarismo en nuestro hemisferio, esta Casa Blanca ha tratado de quitarle sanciones a actores y regímenes criminales bajo la apariencia de “compromiso”. Además, en vez de utilizar las herramientas que la política exterior de EE.UU. les brinda para promover alternativas atractivas a las propuestas que Pekín le ofrece a nuestros vecinos, el presidente Biden ha exportado políticas y absurdas iniciativas climáticas. Biden castiga a nuestros amigos e incentiva a nuestros adversarios.

Para contrarrestar esto, he vuelto a presentar legislaciones para castigar a los dictadores y mejorar la participación de EE.UU. en nuestra región. Tres de mis legislaciones impedirían el apaciguamiento al régimen cubano y requeriría que La Casa Blanca ofrezca más apoyo a la búsqueda de libertad del pueblo cubano. Mientras tanto, otra de mis legislaciones tomaría medidas enérgicas en contra de la minería ilegal del oro y actos ilícitos que benefician económicamente al narco-régimen de Maduro y a grupos criminales.

También, volví a presentar una legislación bicameral y bipartidista que busca codificar y mejorar la cooperación intergubernamental en temas de seguridad en el Caribe. He vuelto a introducir una legislación bicameral que extiende los beneficios comerciales para prendas de vestir fabricadas en Haití del 2025 al 2035. Toda la sociedad haitiana está sumida en el caos a menos de 1,000 millas de nuestras costas. Si Haití colapsa ante la anarquía y las pandillas criminales dominando comunidades, millones de personas inocentes sufrirán y los americanos, especialmente los floridanos, sentirán los resultados. Mi propuesta ayudaría a la economía de Haití mientras empoderamos a nuestros amigos en la región para coordinar una respuesta efectiva ante dicha crisis.

Ningún proyecto de ley resolverá los problemas de nuestro hemisferio, pero estos son los tipos de legislaciones que debemos pasar para promover nuestros intereses y los de nuestros aliados —especialmente si el presidente Biden continúa apaciguando a dictadores y permite que el PCCh nos supere.

Seguiré trabajando en Washington D.C. para mantener la estabilidad, la seguridad, defender los derechos humanos e impulsar iniciativas que promuevan el bienestar y la prosperidad económica en nuestra región.

Artículo publicado en Americano Media


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