Son múltiples los factores que lo producen. No solo ciertas características particulares de la dinámica propia de la vida escolar. Tampoco es originado exclusivamente por problemas particulares de los alumnos o de sus familias. Sus posibles causas pueden detectarse asimismo a un nivel de mayor alcance y complejidad. Sabemos que en nuestro país hay estudios que revelan que diversos aspectos de la gran crisis nacional –concebida como una emergencia humanitaria compleja- son la principal fuente de alimentación y agudización de ese fenómeno educativo preocupante que consiste en la reiterada inasistencia a clases por parte de los estudiantes.

Una reciente encuesta realizada por la asociación civil Con la Escuela, en el período 2022-2023, nos brinda datos interesantes al respecto. Corresponden a los resultados obtenidos en una muestra de 79 escuelas de 7 entidades (Distrito Capital, Miranda, Bolívar, Anzoátegui, Apure, Lara y Zulia), como parte de un proyecto general cuyo propósito es “generar información de dominio público sobre el estado de los derechos educativos en Venezuela y la situación de escuelas, alumnos y docentes en diferentes planteles de educación inicial, primaria y media”, el cual se inició en el año escolar 2019-2020.

Un primer motivo de inasistencia escolar lo representa la necesidad de trabajar para contribuir con los padres en el sustento familiar, en atención a lo expresado por 22% de los estudiantes con edades comprendidas entre 6 y 17 años; problemas confrontados en el hogar con fallas en el suministro de uno u otro de los servicios públicos (agua, electricidad o gas), con el agua potable como uno de los más destacados (señalado por 85,6% de los docentes), es otro factor de peso; asimismo, se reporta la incidencia negativa de las deficiencias en el funcionamiento del Programa de Alimentación Escolar (PAE), que -de acuerdo con lo que afirma el profesor Oscar Iván Rose, coordinador de la mencionada asociación civil– no cumple con su cometido: funcionar diariamente y “garantizar el bienestar alimentario de los estudiantes de las escuelas públicas a través de la entrega de comida en el plantel”. Sostiene que cuando no funciona el PAE el porcentaje de inasistencia, según los educadores, es 88 en el estado Apure, 67 en Zulia y 49 en Anzoátegui, por ejemplo.

Esos datos, enmarcados en escuelas públicas de entidades de gran concentración poblacional en su mayoría, ponen el acento en el peso de la relación que tienen  determinados aspectos de las condiciones de vida de los estudiantes y su familia con el fenómeno educativo en cuestión; las cuales es de presumir que estén signadas por la precariedad, en sintonía con el estado de sobrevivencia que en la actualidad caracteriza la existencia de gran parte de los venezolanos.

La gravedad de tal situación habría que considerarla en función de la pérdida de aprendizajes representada en esos elevados índices de inasistencia a clases; valorando sus implicaciones para la formación en curso de los estudiantes y su prosecución escolar. Más aún, podría vérsele en la perspectiva de que pueda desembocar en el abandono o la exclusión con el estigma del fracaso y las consecuencias negativas del caso en distintos planos.

Sin duda, ese ausentismo escolar es otro de los serios problemas de nuestra educación que se ha agudizado con las políticas de destrucción nacional del régimen.

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