Star Wars siempre se ha distinguido por su amplia y rica mitología. Pero más allá de las descripciones detalladas de razas y costumbres galácticas, hay un elemento esencial para comprender su éxito: la profundidad de sus personajes secundarios.

 

Si eres fanático de hueso rojo de Star Wars ya lo sabes: todas las historias de una galaxia muy, muy lejana tienen un contexto realista que las hace únicas. Pero en especial, también un peso fundamental que desde sus inicios ha sido de considerable importancia para comprender su relevancia. Se trata de su amplia y siempre creciente colección de personajes secundarios, algunos de tan considerable importancia como para después, volverse icónicos por derecho. Y sí, hablamos de Boba Fett, que en diciembre de este año estrenará serie e historia propia, luego de ser una figura de mediana importancia — pero que generaba considerable interés — en la mitología de la saga.

La serie live action The Mandalorian, demostró la importancia de un buen elenco de secundarios. Pero en realidad, lo ocurrido en la segunda temporada de la serie  — en que casi todos los personajes secundarios obtuvieron un show propio a futuro —  solo es reflejo de una vieja máxima de la franquicia. A mayor interés de los personajes que rodean a los protagonistas, mucha más sustancia y valor tendrá su contexto. Para George Lucas, la idea fue esencial desde las primeras películas de la saga y uno de los aspectos más resaltantes de la llamada trilogía original, con su nutrido reparto de figuras de peso que coexisten en un discreto segundo plano. Esa relación entre la permanencia en la trama de todo un grupo de personajes a la sombra pero con la suficiente tridimensionalidad para ser de enorme interés, es lo que ha logrado la profundización de todo tipo de líneas narrativas. Si ahora Star Wars es capaz de extender su historia desde el cine a la literatura y la televisión, es porque cada uno de los elementos que sostienen su narración tienen un papel fundamental, que aunque pueda ser muy corto, tiene una valiosa repercusión a futuro.

Claro está, Star Wars es una megahistoria interconectada que permite que la revisión esencial a lo que narra, sea siempre competente y tenga la oportunidad  — si se le permite — de crear nuevas capas de información y simbolismo. Por ese motivo, la manera superficial de mostrar a los personajes en la más reciente trilogía dirigida por J. J. Abrams y Rian Johnson resultó tan insatisfactoria para la mayoría de los fanáticos. Los personajes de las historias más recientes carecían no solo de interés dramático, sino que en contraste con las figuras clásicas parecían meros accidentes narrativos cuyo único interés era hacer avanzar la trama en alguna dirección. Desde el Finn de John Boyega  — cuyo trayecto incompleto y confuso en pantalla llegó a niveles alarmantes —  hasta el decepcionante Poe Dameron de Oscar Isaac, todo el elenco parecía tener serios problemas para desarrollar los mundos interiores de sus personajes.

Y más allá del fracaso que supuso que los personajes principales fueran tan planos como poco atractivos para aplastar la historia bajo su peso, la nueva trilogía demostró que el éxito de Star Wars no radica solo en sus historias emocionantes y en relato ágil de una aventura galáctica, sino la forma en que el público puede relacionarse con el universo de sus personajes. Las líneas que unen entre sí tanto a los rostros más visibles hasta los contextos más pequeños, siempre han sido de considerable interés en una saga que depende de la humanidad de su narración para triunfar.

Una historia dentro de otra historia

La anécdota ya forma parte de la imaginaria de Star Wars. La maravillosa Rogue One (2016) de Gareth Edwards nació de una única frase en los títulos amarillos del primer filme de la saga: “Durante la batalla, espías rebeldes lograron robar los planos del arma definitiva del imperio”. A partir de esa única insinuación nació una de las películas más queridas de la nueva era Disney de la saga y, además, se comprobó lo que ya era un hecho consistente dentro del mundo de la franquicia. En Star Wars todo tiene importancia.

Algo semejante ha sucedido en The Mandalorian, la serie que recuperó el poder de seducción de la saga para una nueva generación. A pesar de que Din Djarin (Pedro Pascal) y Grogu viajan solos por la galaxia en busca de respuestas sobre el origen de este último, el grupo de personajes circunstanciales que les acompañan es tan importante como sus protagonistas. Desde Cara Dune (Gina Carano), Greef Karga (Carl Weathers) hasta el magnífico Boba Fett de Temuera Morrinson, han ocupado un papel destacado en el desarrollo de la historia. Tanto, como para que sean esenciales para comprender la travesía del mandaloriano y se conviertan en vínculos de unión con diferentes partes del canon más amplio de la historia.

Un caso especial es el de Ahsoka Tano (Rosario Dawson), que se convirtió no solo en la fuente de información primordial acerca de Grogu, sino que además, obtuvo una relevancia inmediata como punto de unión entre varias series de la franquicia, así como su posible futuro como protagonista de su propia historia. Las breves apariciones en Star Wars nunca son fortuitas y de hecho, revisten una cualidad narrativa de considerable peso que convierte a la historia en conjunto, algo más sólido.

Star Wars depende de sus personajes sin nombre, de sus criaturas extrañas, de los dueños de bar que pertenecen a razas desconocidas. De los planetas asombrosos que los protagonistas visitan o nombran casi por accidente. La franquicia construye un mundo a través de todo tipo de sugerencias y elabora una condición sobre lo invisible, que reviste un especial interés. Todo personaje en apariencia menor, fugaz, sin sentido en Star Wars, en realidad forma parte de un tablero mucho más rico en matices, que a su vez sostiene la insinuación de que hay un universo pleno de vida y belleza al límite de la historia que se cuenta.

Quizás por ese motivo, Star Wars siempre será el centro de un recorrido esencial hacia la belleza del arte de contar historias. E incluso, en medio de lo que parece la sobreexplotación y saturación de sus historias, hay una buena cantidad de material para que el fanático de siempre  — el esforzado, el que aprecia el paisaje interior de la saga — siga encontrando ideas de interés de las cuales disfrutar. Después de todo, Star Wars es algo más que un conjunto de películas. Es una historia contada por un coro de voces distintas. Y ese es sin duda, su principal encanto.

 


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