Roland Carreño ocho meses
Foto: @rolandcarreno

El que conoce a Roland Carreño sabe una cosa y es que el arma que mejor usa es la palabra. No ha temido nunca en desenfundarla, sabe cuál poner para crear el efecto que desea porque, además, la carga con balas de la verdad. Y eso no es de ahora, no es desde que se unió al partido Voluntad Popular como jefe de organización. Ha sido así durante toda su carrera, esa es su profesión, la de cronista, no político.

El periodista lleva un año encerrado por sus vinculaciones personales con Leopoldo López y Juan Guaidó. Hay que dejar de decir de qué lo acusa el gobierno de Nicolás Maduro porque está suficientemente establecido que todos son inventos para justificar su secuestro. Es la mejor definición de un preso político, como los más de 200 venezolanos que lo acompañan en la misma circunstancia.

Por lo tanto, es inútil invocar el “debido proceso” en este y en todos esos casos. Ahora que viene el fiscal de la Corte Penal Internacional al país, Karim Khan, hay que seguir el ejemplo de Carreño y llamar las cosas por su nombre. Se trata de que las autoridades chavistas vieron en el periodista la manera de pasar factura a un partido opositor. Sin más adornos, Carreño es víctima de una vendetta.

Así como los delitos son inventados, las pruebas que ellos esgrimen contra él son parte de la fantasía. Pero como en Venezuela no hay independencia de poderes, el sistema judicial sigue las órdenes que emanan de Miraflores en este caso y por eso Carreño tiene un año preso. Ahora está en El Helicoide, el Centro de Procesados y Penados Área Metropolitana de Caracas 1 Máxima Seguridad, como lo llaman ahora para tratar de esconder la realidad de esta mazmorra. Aunque han mejorado un poco sus condiciones, la verdad es que no debería estar tras las rejas, así de sencillo.

Con cada preso político hay una cadena de venezolanos que sufre. La dinámica de vida de esa familia cambia por completo, y la de Carreño no es la excepción. Están convencidos, eso sí, de que la única manera para que él salga de su presidio es que se tome una decisión en las altas esferas del poder. El caso del periodista ha dado la vuelta al mundo, y aunque al gobierno chavista no le importe lo que digan, se trata de un profesional de la comunicación que ha sido silenciado por sus vinculaciones personales, además de políticas.

El único consuelo de Carreño, de acuerdo con lo que cuenta su familia, es que sabe que aunque esté encerrado está trabajando por el país, porque su historia dice mucho de la naturaleza de los que pretenden gobernar. Y aunque no pueda escribir, usar la palabra, es su silencio igual de elocuente. Callar una pluma tan certera como la de este comunicador es una acción como un bumerán, que tarde o temprano regresará para gritar a los cuatro vientos todas las violaciones de los derechos humanos de las que han sido capaces.


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