Foto EFE

El país sigue acumulando méritos para ser un caso de estudio en cualquier universidad del mundo en materia económica y política, y como hay tantos académicos venezolanos brillando en el exterior, lo más probable es que genere mucho material para la formación de futuras generaciones. Este año que hoy finaliza se añade a la cadena de hechos que, si se habla de literatura, se puede incluir en lo “real maravilloso” que hizo tan famoso a escritores latinoamericanos.

Si se juzga el movimiento comercial de los últimos días de 2021, cualquiera de esos “influencers” tarifados podría afirmar a boca de jarro que todo el país vive la euforia de la Navidad, como cualquier otro. Los dólares corren libremente, el tipo de cambio es “estable” y se encuentra de todo, como en botica.

Lo que no van a decir es que los dólares pasan de mano en mano pero de unos pocos, que el tipo de cambio lo mantiene el Banco Central de Venezuela artificialmente y que, en efecto, hay de todo, pero para el que pueda pagar. Y este último punto es el que hay que magnificar, pues la campaña del gobierno chavista ha sido predicar solamente esa “normalidad” ficticia en la que se refleja la economía de bodegón.

No es que una venta de productos importados sea mala, o que los venezolanos no tengan el derecho de adquirir este tipo de cosas. Más bien, el poco movimiento se debe en parte a que este tipo de expendios ha sido una fuente de empleo y no hay que olvidar que en cuestiones sociales las “sensaciones” son muy poderosas a la hora de generar sentimientos como la confianza, que son tan importantes en economía.

Pero esos bodegones siguen siendo la imagen de una realidad que vive la menor parte de la población, aquellos que cobran sueldos en divisas o que les pagan desde el exterior. No es el caso de más de 90% de la población, como lo señala la Encuesta de Condiciones de Vida de 2021. En estos sitios no se comercializan productos básicos, sino de lujo para cualquiera, no solo por los precios, que la mayoría de las veces son más caros que en su país de origen, sino porque están concebidos para todo lo contrario.

Y las necesidades de la mayoría de los venezolanos siguen siendo básicas. Nadie quiere una lata de salmón en aceite de oliva si ni siquiera puede comprar sardinas; nadie quiere un litro de leche de almendras si tiene meses sin probar la de vaca. Eso es lo que hay que decir a los cuatro vientos, que la normalidad que tanto difunde el gobierno chavista es más bien un espejismo para el que pueda pagarla.

Por eso, 2021 puede ser llamado de cualquier manera, pero nunca el año de la “normalidad”. El pueblo sigue padeciendo por el desastre económico de un gobierno al que no le importa si el barco se hunde mientras ellos tengan sus billetes a buen resguardo.


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