Por Pablo Kaplún (Geografía Viva) y Jesús Delgado (Geografía Viva-UCV))

En 1968 un montón de jóvenes de distintas partes del mundo se lanzaron a la calle tomando como centro de sus protestas fundamentalmente banderas libertarias de izquierda. Fue un momento histórico fundamental. Aquellos hechos marcaron el actuar político de muchos años, todavía hoy el liderazgo izquierdista de muchas partes del mundo sigue tomando esa referencia para calificar algo como bueno o malo.

Toman como referencia que si te basas en ciertos autores y líderes se trata de razonamientos cuasi incuestionables. De algunos de ellos –esos a los que no se les pueden achacar monstruosidades– somos simpatizantes. Pero prácticamente todos ellos se quedan en deuda con el ecologismo. En el planteamiento central de que todos seamos iguales y se acaben las clases, no queda nada claro cómo parar el modelo de producción extractivista y consumista.

La semana pasada desde esta columna se sostenía que la juventud ambientalista de hoy estaba a punto de marcar un hito comparable con aquel 1968, al levantarse en muchos países jóvenes en pro del ambiente. Para ellos lo que hoy pasa es, a diferencia de 1968, que lo que se pedía era un mundo más justo, simplemente su pelea es por poder vivir. Se tienen enormes y probadas dudas de que el mundo será habitable para 2050 o aun antes.

Nos llegan informaciones respecto a Greta Thunberg, según ellas, la niña ha logrado trascender porque está apoyada por poderosos lobbies de las empresas energéticas de Suecia. Los informantes exponen argumentos sobre manejos no claros y, a partir de ahí, consideran que todo lo que haga ella no es de fiar (Diario El Español, reportaje de Cristina Gómez del 21/08/2019). No somos quienes para poner en duda la investigación de una reconocida periodista española. Aceptemos esto, pero ¿qué esperanzas les podemos dar a los jóvenes de hoy cuando vemos que China, la India y Estados Unidos no se suman a los tímidos compromisos que se intentan acordar en la cumbre sobre la crisis climática de Nueva York?

Mientras se demuestra que Greta no es de fiar, el Amazonas se sigue quemando y el mundo entero destruyendo y, sobre todo, se sigue consumiendo de un modo que es sencillamente suicida, especialmente para la generación de Greta.

Más allá de que haya intereses creados detrás de Greta y también de Guaidó, ellos están desempeñando un papel para un cambio necesario.

Hay que destacar que para la inmensa mayoría de los venezolanos lo pactado hace pocos días, entre un grupo minoritario de la oposición y el gobierno nacional no deja nada arreglado, más bien lo empeora. Mientras tanto, en nuestro país la crisis amazónica, sin incendio, genera quizás daños más intensivos que las quemas en Brasil y en Bolivia, al involucrar factores más allá de la vegetación, la fauna y el ser humano, como lo son el suelo y los ríos.

Cuestionar líderes vale. Pero lo que estamos hablando va más allá de lo cuestionables que sean cualquiera de ellos. Para los venezolanos, salir de una tragedia socioambiental de proporciones colosales sobre las que ya se ha hablado mucho es demasiado urgente y comenzó antes de las cuestionadas sanciones internacionales. Para hacerse una idea de lo que ha pasado en Venezuela es clave el Informe Bachelet, aunque a este se le critiquen algunos aspectos.

Venezuela es un país que antes estuvo entre los mejores niveles de calidad de vida de América Latina. Por ello no es comparable con otros pueblos hermanos que, antes de que la izquierda los gobernara, mostraban niveles de pobreza y postración inaceptables. Había pobreza y corrupción, sin duda, pero la gente no se moría de hambre o de enfermedades prevenibles y existían algunas políticas ambientales muy recomendables.

Por todo lo que entrelazamos es aceptable cuestionar a líderes, lo que no es cuestionable es que la generación de jóvenes que lidera Greta necesita que se adopten medidas que les dé esperanzas de un mundo en el que puedan vivir y, con igual certeza, que los venezolanos necesitamos un cambio real, donde haya libertades, recuperación de niveles mínimos de abastecimiento y acceso a la salud y a los servicios básicos, y que el ambiente pase a ser manejado en forma sostenible. El hecho de ser uno de los países megadiversos del planeta obliga a ello y en la Asamblea Nacional se cuenta ya con propuestas ambientales para tomar en consideración ese asunto.

Claro que las opciones militares no son las que se deben seguir bajo ningún concepto. Pero en Venezuela se le limita a la sociedad civil cada día más la posibilidad de actuar y esta es la que puede resolver el problema. Se ha entrado en un terreno donde lo importante para el país es lograr volver a un camino de reconstrucción y democracia y ello pasa por una vía electoral a todos los niveles, incluida la presidencia, las cuales cuenten con observación internacional.

Un pueblo deja de protestar masivamente cuando es atacado por paramilitares. Se da en su lugar una protesta social cotidiana, diaria, pero descentralizada y desorganizada; esa sí la hay hoy todos los días en el país. Si la sociedad civil –particularmente en el tema ambiental la representada por las ONG– fuese respetada, posiblemente en poco tiempo las situaciones denunciadas podrían ser canalizadas.

Estamos escribiendo desde un diario que fue fundado por un gran izquierdista ético venezolano como Miguel Otero Silva, que luchó por la democracia y plasmó la realidad ambiental del país. Es hora de que dejemos de ver las cosas como en 1968, en blanco y negro; de que pasemos a comprender que hay un montón de matices para valorar las cosas y avancemos hacia una mirada amplia que intente resolver cosas que necesitan atención hoy mismo.


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