La rebelión popular la dirige la necesidad. No existe una estrategia de algún centro de poder político, la misma es el resultado de una gestión nefasta, lo que hace que desde distintos puntos geográficos venezolanos estalle la protesta.

Son expresiones que nacen desde sectores que hasta hace poco tiempo acompañaban el proceso. La descomposición social y política es de tal magnitud, que la frustración contenida comienza a rebasar los límites de una población sometida por mentiras y chantajes. Ya los mecanismos de control van haciéndose anacronismos de una dictadura que muestra  debilidades.

Son demasiados años de sometimiento, la nación saqueada de abusos que han contribuido con la quiebra venezolana, ya vendrá el gobierno con su dosis de cinismo. Sus tradicionales espectáculos propagandísticos para continuar embaucando al ciudadano. Hasta el momento nadie capitaliza esa rabia acumulada, que lamentablemente se atolla en la falta de visión de una oposición confundida en sus contradicciones.

Se calcula que este año se han realizado más de 3.000 protestas, sin una dirección ideológica que responda al cambio definitivo de gobierno. Cada manifestación no va más allá de responder a su cercana necesidad, es cierto que el cuestionamiento contra la dictadura es absoluta, solo que las mismas no forman parte de una estrategia que termine por destronar del poder al modelo administrativo que padecemos. El otro detalle es que son protestas espontáneas sin una conducción política coherente. Es allí donde nos fructifica la acción.

Mientras desde Miraflores gobierne la indecencia, no podremos estar libres de las terribles condiciones que padece el venezolano. Las profundas desigualdades sociales nos convirtieron en un espanto multiplicado en millones de hambrientos. Es increíble cómo Venezuela descendió al abismo, cuando hace veinticinco años el mundo hablaba de una nación con el enorme potencial de transformarnos en una República de primer orden.

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@alecambero


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