Quién iba a pensar que la frase dicha por Henry Kissinger de que la “mariposa china desataría un huracán en el mundo…”, basada en aquel proverbio chino que sugería metafóricamente que “el leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir del otro lado del mundo”, era una expresión empírica de la teoría del caos que se sentiría realmente en el mundo por la presencia del coronavirus que desde China se propagó a nivel global y los gobiernos se han visto en la necesidad de instrumentar políticas de control para detener en lo posible la propagación del mismo.

Estas acciones implican tomar decisiones políticas porque se trata de una pandemia que afecta la salud de la población global y regional e induce enfermedad y muerte generalizada, desestabilizando la vida regular de los pueblos y de sus actividades.

Ante el avance exponencial de la propagación del virus chino, los Estados se ven en la obligación de considerar el tema con urgencia sanitaria, y para ello, se apoyan en la ciencia para la búsqueda de antídoto y el control de su desarrollo como garantía para la salud de los pueblos. Las previsiones se consideran y se toman las decisiones del caso con base científica.

En el año 2015 Bill Gates, en conferencia pública, anunciaba que el mundo no estaba preparado para una pandemia y exigía la creación de un cuerpo multinacional de investigación para lograr la preparación adecuada para enfrentar una, crear las defensas para la salud de manera adecuada, hacer las simulaciones de su desarrollo e invertir los recursos necesarios en investigación para preparar lo que él denominó “estar listos para detener una epidemia viral”.

Llegó la epidemia, se convirtió en pandemia y muchos gobiernos han tomado decisiones lógicas para desarrollar un plan de contingencia que va desde no hacer nada hasta imponer restricciones para detener la enfermedad producida por el virus covid-19. Los gobiernos o regímenes sin previsión alguna copian lo que hacen los demás y hemos visto que niegan desde el principio la existencia de la epidemia hasta que la realidad hace que no la puedan ocultar y toman decisiones no inspiradas en sanas políticas públicas, sino que imponen medidas inducidas por sus estilos autoritarios de gobierno.

Después de que la enfermedad causada por el nuevo tipo de virus empezó a manifestarse lentamente, dos meses después, ese goteo de incubación se ha convertido en un torrente de infectados cuyo comportamiento sigue leyes exponenciales, es decir, que un paciente infectado triplica en pocas horas el contagio a otros y estos a su vez también los triplica.

Cuando se analiza el comportamiento en un diagrama aparecen datos de crecimiento enormes cuya simulación dibuja una trayectoria de rápido crecimiento, como si se tratara de un cohete disparado a la atmósfera que se eleva rapidísimo hasta alcanzar gran altura, para luego caer suavemente hasta desaparecer en tierra. El símil es dramáticamente el mismo.

Este efecto de crecimiento simulado como una curva exponencial preocupa a la humanidad porque da como resultado que el número de casos se triplica individualmente cada tres días y en un plazo de tres meses alcanza a 95% de la población, la cual entrará en un proceso de deterioro de la salud como si fuera una gripe formidable que afecta las vías respiratorias. Todo indica que produce una mortalidad media comprendida entre 1% y 3%, especialmente en personas en condición de pobreza cuyos sistemas inmunológicos sean débiles, o que su salud esté deteriorada por otras enfermedades o simplemente que tengan una edad avanzada que los hace vulnerables al virus chino.

Esto son solamente matemáticas, sin embargo, el análisis sugiere que la propagación puede ralentalizarse a través de la acción pública, la colaboración ciudadana y a través de medidas que obstaculicen el desarrollo de la infección mediante el debido distanciamiento social entre las personas.

Si no se toman medidas, el covid-19 continuará expandiéndose durante meses y es muy fácil que en una población, independientemente de su tamaño, casi todos se contagien. Pasado un tiempo considerable, medido en meses, el virus ira desapareciendo, dejando atrás un porcentaje pequeño pero significativo de fallecidos y producirán indirectamente efectos en los sistemas productivos que generan otras crisis de carácter económico y financiero con los efectos sociales, entre ellos el conocido desabastecimiento.

En el caso del covid-19, es preferible la decisión de ralentizar la expansión del virus antes de que infecte a una gran parte de la población y crear una cuarentena forzosa, medidas que son impuestas por los gobiernos. Es de advertir que, a pesar de ello, es imposible conseguir aislar totalmente a la población enferma y la sana cuando se tienen en la calle a los funcionarios de control social, y de servicios básicos operando.

Una proporción de la población continúa moviéndose, mientras otros adoptan la estrategia que los expertos en salud denominan distanciamiento social, controlando el deseo de estar en espacios públicos. Simulaciones mediante modelos estadísticos de este parámetro sugieren que una parte, o cualquier proporción se mueve fuera de los controles de distanciamiento social, es decir, fuera de la cuarentena obligada, sin embargo el distanciamiento moderado funciona mejor que el intento de cuarentena total ya que un número considerable de personas se contaminan y curan aminorando el efecto bajando el tiempo de crisis, obviamente, reconociendo que esta alternativa tiene sus efectos en la morbilidad especialmente de miembros de la tercera edad. Estas consideraciones académicas son fuente de información para que se tomen decisiones políticas bajo la responsabilidad de los gobiernos que deben asumir sus efectos sociales y políticos.

En Venezuela, donde el régimen tiene un modelo de gobierno autoritario y militarista que se define en términos reales como una dictadura, su gobernanza se ha caracterizado por la destrucción del aparato productivo, su dependencia de suministros proveniente de países comunistas aliados, y de su obediencia al gobierno cubano. La resultante de este modelo ha sido el sometimiento de la población al éxodo y penuria, acompañado de un sistema de salud en ruinas que ha producido el efecto adverso y poco propicio para atender una pandemia de la naturaleza de este virus.

Las cifras del sistema de salud demuestran la aguda crisis sanitaria que se vive. En 2019 al menos el 70% de los centros recibieron el suministro de agua una o dos veces por semana, indicó la Encuesta Nacional de Hospitales. “Mientras que 63% reportó fallas en servicio de energía eléctrica, de hecho, el estudio registró 164 muertes atribuibles a estas fallas”. Es evidente que, por ausencia de medicamentos, atención y quiebra del sistema hospitalario se producen cada vez más muertes que se ocultan hábilmente. El sistema en estas condiciones no podrá asumir la atención de una epidemia como la que se nos vino encima y cínicamente el régimen pregona que sus ductores cubanos no tienen los efectos de la pandemia y vendrán con sus babalaos a salvar a la población venezolana.

El régimen empezó negando la existencia  de la pandemia, pero ante las evidencias reales de otros países latinoamericanos que reportaron la aparición  de la epidemia los sabios del régimen tuvieron que reconocer su presencia. que comienza a verse a simple vista y manejan números contradictorios activando su aparato propagandístico de dudosa credibilidad hablando de 42 casos a la fecha y apoyándose en decisiones de política precipitadas reconociendo de antemano que sus servicios hospitalarios son restringidos.

Se lanza un estado de sitio con las fuerzas armadas y milicianos de la tercera edad a la calle, aísla al país e inmoviliza totalmente a la población. De paso les echa la culpa a otros sin considerar siguiera que su incompetente gobernanza precaria no podrá hacerle frente a esta pandemia exponiendo incluso a sus militantes que controlan la calle los cuales serán inevitablemente contaminados y los de mayor edad en sus milicias no tendrán mucha suerte.

Por otra parte, el suministro ya escaso de medicinas, comida y elementos vitales producto de la dinámica productiva y del transporte limitado, el cierre de las importaciones y el inútil grito por ayuda humanitaria no podrá llegar y como consecuencia inexorable el país da otro paso a sus sistemática destrucción en un entorno ciertamente dramático dirigido por los funcionarios más incompetentes y fanáticos que el país tiene, ante la cual la población reaccionará de alguna manera ante el hambre y ausencia de atención.

Un problema grave se cierne sobre el país; una pandemia ha puesto al país en aislamiento, las políticas del régimen son desconcertantes e inútiles, solo el pueblo paga estas consecuencias que una vez pasada la crisis potenciarán la necesidad imperiosa de cobrarles su incompetencia y deseos de cambio radical.


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