El ch…abismo anuló de facto la Asamblea Nacional de mi país, electa legítimamente el 15 de diciembre de 2015 por mayoría democrática abrumadora. Luego bloqueó la posibilidad de llevar a cabo un referéndum revocatorio en 2016 y, además, tuvo el tupé de postergar ese mismo año las elecciones regionales. No conforme con tales desafueros, recurrentes y de suyos antidemocráticos, instaló una fraudulenta “asamblea nacional constituyente” en 2017 y adelantó a conveniencia las elecciones presidenciales en 2018. Y para más INRI, se apresta a judicializar el limpio, ordenado y cívicamente organizado proceso de primarias del pasado domingo 22 de octubre hogaño, con el amañado y perverso fin de enturbiar el ambiente electoral, torpedear a la candidata ganadora y seguir poniendo piedras en el camino de las elecciones presidenciales del próximo año 2025. Otra farsa montada con el concurso de fieles y obedientes alacranes que, sin vergüenza alguna, se prestan al trabajo sucio.

Como se sabe y ahora insisto en señalarlo por conveniencia y necesidad históricas, la chapuza judicial busca anular el proceso electoral autogestionado del pasado domingo, procesar a los eminentes y honorables miembros de la Comisión Nacional de Primaria, así como a los de las juntas regionales, por delitos no cometidos, sino por haber participado y organizado un evento cívico que buscaba y como así se logró efectivamente, elegir al candidato presidencial de la oposición democrática venezolana, encargado de enfrentar al candidato del gobierno en las próximas elecciones presidenciales del año venidero. Dicho de otro modo, lo que antes les pareció algo «minúsculo», hoy les asombra por su resultado: la admirable razón de haber participado y contribuido en la organización y realización de un proceso signado por el orden, la magnífica organización y el incontrovertible carácter cívico de la Venezuela democrática, ansiosa de cambiar el estado en que nos encontramos. Se ha dicho mucho, pero conviene insistir en ello porque en derecho lo que abunda no daña. Fue un proceso autogestionado en el que la participación electoral de la sociedad civil fue abrumadora, cuyos resultados han sido formalmente aceptados por todos los partidos políticos, las organizaciones de electores y los propios candidatos que participaron en tal jornada electoral. De modo que los que hoy recurren y pretenden revisar o chequear actas, incluso impugnar dicha jornada, no poseen cualidad legítima ni tampoco legitimación activa que los acredite para actuar con esa condición, pues sencillamente carecen de la misma.

A esta iniciativa cívica se sumaron casi 3 millones de electores, y así ha sido reconocido por las distintas ONG encargadas de la materia electoral y del ejercicio de los derechos políticos, grupo de electores, partidos políticos y desde luego, la propia Comisión Nacional de Primaria. A esto se añaden las voces ciudadanas que, en breve tiempo o tiempo récord, en franca solidaridad con la acción legítima intentada, es decir, el proceso de primarias, con el sentido anhelo que se detenga la consumación de otro golpe, otro atropello por parte del régimen que desconozca los resultados obtenidos el pasado domingo 22 de octubre. Por si fuera poco, también organismos internacionales se han pronunciado en favor del respeto y el cumplimiento a la voluntad electoral del pueblo venezolano, expresada en dicha jornada. Que se respete la carta magna y lo que queda de ordenamiento jurídico en la República. También vemos con beneplácito lo afirmado por el doctor Gerardo Blyde, cuando ha dicho con firmeza, certeza y decisión que las primarias están blindadas y aseguradas por el acuerdo de Barbados.

No se podrá decir mañana que nos mantuvimos callados ante la nueva amenaza de violación de derechos constitucionales, infligida por el grupo de poder que se halla aposentado en Miraflores, con la ayuda de conmilitones y alacranes dispuestos a picar o morder cualquier locha que se les lance o alguna migaja de pan o quizá un plato de lentejas. Perdón si ofendo a alguna fe religiosa por usar santos alimentos como sustento de mis dichos.

Os recuerdo que Simón Rodríguez instaló una fábrica de jabón y velas en Valparaíso. Yo digo hoy, mi país necesita de velas para la luz entre tantas sombras tenebrosas y jabón para lavar la mugre de la peste que ha ensuciado y envilecido a Venezuela durante algo más de veinticuatro años de tristezas y calamidades.

Invoco solo por necesidad, la detestable frase de algunos: “por eso estamos como estamos”. ¡No!

Estamos así porque en 1998 la mayoría eligió al desquiciado milico golpista, ruin, mediocre, resentido y delirante, que en mala hora sembró esta pesadilla coloreada de un rojo alarmante y siniestro. Hampa y hambre; tristeza y desolación; corrupción y graves señalamientos de narcotráfico; torturas y muerte.

Los alacranes de esta entrega nada tienen que ver con la célebre y magnífica novela de mi dilecto Rodolfo Izaguirre, cuya lectura recomiendo con absoluta satisfacción. No, claro que no.

Me refiero a los arácnidos que acomodados al poder se aprestan, acomodaticios como son, a presentarse como  seudocandidatos a las elecciones de 2024, investidos de una ilegítima representación, de un rol que no les pertenece, pretendiendo así revestir de validez un acto violatorio de la Constitución, de varias leyes y de reglamentos electorales, con absoluto desparpajo.

Me refiero a los despreciables que aparecen en una  aleccionadora anécdota de Diógenes: Un día Diógenes comía lentejas. Aristipo, otro filósofo que adulaba a Alejandro Magno, le dijo: “Mira, si fueras sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas”. Diógenes contestó: “Si tú aprendieras a comer lentejas, no tendrías que degradarte adulando al rey”.

A los alacranes que ignoran el drama que hoy padecemos los venezolanos.

Desconocen, además, la supuesta intención de eso que llaman “caja o bolsa CLAP”, solo por poner un ejemplo, verdaderos instrumentos de control social y manipulación política.

Olvidan los alacranes que no es el arroz picado, ni la leche que no es leche ni la harina que no sirve para hacer arepas. Es la bolsa o caja aludida que no debe existir por vergonzoso y deprimente.

No hablaré de las farmacias hoy convertidas en refugios de oración, de la falta de gasolina, del hampa común y de la administrada, de la falta de insumos en los hospitales, antes y durante de la pandemia, tampoco de otros males de parecida o de peor naturaleza.

Deben conocer esos sujetos, que salvo las del PSUV y sus conmilitones, todas (o casi todas) las tarjetas que figuraban en 2024, fueron robadas, despojadas o arrebatadas impunemente a sus legítimos representantes, valiéndose para ello la peste de su propio bufete de Dos Pilitas.

Por ejemplo, la tarjeta del genuino partido político democrático venezolano Acción Democrática, con casi ochenta años de historia, ha sido robada por el régimen, de consuno con alacranes y otros parásitos sin vida propia.

Ha dicho bien el doctor Luis Felipe Blanco Iturbe al referirse a este asunto: “Asco. ¡Qué indignación! escuchar los acordes del himno de Acción Democrática en la radio, invitando a votar por las sabandijas que se robaron los símbolos del partido, a cambio de las limosnas que les echará el régimen más inmundo de la historia. ¿Sabrá el estercolero humano que trafica con ese emblema de dignidad, que están usando la creación de Inocente Carreño y de Andrés Eloy para cometer este estupro”.

El Dr. Leonardo De Sousa, investigador y profesor titular de la Escuela de Medicina de la Universidad de Oriente, núcleo Anzoátegui, comenta que el término escorpión y alacrán se refiere al mismo artrópodo, el escorpión viene del griego, y alacrán viene del árabe, pero se refiere al mismo artrópodo, que por cierto, los alacranes no son insectos sino que son arácnidos.

Según el doctor De Sousa, Venezuela tiene 184 especies distintas de escorpiones. Bueno, a esta cifra habría que añadirle una, cuyas características no es necesario señalarlas.

Cualquier pillo, corrupto o chavista cómplice (valga la redundancia) podrá lavarse las manos, aun la cara, pero nunca las malandanzas de la conciencia, porque hasta allá no llega ni agua ni jabón. Incluso los alacranes.


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