En un artículo reciente en The Financial Times, el autor del libro Sapiens, el historiador israelí Yuval Noah Harari, uno de los pensadores más influyentes de nuestros tiempos por sus profundas y originales reflexiones sobre la historia temprana de nuestra especie, hace la siguiente advertencia sobre las tendencias que se están generando en muestro planeta a propósito de la pandemia del coronavirus. Según Harari, las dos opciones más importantes del momento son entre “vigilancia totalitaria o empoderamiento de los ciudadanos” y “aislamiento nacionalista o solidaridad global”.

Creo que no es necesario abundar demasiado en que, por razones aparentemente distintas, pero en el fondo muy similares, tanto la respuesta del híbrido capitalista-socialista chinocomo la del régimen venezolano, una quimera mezcla de Estado criminal con autoritarismo, están claramente enmarcadas dentro de lo que Harari llamaría una combinación de vigilancia totalitaria y aislamiento nacionalista. El caso de Venezuela es mucho más complejo dado que la precariedad del sistema de salud público y privado venezolanos, unido a la escasez de combustible y a la precariedad general de la economía, conforman una tormenta perfecta que tiene el potencial de convertirse en una catástrofe pública de dimensiones incalculables y nefastas.

El régimen venezolano ha tomado amplia ventaja de la pandemia para estrechar su garra autoritaria sobre los venezolanos, No solamente no ha habido concesión alguna sobre el espinoso tema de los presos políticos, cuya liberación ha sido exigida por la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, sino que se ha ampliado la persecución sobre cualquier espacio de información independiente. Al acosamiento de la ciudadanía se le une el secuestro de las estadísticas y cualquier espacio de información confiable. En la práctica se ha generado una caja negra controlada por un número reducido de funcionarios, especialmente los hermanos Rodríguez, que ha arrasado con cualquier espacio creíble de confianza en las informaciones oficiales. En el mundo de la realidad virtual del régimen, el número de infecciones ha ido creciendo a un paso sospechosamente lento, comparado con lo que está ocurriendo en los países vecinos, mientras la población obedece una cuarentena impuesta policial y militarmente. En el mundo real puede estar pasando cualquier cosa, y mucha gente está preocupada por el escenario horrendo de Guayaquil en Ecuador, donde la gente se está literalmente muriendo abandonada en la calle, frente a un sistema de salud sobrepasado por las exigencias de la pandemia.

La verdad del asunto es que, en relación con la pandemia en Venezuela, podemos a estar a unos pasos del abismo, caminando en dirección contraria al abismo, o a la derecha o la izquierda del abismo. A ello se le une la percepción extendida en los medios internacionales indicando claramente que Venezuela no tiene condiciones para manejar las exigencias de un brote epidémico importante. En otras palabras, las posibilidades de nuestro país de tener una respuesta adecuada sin ayuda internacional son cercanas a nulas. Frente a ello el régimen se muestra desafiante y altanero, simplemente pretendiendo imponer una cuarentena represiva que desconoce el hecho básico de que la elección entre coronavirus, y hambre, y la ausencia de transporte, que se le está presentando  a muchas familias venezolanas, tiene una probabilidad altísima de generar una violencia descontrolada.

El escenario internacional tiene, pues, una importancia crítica para Venezuela y, la interpretación que le dan los actores políticos internos es igualmente esencial. Por un lado el régimen exigiendo que se levanten las sanciones económicas sobre Venezuela, pretendiendo con ello descargar la responsabilidad de la eventual catástrofe sobre Estados Unidos y la comunidad internacional. Una maniobra clásica que evidencia su absoluta ausencia de preocupación por la vida de los venezolanos. Por otro lado, la conducta de un sector de la oposición que mantiene la ficción de que “los problemas de Venezuela los resolvemos los venezolanos” que ignora que todo concepto de solidaridad entre venezolanos, de percibirnos como un solo pueblo, que mucha gente valiosa de este sector defiende ingenuamente, se estrella contra la realidad pura y brutal de que hay un sector del chavismo-madurismo duro que constituye realmente una fuerza del mal en el sentido clásico asociado con el nazismo, por ejemplo. A este sector no le importa en absoluto el costo que haya que pagar para que ellos se mantengan en el poder. Eso no quiere decir que no existan sectores con lo que se pueda negociar, pero es una ingenuidad pensar que el núcleo duro va a negociar absolutamente nada. Simultáneamente se sienten arrinconados y envalentonados  porque no tienen nada que perder. Y esa verdad no puede ser desconocida por buenas intenciones políticas ni llamados a la hermandad entre venezolanos.

Así las cosas, la propuesta de los Estados Unidos en relación con la formación de un gobierno de emergencia de transición es tremendamente inteligente porque le quita al régimen el argumento de que la retención de la ayuda humanitaria es una amenaza contra la salud de los venezolanos y descarga la responsabilidad en el engendro madurista. La propuesta abre nuevamente la puerta para que el régimen evite una catástrofe cuyo riesgo se va haciendo cada vez más cierto. Es también una oportunidad extraordinaria para que todos los sectores que hacen vida política en el país abandonen cualquier pretensión de ingenua negociación con el régimen de Maduro y entiendan que la decisión internacional, con Estados Unidos a la cabeza y apoyada por la OEA y el Grupo de Lima, abre una posibilidad real de transición que combine un elemento de fuerza creíble sobre el régimen, la realización de elecciones y el manejo de la pandemia sobre bases realistas.

El régimen ha recibido un jaque importante. Y la decisión de la AN que encabeza Guaidó en reconocerlo es esencial. No es jaque mate y no tiene por qué serlo, aun en el espacio de intensa polarización que vive Venezuela. Lo que sí es seguro es que en el ajedrez de la muerte que pretenden seguir jugando, y que involucra la vida y la salud de los venezolanos, el tiempo y el espacio se les están acortando. A ellos y a nosotros.


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